José Luis Muñoz.
La epidemia mortal que nos acongoja y acosa se convierte en algo absolutamente real cuando cae sobre una persona próxima a nosotros. La furia destructora ha atrapado hoy a Gonzalo Pelayo, con la tristeza añadida de no poder acompañarle, ni a él ni a su familia, en la despedida final.
Gonzalo ha sido una figura fundamental en Cuenca en dos ámbitos muy concretos, el Cine y el Deporte. En el primer caso, además de haber vivido de cerca la actividad de una sala cinematográfica, participó de manera decidida en la recuperación, en 1986, del Cineclub Chaplin, que había sufrido una crisis que le llevó a desaparecer durante unos meses. Formamos una Junta Rectora en la que Gonzalo fue el secretario y en poco tiempo conseguimos volver a reflotar la entidad que, con nuevos ánimos y propuestas fue consolidándose hasta llegar a la situación cómoda en que hoy se encuentra.
Paralelamente, Gonzalo Pelayo promovió y dirigió las Semanas de Cine de Tarancón y Cuenca, que sirvieron también para revitalizar la afición al cine en las dos ciudades. Por eso, cuando el Cineclub recuperó hace unos años la de la capital, le nombramos presidente de honor y desde ese papel ha seguido participando en la actividad hasta el último momento. A esa trayectoria hay que unir también la creación del Cinema Aguirre, una notabilísima cita que cada lunes trae una película clásica al Centro Cultural, con nutrida asistencia de personas.
En el terreno profesional, su dedicación prioritaria fue el Deporte, desde la función que tenía asignada en el seno de la delegación provincial de Cultura de la Junta de Comunidades, como Jefe del Servicio de esa especialidad, a la que trasladó la experiencia que había acumulado como responsable de la Obra Educación y Descanso. Sobre eso podrán hablar largo y tendido los cientos de deportistas, entrenadores, directivos y asociaciones que durante muchos años conocieron las iniciativas de Gonzalo Pelayo en la promoción sobre todo del deporte base en la provincia.
Nacido en Tarancón en 1941, casado y con tres hijos, dotado de un espíritu cáustico en el que se combinaban bien la ironía y el humor, con una permanente actitud crítica hacia muchas de las circunstancias que nos rodean, a partir de una constante exigencia de perfeccionamiento social y de las estructuras cotidianas, la ausencia de Gonzalo Pelayo deja un notable vacío en quienes le conocimos y singularmente en el seno del Cineclub Chaplin.
Busco en el cajón de los recuerdos y, entre muchas, encuentro esta foto, del día que entregamos a Pedro Almodóvar la medalla de oro del Cineclub, uno de los muchos momentos emotivos que hemos compartido en más de cuarenta años de amistad y colaboración. Adiós, amigo.