Este sábado falleció en Barcelona a los 87 años el novelista Juan Marsé, autor de títulos como ‘Si te dicen que caí’ y ‘Rabos de Lagartija’, considerado uno de los grandes autores contemporáneos de la literatura en castellano. Muy laureado, Premio Cervantes en 2008 y Planeta en 1978, perteneció a la llamada Generación de los 50 junto a nombres como Jaime Gil de Biedma, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Terenci Moix y Eduardo Mendoza.
El principal vínculo del fallecido con Cuenca es la figura del coleccionista Antonio Pérez, el que da nombre al centro de arte contemporáneo ubicado en antiguo convento de las Carmelitas de Casco Antiguo conquense. El escritor catalán lo bautizó con el sobrenombre de el ‘anda-ríos’ porque, siendo muy joven, decidió recorrer a pie el curso de los ríos españoles.
Apodo por apodo, Pérez luego regalaría a Marsé en París la idea del apelativo del personaje coprotagonista de ‘Últimas tardes con Teresa’. El novelista le explicó cómo era la personalidad de la figura literaria y el ‘buscador de objetos’ resaltó que le recordaba al ‘Pijoaparte’, un murciano que había conocido en un viaje a Ginebra. Y con Pijoaparte se quedó.
Otras claves del personaje de Manolo también nacen de experiencias con Pérez. «En la ensoñación. El Pijoaparte no sabe quién es su padre; sospecha que podía ser hijo del marqués de Salvatierra, que tenía una finca en Ronda… Todo eso viene de un viaje que hice a Ronda, precisamente con Antonio Pérez, para hacer un reportaje que luego no publicó la revista de Ruedo Ibérico… Ahí nació la figura de Pijoaparte, su propio origen. Y a partir de ahí, Pijoaparte se crea su propio mito. En la literatura tiene mucho que ver con muchas lecturas que yo tenía del siglo XIX: es el joven de provincias que llega a la ciudad e intenta abrirse espacio», explicaba Marsé en una entrevista en 2005 en El País.
Y es que Marsé y Pérez mantuvieron una intensa y culturalmente prolífica amistad que se fraguó en la estancia de ambos en la capital de Francia. Cuando el novelista llegó allí en 1961 el también editor y librero enconquensado ya estaba instalado y le buscó un trabajo como asistente animalario, para dar de comer a las cobayas, en el departamento del premio Nobel Jacques Monod, en el Instituto Pasteur.
Desarrollaron varios proyectos creativos juntos. Por ejemplo, en 1985 Pérez dirigió con Julio Ollero y Antonio Saura unas plaquettes con textos de Marcel Cohen y Juan Marsé.
No es extraño por tanto que el coleccionista tenga un papel destacado, hasta una treinta de páginas, en ‘Mientras llega la felicidad’, la biografía que Josep María Cuenca dedicó al escritor barcelonés y que está considerada la obra de referencia para conocer su trayectoria. Y cuando en febrero de 2006 tuvo lugar la inauguración el Museo de Obra Gráfica, una de las sedes de la FAP, el polipremiado escritor estuvo en la lista de invitados.
La Fundación Antonio Pérez ha expresado precisamente este domingo su pésame institucional por la muerte del escritor con un apenado «se nos va un gran amigo».
Además de sus visitas a la capital conquense motivadas por su amistad con Pérez, Marsé también se desplazó a la ciudad para participar en diferentes eventos culturales. Tuvo también relación con Bonifacio, el pintor donostiarra afincado en Cuenca, del que destacaba su originalidad. En 2007 formó parte de la programación de la Feria del Libro de Castilla-La Mancha, que se celebraba en el Recinto Ferial ‘La Hípica’ un encuentro con clubes de lectura sobre ‘Últimas tardes con Teresa’ en el que compartía cartel con su hija, la también escritora Berta Marsé.
Marsé forma además parte del palmarés del premio Sésamo de novela corta y cuentos que instituyó el conquense Tomás Cruz y compartió reconocimiento con el artista plástico Gustavo Torner en los premios de Cultura de la Comunidad de Madrid.