María Zaballos y José Antonio Ballesteros.

Este sábado, 25 de abril, José Antonio Ballesteros y María Zaballos, iban a contraer matrimonio en la Parroquia de San Julián -en el barrio de la Fuente del Oro de la capital- y después tenían previsto festejar el enlace en el Cuenca Golf Club. Eso es lo que decían al menos las invitaciones que ya tenían impresas y habían repartido entre familiares y amigos.

Tarjetones en papel que han quedado obsoletos porque anuncian una boda que no se celebrará en la jornada anunciada. La historia de María y José Antonio es la de tantas parejas que han visto como uno de los, a priori, días más significados de su vida ha tenido que ser pospuesto como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 y las medidas para controlarla.

“Después de un largo tiempo de noviazgo que no podemos especificar porque nosotros mismos hemos perdido la cuenta”, en julio del año pasado empezaron a planear la formalización de su compromiso. Durante el verano decidieron iglesia y recinto para el convite y, en función de diferentes condicionantes, pusieron la fecha que ahora no podrá ser. 25-04-2020. Así está grabada ya en las alianzas que habían comprado. “Tenemos que ver una solución para cambiarlas”, apuntan.

Porque ellos han aplazado, pero no cancelado. Ya han puesto otra data, pero prefieren reservársela “porque no podemos asegurar que la podamos celebrar ya que no hay nada claro todavía con respecto a este tipo de eventos”. Asumen con resignación otra posible postergación “porque lo primero es la seguridad de los invitados y de los profesionales que hemos contratado”.

Esta maestra y este profesor universitario están viviendo una situación que ni se planteaban al comienzo del año, cuando empezaron a llegar las primeras noticias sobre el coronavirus primero desde China y luego desde Italia. “Como en España el tema estaba tranquilo y no le daban importancia, en principio lo único que pensamos fue tener problemas con el viaje de novios, pero de primeras no creíamos que fuéramos a tener que posponer la boda”, explican.

Ellos suspendieron el enlace a finales de marzo, quince días después de empezar el confinamiento.  “Al principio pensamos que si era sólo para 15 días aún daba tiempo a que estuviera todo tranquilo para la boda, pero en cuanto se anunció la primera prórroga decidimos aplazarla porque no queríamos que los invitados tuvieran ningún problema”.

Mientras estaban decidiendo qué hacer les cancelaron el viaje desde la Luna de Miel desde la agencia, que estaba anulando prácticamente cualquier desplazamiento. “A partir de ahí, y viendo que el problema aumentaba, hablamos con el resto de proveedores que habíamos trabajado para posponer”.   

Comparten que “el proceso en realidad no ha sido difícil”. En los servicios que ya tenían reservados “nos han dado facilidades para concretar una nueva fecha, solo había que ver las posibilidades y los días libres para cuadrar las agendas de todos”.  Afirman con gratitud que “todos han comprendido la situación y nos han ayudado a buscar soluciones y concretar nuevas citas”. El único problema ahora “es el viaje de novios, al igual que pasa con las vacaciones de todo el mundo”.

Esta alteración de planes por el COVID-19 no les produce “ni pena ni rabia” aunque si algo de incertidumbre “por si habrá que volver a hacer documentos u otro tipo de trámites”. También por la necesidad de un nuevo aplazamiento o si se encontrarán con limitaciones adicionales.

En cualquier caso, asumen sin dramas la postergación. “Después de tanto tiempo para decidirnos a dar el paso un poco más no se va a notar”. Además, en su entorno todo el mundo ha aceptado el cambio con comprensión y cariño. “En cierto modo estaban esperando la notificación porque lo veían venir, todos opinan que lo primero es la seguridad y están esperando el acontecimiento con muchas ganas”, relatan.

Un acontecimiento para el que las invitaciones “seguramente las enviaremos por vía telemática”, visto lo visto. También tienen claro que las bodas posteriores a esta crisis sanitaria serán muy diferentes. “Habrá modificaciones, por lo menos en el aforo, y quizá haya medidas de seguridad adicionales, lo que va a ser inevitable que se mantenga es el contacto físico. Estamos también a la espera de noticias porque según se vaya produciendo la desescalada puede que haya que tomar decisiones a este respecto”, razonan.

Para el sábado, el día de la boda que no fue, no han preparado ningún acto especial ni ninguna conmemoración como ya se han visto en otros lugares del país, donde algunas han escenificado el enlace en las terrazas o han convocado a los invitados por videoconferencia. “No hemos pensado nada. Tenemos el tiempo ocupado teletrabajando y cuando descansamos preferimos no tener que hacer trabajar a la mente”, concluyen.