El Colegio de Médicos de Cuenca ha organizado esta semana un Ciclo sobre Salud y Bienestar con motivo de su 125 aniversario. Una de las conferencias ha estado protagonizada por la bióloga y doctora en Bioquímica Gema Malet, una investigadora conquense en oncología que ha recibido numerosas becas de excelencia profesional y que, tras 11 años fuera de España, ha vuelto para trabajar en un fármaco antitumoral contra el glioblastoma.
Su currículum muestra también algunos descubrimientos sobre migración y muerte celular en el cáncer, pues sus investigaciones han revelado que cuando migran las células tumorales en grupos compactos en vez de en solitario, tienen más capacidad para propagarse y generar metástasis.
Malet es natal de Cuenca, con orígenes en Campillos Paravientos y Villarta, y es nieta de un conocido médico conquense, Teodulo Engra. Ella no lo conoció, pero su amor por la salud y la biología viene de la idea de luchar contra el cáncer, enfermedad de la que murió su abuelo.
¿En qué investigación estás trabajando ahora?
Desde que me incorporé a España en enero de 2020 trabajo en una empresa, Laminar Pharma, que trabaja en investigación oncológica pero desarrolla un fármaco antitumoral contra el glioblastoma. Se está estudiando en humanos y está avanzando muy bien y en unos meses sabremos si va a llegar a mercado. Es muy difícil que empresas españolas lleguen a fases avanzadas de estudio en humanos, y es muy excepcional. Yo estudio el fármaco principal que tienen, otros nuevos, y además de para este tumor, se va a estudiar si la terapia lipídica de membrana va a ser eficaz para otros cánceres en el futuro. También voy a seguir investigando sobre la migración celular, que es lo que me ha llevado más tiempo fuera de España.
¿Por qué os habéis centrado en este tipo de cáncer?
Porque no tiene cura. Tiene una esperanza de vida de máximo 15 meses y no hay nada para ello. Se probó este fármaco porque además una empresa pequeña puede permitirse ensayos clínicos cortos, pero sobre todo porque es uno de los agresivos que más mata, y hace décadas que no hay nada nuevo para esto. Las agencias europea y americana regulatoria de fármacos han dado una designación de «fármaco huérfano» para esta enfermedad, es decir, es como si fuera una enfermedad rara, por cada 100.000 habitantes aparecen siete y hay 20.000 nuevos en Europa cada año. Por eso, le han dado este empuje para acelerar los trámites regulatorios que son muy pesados.
¿Cómo está avanzando el estudio en humanos y cuál sería la última fase?
Está yendo muy bien. Un comité independiente externo ya nos ha comentado que la eficacia y la seguridad (sin efectos secundarios) del fármaco es buena y que sigamos adelante. La última fase sería la comercialización condicional por parte de la EMA, la Agencia Europea de Medicamentos, eso quiere decir que aunque se vaya a dar para mejorar la vida de las personas, aun hay que seguir analizando más cosas. Aún no hay certeza oficial de que nuestro fármaco sea mejor que el tratamiento actual standard (temozolomida). Es un avance, y cabe la posibilidad de que los médicos pueden probarlo con otros tipos de cánceres si ven que en este funciona bien.
La excepcionalidad de esto es que sería el primer fármaco antitumoral lípido, una grasa que no necesita hospitalización. Es más compatible con la calidad de vida. Es una nueva ciencia que está llegando ya y viene fuerte. Esta empresa además también tiene un ensayo clínico en Estados Unidos en niños con tumores, que tienen una gran necesidad y nadie investiga para ellos.
Sabemos que eres natal de Cuenca y que tu abuelo era médico en la provincia. ¿Tu amor por la salud y la biología viene de familia?
A mi abuelo no lo conocí, pero siempre me hablaron de él y me siguen hablando por todos los pueblos a los que he ido. Siempre he tenido la idea de luchar contra el cáncer, porque él murió por un cáncer de estómago, y al final es una enfermedad muy cruel, con un final injusto. Yo pensaba que iba a ser médico, pero como la investigación era lo que más me interesaba y no había tanto esa rama en medicina, sino más en biología para ver qué pasa con las células, al final me decanté por la biología, que es una vía más difícil.
