Delirivm Musica extasía con un Barroco sobrecogedor

Sobresaliente concierto de la música de Charpentier, que no es especialmente conocida en los círculos musicales

Manuel Millán de las Heras

Desde el año 2009 no escuchábamos en las SMR un concierto integral con música del autor del barroco francés Marc Antonie Charpentier. En esa ocasión, fue el director Christophe Rousset al frente de Les Talens Lyriques, quienes ofrecieron en tres jornadas las «Leçons de Ténèbres du Mercredi Saint». En 2024, la apuesta la ha llevado adelante una agrupación nacional, Delirivm Musica, bajo la dirección de Juan Portilla, que en estos años ha recibido el doble galardón como mejor agrupación barroca en los premios GEMA 2018 y 2020.

La música de Charpentier no es especialmente conocida en los círculos musicales. Quizá ha tenido la desgracia del exceso de popularidad de su Te Deum, repetido machaconamente generación tras generación como himno de Eurovisión. Su música religiosa es dulcemente profunda, como el propio autor apunta al definir el significado de su arte: ¡Cura, purifica, santifica los oídos de los hombres para que puedan escuchar el concierto sagrado de los ángeles!

El título del concierto es explicativo de lo que nos encontramos: “Lux ex tenebris”. Un movimiento entre la luz y las tinieblas, perfectamente perfilado por el color ocre del timbre de la agrupación historicista. El mundo francés se refleja en que todos los bajos instrumentales estaban realizados por un fagot y tres violas da gamba (ningún violonchelo, con sonido más brillante) junto con un continuo lleno de dulzura, a las manos del archilaúd (interpretado por Juan Carlos de Mulder) y el teclista Jorge López Escribano al órgano positivo y clave. El equilibrio de las flautas de pico, una de las cuales mutaba a Traverso, y los violines redondeaban ese sonido que huye de los colores vivos y se sumerge en esa espiritualidad contenida, ornamentada y de expresividad justa. Los nueve miembros del coro son grandes profesionales, conocedores del estilo y que participaron de ese éxtasis espiritual coordinado desde la dirección o desde la flauta por Juan Portilla. Me sorprendieron especialmente determinados efectos instrumentales creados por sus voces, como unos trinos casi imposibles de afinar.

El lenguaje de Charpentier nos llevó de la oscuridad de “Pour un reposoir” o el “Motet pour les tréspassés. Plaintes des âmes du purgatorie” a la luminosidad del Magnificat con uno de los fragmentos escrito sobre un pegadizo bajo de chacona. El retorno a la oscuridad de la obra “De profundis” no rebajó el entusiasmo del público, que propició un bis navideño, con el Agnus Dei de una de las misas breves creadas para esa ocasión. Un concierto sobresaliente y excelso que tuvo, desde mi punto de vista, dos detalles no musicales a debatir o mejorar. Todos sabemos que el casco antiguo está casi impracticable en Domingo de Ramos y que la sala “Theo Alcántara” del Teatro Auditorio era quizá la única salida posible, pero no es menos cierto que su excelente acústica y comodidad no terminan de compensar la religiosidad y espiritualidad de otros espacios. También son mejorables las notas al programa, muy pobres, sucintas y poco referidas al concierto en sí.