«Cuenca es de mis lugares favoritos de la vida»

Entrevista a María Rozalén, la artista albaceteña que canta, ya sea en forma de jotas o son cubanos, al amor propio y el autocuidado.

María Rozalén lleva un olivo de la Sierra del Segura tatuado en su tobillo. El «árbol del oro líquido» que lleva consigo, como lo denomina la artista, es la especie manchega que, «aunque tarda en crecer», la representa a ella y a su tierra: parte de su corazón en Balazote, el pueblo de su padre; otro tanto en Letur, el pueblo de su madre y donde nació; y un cachito en Albacete, ciudad en la que se crió. Vuelve a la sierra conquense porque, como bromea, «la cabra tira pa’ el monte». La artista tocará en la capital el sábado 28 de agosto con motivo de las fiestas de San Julián para presentar su último álbum ‘El árbol y el bosque’.

«Todas las entrevistas me dan gusto, pero ‘con paisanicos’ pues más», se muestra cercana la cantante que también tiene un hueco para Cuenca donde «ha vivido cosas muy bonicas» y, especialmente, para Tarancón, pueblo repleto de muchas de sus amistades.  La manchega relata algunas de sus vivencias en la provincia, reivindica el folclore y la vida rural y canta con su voz desgarrada, ya sea en forma de jotas o son cubanos, al amor propio y el autocuidado.

Después de un largo «parón pandémico» vuelve a su tierra manchega a tocar, ¿cuándo fue la última vez que vino a cantarle a las Casas Colgadas?

La última vez fue en Estival Cuenca, en el parador. Luego volví con el programa de Ariel Rodó, ‘Un país para escucharlo’, en el que me canté una jota en la plaza Mayor y también canté con Perales. Esto fue grabado, pero fue muy guay. También volví para grabar el spot de publicidad de Castilla-La Mancha.

¿Cómo se siente al volver por aquí?

Estoy felicísima, ¿cómo voy a estar? Llevábamos tanto tiempo deseando volver a los escenarios… ahora por fin ocurre y estoy súper agradecida.

¿Alguna anécdota que recuerde con cariño de cuando vino a tocar?

Fue muy chulo en Estival Cuenca. Empezó a llover en los bises, creo que quedaban un par de canciones o tres y entonces nos metimos al parador. Acabamos cantando a capela casi. Se creó una cosa súper bonica porque, claro, estábamos todos allí ‘pegaos’, cayó la del pulpo y terminamos el concierto todos ahí ‘junticos’. Hay vídeos de esto.

«El estribillo de Loba tiene un montón de instrumentos folclóricos: bandurrias y muchos de percusión de las cocinas, cómo se tocaba antes: cucharas, sartenes…»

Ha dicho que se cantó unas jotas en Cuenca.

El fandanguillo. El fandanguillo manchego.

En muchas de sus canciones recupera el folclore manchego. En este último disco, ¿también lo hace?

Pues sí, mire, hay dos guiños. El estribillo de ‘Loba’ tiene un montón de instrumentos folclóricos: bandurrias y muchos de percusión de las cocinas, cómo se tocaba antes: cucharas, sartenes… Luego ‘El día que yo me muera’, que es el son cubano, me he basado en letras populares de toda España que hablaban de la muerte. Lo que pasa es que como es una salsa, pues parece otra cosa, pero son coplillas de octosílabos.

De hecho, he visto que tiene muchos ritmos latinoamericanos en este último disco y que incluso versiona a Silvio Rodríguez en un tema. ¿Por qué esta versión?

Es como una tradición en todos mis discos que haya un momento de homenaje a mis maestros, a los cantautores. En el segundo disco fue ‘La belleza’ de Aute, en el tercero fue ‘Volver a los diecisiete’ de Violeta Parra. En este último también quería hacer una versión de uno de mis maestros y pensé en ‘La Maza’ de Silvio’ porque «la maza y la cantera» tiene mucho que ver con «el árbol y el bosque»; con el concepto filosófico del disco.

«La oliva íbamos a cogerla casi toda la familia, el aceite en la sierra es el oro líquido. Yo me siento olivo, aunque tarde tanto en crecer»

Me gustaría que nos contara sobre el concepto de su último álbum, ‘El árbol y el bosque’. He leído que hace un símil del bosque con la sociedad. En la serranía tenemos un montón de árboles autóctonos: chopos, álamos fresnos… ¿Qué especie de árbol es usted?

Mi árbol es el olivo, que tanto tiene que ver con mi tierra. Me he criado en la sierra del Segura. Allí hay mucho almendro, mucho olivo. La oliva íbamos a cogerla casi toda la familia, para mí es muy simbólico y el aceite en la sierra es el oro líquido. Yo me siento olivo, aunque tarde tanto en crecer. De hecho, lo tengo tatuado en el tobillo porque quería hacerme algo que simbolizara a mi tierra.

Y dentro de este bosque que es la sociedad, ¿cómo cree que podemos sembrarnos?