¿Es necesario que haya más biólogos en España?
Por supuesto, hay que apoyar la ciencia a más no poder, porque es el único camino de progreso. Estamos viviendo una revolución científico-tecnológica detrás de otra que no nos podemos quedar atrás. Se necesitan muchas manos y muchas cabezas para ponerse a trabajar. En otros países están invirtiendo como locos y aquí no nos podemos emparrar. La biología tiene aplicaciones también en agricultura, en biodiesel… Hay muchas cosas buenas para el medio ambiente, para la salud, para todo.
De todas las investigaciones que has realizado en tu carrera profesional, ¿cuál es para ti la que más te ha sorprendido y la que más te satisface?
La quimiotaxis colectiva. Es un descubrimiento que hice entre Francia y Milán que consiste en que las células tumorales que se mueven, que lo pueden hacer juntas o separadas, cuando lo hacen en grupo tienen una capacidad de migrar mucho mayor, y son dinámicas que ayudan a comprender la metástasis y la invasión tumoral, cosa que hay que frenar.
Actualmente, aunque estoy generando muchos datos y abriendo muchas líneas de investigación que publicaremos, me gusta mucho el hecho de que vayamos a aplicarlo a través de fármacos, que es el objetivo, curar a la gente. El trabajo actual me gusta mucho también en el sentido de que tiene una aplicación directa en la salud y en mejorar la calidad de vida de las personas, pero también me topo con cuestiones básicas científicas muy interesantes y fundamentales. Como no se sabe todo, te vas encontrando cuestiones que no están resueltas de lípidos que me parecen muy interesantes.
En investigación, ¿hay algún tipo de presión por alcanzar un objetivo?
Sí que la hay. Hay lo que se llama «deadlines» (plazos) y tenemos que justificar los proyectos que nos financian, con resultados. Hay presión a nivel de tiempo, queremos hacer muchas cosas y faltan manos y falta personal. En la empresa tenemos que entregar tres tipos de datos: para patentes (experimentos); para las agencias evaluadoras y reguladoras como la EMA; y para publicaciones académicas que también tenemos en marcha. O sea, que no damos a basto. Lo das todo y echas horas extra para proporcionar datos que tú dijiste que ibas a hacer. Y cuando el dinero está más definido, menos creatividad puedes aplicar.
Porque también tenéis unas directrices, ¿no?
Tú tienes un proyecto y tienes que hacer esto, esto y esto. Si te desvías un poco, porque has visto al paralelo, lo aceptan. Pero tampoco te puedes ir mucho. El caso es que veas que has trabajado.
¿Piensas que algún día todos los investigadores españoles que se van al extranjero puedan volver a trabajar al país?
Siempre hay gente que se queda fuera. Yo he estado en el extranjero y no sabía si podía volver, y yo sé lo que se siente cuando no se puede volver como científica a España. No es tan fácil. Sí que considero que es una prioridad, a nivel de nación, definir bien la carrera científica y apoyarla pero en todos los periodos, en la consolidación también. Con las becas Ramón y Cajal, por ejemplo, te dicen «vuelve a España, pero vuelve cuando llevas no se cuantos años fuera, y no te pases de tantos años». Con esto, siguen limitando el retorno de las personas para investigar aquí. Les cuesta invertir en personal.
Y aunque vivas en Mallorca y hayas estado mucho tiempo fuera del país, ¿vienes mucho a Cuenca?
Sí, sí. Aunque tenga poco tiempo, siempre me gusta venir porque tengo aquí a mi abuela también. Me encantan el otoño de Cuenca, y todos los años vengo varias veces. En agosto también he estado en Campillos para las fiestas del pueblo, o sea que mi vinculación es constante. Siempre vuelvo, y a mi abuela también me la he llevado a Palma, los 100 años los cumplió allí. Pero Cuenca para mi es un amor, es mi paraíso infantil, tanto la ciudad como el pueblo.