Julio Sanz es un investigador y creador musical vinculado a la experimentación musical durante toda su vida, con el Gabinete de Música Electroacústica como buque insignia, que ha alcanzado con el Huerto del Sonido ir un paso más allá para cruzar las fronteras existentes. Este proyecto ha posibilitado hacer hablar a las plantas, escuchar lo que nos dicen y avanzar en el conocimiento del vino para completar las experiencia sensorial con el sentido que nos faltaba: el oído que permite «escuchar» lo que nos tiene que contar la esencia de Baco. Para llegar a este punto, ha sido fundamental la labor desarrollada por el coworking de la Escuela de Organización Industrial de Madrid en Cuenca, elemento clave para avanzar en unos estudios que sitúan a la ciencia cada vez más cerca de lo que creíamos imposible.
En primer lugar, ¿Qué es el Huerto del Sonido? ¿Cómo se podría definir?
El Huerto del Sonido es un laboratorio de biomúsica que creé hace como diez años ya en la Serranía de Cuenca. Es un laboratorio creado después de haber trabajado en el Gabinete de Música Electroacústica con las nuevas tecnologías. Pero me di cuenta que los paisajes sonoros que ofrece la naturaleza son mucho más complejos y muy ricos. Entonces decidí hacer mi propio laboratorio de biomúsica donde estudiar el paisaje sonoro. Estos estudios han ido avanzando. La física nos dice que todos somos vibraciones. Una vibración es entendida como un cambio de frecuencia, las frecuencias son notas y esas notas a escala humana son notas musicales. Entonces podríamos organizar esas notas musicales que salen de los elementos que vibran, o sea, de las plantas y escucharlas. Y con esa entelequia tras diez años hemos ido poco a poco encontrando la clave de cómo poder escuchar a las plantas, comunicarnos con ellas y hablar con ellas.
¿Cómo es el proceso que permite llegar a este fin? ¿Qué herramientas se utilizan para esta ‘jardinería sensorial’?
Hemos desarrollado una serie de periféricos que nos permiten medir de una forma voltaica y por detectores lumínicos y detectores de estrés, de humedad…. Esos datos los configuramos, los computerizo, los transduzco a ondas sonoras y estas ondas sonoras después las reinterpreto en formato musical. De tal manera que puedes estar escuchando una planta y según en la armonía que cante, en la tonalidad o en la velocidad o en la altura tonal, pues sé si le falta agua, si le da el calor, si tiene mucho sol o poco, si tiene un estrés por incendio cercano o es el pulso en el que se encuentra esa mañana.
¿Y a qué suenan las plantas, Julio?
Pues cada una muy distinta o muy parecida, a otra. Depende. Es como con nosotros, los humanos. Podemos hablar parecido o diferente, depende con quien te juntes. Ocurre en cierto modo lo mismo. Hay que escuchar, aprender su lenguaje y a mí me gusta dejarlo que sea lo más puro posible ese sonido y lo menos intervenido por parte de la notación midi o de la notación occidental.
¿Tras hacer hablar a las plantas, escuchar al vino fue el paso lógico?
Si tenemos la vibración fundamental de una parra o cómo suena una parra, que hasta ahí ya lo hemos conseguido, ese sonido de la parra será el que se mantenga intrínseco en la uva y si lo que hacemos es exprimir la uva para sacar el vino, al final lo que estamos haciendo es absorbiendo todo el poderío de organoléptico, o sea, el olor, los colores, el sabor y el tacto de la uva para beberlo en formato vino. Pues ahí va también el sonido. Lo que pasa es que no se ha explotado todavía. Con la frecuencia fundamental de la planta lo que podemos hacer es escuchar cómo suena ese vino también incluso antes de descorcharlo y, por lo tanto, saber qué vino estamos tomando o tener un dato más para disfrutar bebiendo un vino.
¿Dónde está el límite en este tipo de estudios?