Pues mira en el disco doy claves así como terapéuticas… que yo me tengo que aplicar el cuento, ¡porque no lo consigo! Por ejemplo, hay muchos mensajes en ‘Y busqué’ lo de: «la respuesta estaba dentro de mí», «siempre busco fuera lo que nace dentro», «a ver si aprendo a escuchar el silencio, pasar más tiempo sola», «que mis días felices no dependan del deseo de los demás»… Que si no me sale del corazón, pues no hacerlo ¿no? Dedicarme más tiempo a mí, a cuidarme, a quererme. Hay muchas claves que pueden invitarte a cuidar el arbolito.

‘Y busqué’ justamente es la canción que suena en la campaña de turismo de Castilla-La Manca, ¿alguna vez «se ha encontrado» en algún lugar de la provincia de Cuenca?

Pues bastante. Tengo mucha debilidad por la ciudad de Cuenca. He vivido cosas muy bonicas y me gusta mucho esa ciudad. Me sienta bien pasearla, me gusta mucho la gente de allí, que es súper noble. Por ejemplo, en Tarancón tengo muchísimos amigos. Caño-on Festival ha sido uno de los festivales donde y empecé a tocar. Ahora voy a quedar fatal, pero me hicieron hija predilecta; bueno, ¡que soy muy bienvenida! [entre risas]. Hay un balneario que también me gusta mucho… no sé allí me siento como en casa, lo siento mi lugar.

«Estoy encontrando mucha paz y mucha respuesta cuando me pierdo en la montaña. Cuando me pego una ruta de muchas horas, es lo que me está quitando el estrés, la ansiedad…»

¿Y  qué le parece que ahora muchos pueblos de la provincia se hayan convertido en la España vaciada?

En lo que a mí me toca duele mucho. Hay peligro de que se cierren los coles. Se está muriendo un montón de gente mayor de los pueblos. No vienen a repoblar porque hay falta de medios y necesidades básicas que, claro, dices: ¿cómo va a venir aquí una familia con niños pequeños? Si pasa algo, el ambulatorio más cercano está a cuarenta minutos. Me parece un problema gravísimo.

Con la pandemia, también creo que hay gente que se ha replanteado la vida y que la calidad de vida en los pueblos más rurales es mucho mayor y es más barato. Creo que hay mucha felicidad en la infancia… muchas ventajas. Hay que seguir reivindicando que necesitamos que den facilidades para poder acceder a cosas tan importantes como que haya internet en un pueblo o como que haya buena comunicación.

Por la parte que me toca, hay muchísimos problemas porque se han descuidado muchas cosas. Si fuera de otra manera, pues más gente joven se animaría a volver a los pueblos. Ahora en verano, tú vas a mi pueblo [Letur] y está ‘petao’, pero vas en navidad y es que no se oye nada, y eso da mucha pena.

Volviendo al tema del álbum  hablando de búsquedas y encuentros: en las canciones de tu último disco relatas la historia de ‘aves enjauladas’ y ‘de alcanzar cimas’. ¿A qué se refiere con estas metáforas?

‘Aves enjauladas’ es la canción que hice en el confinamiento, que yo pensaba que no iba a meterla en el disco, pero al final es la que lo cierra. Es como me sentí: esa sensación de decir no puedo salir de casa, toda esa incertidumbre; todos los planes que tenía de aquí a dos años no van a ser esos, van a ser otros… Ya no son solo los ‘pajaricos’, sino mucha gente que se siente así: ‘encerrá’.

Y lo de «alcanzar la cima», yo estoy encontrando mucha paz y mucha respuesta cuando me pierdo en la montaña. Cuando me pego una ruta de muchas horas, es lo que me está quitando el estrés, la ansiedad… Y este disco, como tiene tanto de autocuidados, pues he incluido mucha metáfora de naturaleza. Al final la cabra tira pa’l monte.

«Loba se la he escrito al opresor: al que intenta reprimir, al que piensa que el odio es el camino»

Bueno no solo de naturaleza, también habla de lobas, aullidos y dientes afilados…

Sí. Esa canción, ‘Loba’, se la he escrito al opresor: al que intenta reprimir, al que piensa que el odio es el camino. El odio, el castigo, el bozal… creo que la historia no para de decirnos que no, que las cosas se consiguen mejor de otra manera. También hago un guiño a toda la gente que me manda callar cuando yo quiero decir simplemente lo que opino.

De cara a terminar, con libertad de palabra, ¿le gustaría lanzar algún mensaje a sus seguidores conquenses antes del concierto de las tan esperadas fiestas de San Julián?

Un mensaje de gratitud. Si vienen a vernos que se preparen porque, vamos, ¡les prometo que les voy a hacer pasar una noche increíble! Llevamos trabajando mucho tiempo. Yo soy muy feliz en el escenario y siento muchas cosas, al final eso se transmite. ¡Y que es de mis lugares favoritos de la vida Cuenca!, cuando uno también se encuentra en un lugar donde está realmente a gusto, yo creo que se nota. Asique, que se traigan unos ‘clines’ por si acaso les hace llorar, que parece ser que también hago llorar, y espero que vayan con mucha alegría, con mucho colorido y mucha gana de vivir.