Hemos llegado a esto, a poder sacar la música, el sonido fundamental de una añada de vino determinada, de una vendimia determinada. Cada añada de vino tiene su sonido característico. Eso es un producto distintivo y muy potente desde el punto de vista del marketing. Ya lo hemos llevado a ferias y la gente escucha el sonido del vino a golpe de clic. Es decir, sacando el móvil y escaneando el código que te lleva a la página donde suena directamente ese sonido. El 96% de las personas han sacado el móvil y lo han escaneado. Esto para el mundo vitivinícola es muy importante porque si eres capaz de que la gente entre a un código QR donde está la la información de quién, cómo, cuándo, dónde, por qué, para qué, o sea un montón de información para optimizar su producto…eso es muy serio.
«Hemos desarrollado un metaverso donde la gente puede ir directamente a vendimiar el sonido a través de unas gafas virtuales»
¿Y a partir de este punto, a dónde se puede llegar?
A partir de ahora estamos enfocados en optimizar cómo rentabilizar estos conocimientos sobre la música paisajística y la música de las plantas. Hemos desarrollado también un metaverso donde la gente puede ir directamente a vendimiar el sonido a través de unas gafas virtuales. Una vez que tengo el sonido de una añada de vino, para que la gente entienda el proceso, revierto el proceso y construyo en el metaverso el Huerto del Sonido. Y en el Huerto del Sonido hay unas parcelas que son los viñedos, de los que ya he sacado el sonido, y cuando alguien está paseando por ese viñedo con una varita mágica, que es el mando, y lo roza, ¡ping! pues suena la viña.
¿Tenéis previsto algún concierto o actividad donde poder mostrar este tipo de experiencias?
Hasta tal punto está llegando el interés por el sonido de las plantas que durante este año se está trabajando el sonido de un manzano para hacer una obra de teatro que se llama ‘Tu y Yo’ creada para el grupo de teatro ‘Desahucio’ de Cuenca. Es la historia de la relación entre un árbol y el niño, como su lugar-paraíso, como su lugar de escondite…Me pidieron que hiciera hablar al árbol y utilizando estas técnicas le he hecho hablar y reacciona dependiendo de cómo el niño reaccione con él. Esa es una de las actividades. Y la otra está relacionada con el Ecoparque para la Paz, la Concordia y la Solidaridad de los pueblos en Jaén. Tienen árboles muy singulares que los patrocina la familia Obama, el Papa… Quieren saber cómo suena el olivo del Papa para entregarle en la próxima recepción papal una botellita de aceite de su olivo con la música de su olivo. ¿Bonito, no?
¿Cuál ha sido el sonido que más te ha gustado a ti? ¿Qué planta suena mejor?
Es que me encantan todos, es que es un descubrimiento. Es como si te fijas en una planta o en otra. Cada una tiene sus peculiaridades y me encanta el proceso y el descubrimiento porque no sé cómo va a sonar la siguiente.
¿Había experiencias previas con el sonido de las plantas?
Alguna ha habido, sí, pero yo he seguido un camino muy particular y he desarrollado un sistema específico que incluso hasta los abogados me han dicho que debería ser registrado. En mi caso hay tres fases. La primera es captar el sonido que producen las plantas que nos ha llevado a la segunda que es escuchar el vino a través de un QR con la posibilidad de hacer vendimias sonoras con gafas virtuales en cualquier lugar de una manera muy simple. Y la tercera, y no menos importante, es que hemos desarrollado también el sistema SiRAV, que es el sistema de resonancia armónica del vino. Si sabemos cómo vibra un viñedo y esa frecuencia es la base del vino, si ponemos en resonancia en barrica o en botella al final del proceso, creemos que el vino se encuentra en tal estado de felicidad igual que un bebé en el vientre de la madre. Queremos potenciar el quinto sentido organoléptico que sería el sonido, la música del vino, como un factor determinante para poder distinguir y disfrutar el vino de una forma novedosa. Tendríamos el sentido del oído sumado a vista, olfato, gusto y tacto.