Cuando el Premio Cervantes 2023, Luis Mateo Díez, glosó en un relato las Pinturas Murales de Alarcón

El galardonado también participó en la representación de "Los Filandones Literarios" que tuvo lugar en el Auditorio durante la Feria del Libro de 2010

El jurado del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes ha otorgado a Luis Mateo Díez el Premio Cervantes 2023. Concedido por el Ministerio de Cultura y Deporte, el galardón está dotado con 125.000 euros. El jurado le ha otorgado el premio a Luis Mateo Díez por “ser uno de los grandes narradores de la lengua castellana, heredero del espíritu cervantino, escritor frente a toda adversidad, creador de mundos y territorios imaginarios”.

“Con una prosa, una sagacidad y un estilo que lo hacen singular en la consideración literaria del más alto vuelo, Luis Mateo Díez sorprende y ofrece continuos y nuevos desafíos con los que traspasa el ámbito de la fantasía y adquiere realidad en los lectores, que se apropian de su universo creativo. En sus creaciones sobresalen la pericia y el dominio indiscutible del lenguaje, que el autor acredita en una escritura en la que mezcla con maestría lo culto y lo popular. Un estilo propio, exigente, de gran originalidad, donde prevalece el humor expresionista, paródico o esperpéntico como el mejor resorte para relativizar lo que sucede, y que conlleva una perspectiva lúcida y ambigua que permite comprobar la complejidad de la condición humana”, ha reconocido el jurado.

El premiado es el autor de un micro relato dedicado a las Pinturas Murales de Alarcón, obra de Jesús Mateo, bajo el título «La Iglesia Encendida» en el año 2000. La vinculación del galardonado con la ciudad de Cuenca se materializa también en su participación en «Los Filandones Literarios» en el Auditorio de Cuenca con motivo de la Feria del Libro de 2010 junto a José María Merino y Juan Pedro Aparicio. La Feria del libro de Cuenca revivía esta tradición, vinculada a reuniones vecinales de invierno que tenían lugar en las cocinas de algunas casas y al calor de la lumbre, gracias a los tres protagonistas quienes unían su imaginación y su capacidad narrativa para ofrecer un grato intercambio de historias.

Biografía

Luis Mateo Díez (León, 1942) es uno de los escritores más prolíficos del panorama literario español. Además de sus dos libros poéticos, cuenta con una obra narrativa, autobiográfica y ensayista que han sido objeto de importantes premios narrativos. Dos veces premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa, Premio Francisco Umbral y Premio Café Gijón, entre otros. En 2020 le fue concedido el Premio Nacional de las Letras Españolas.

Entre sus obras más destacadas se encuentran “Las estaciones provinciales” (1982), “La fuente de la edad” (1986), los cuentos reunidos en “Brasas de agosto”, “Las horas completas” (1990), “El expediente del náufrago” (1992), “El espíritu del páramo” (1996), la autobiográfica “Días del desván” (1997), el ensayo “El porvenir de la ficción” (1999), los relatos “Las lecciones de las cosas” (premio Miguel Delibes 2004) o los más de ochenta cuentos reunidos en “Vicisitudes” (2018). Sus últimas novelas son “Los ancianos siderales” de 2020 y “Mis delitos como animal de compañía” de 2022.

«La Iglesia Encendida» (Extracto)

El templo estaba encendido.
Su fulgor rebosaba en la noche sin que la piedra fuera
incapaz de evitarlo.
No es que la piedra hubiese cedido su consistencia ni
estuviese cristalizada, el fulgor la trascendía, ya se sabe que en
los sueños el reflejo de la materia revela espejos imposibles, la
actividad de soñar no respeta siquiera las leyes de la
Naturaleza, lo opaco brilla, el hielo quema, la luz no es el
reverso de la oscuridad sino la oscuridad misma.
Supe que ese fulgor irradiaba desde las paredes
interiores del templo, cuando estuve dentro, alguien había
encendido los lienzos de piedra, la urna herreriana contenía
los signos de un mural que había crecido por las paredes como
una yedra de colores derramada e invasora.

La suerte de soñar también conlleva la suerte de mirar
de otro modo, la posibilidad de sentir lo que en el irrealidad
adquiere otro sentido, como si el sueño no interpusiera ningún
sentimiento vicario, apenas la inquietud de lo que puede verse
desde la otra orilla.
Un mundo de contrastes, una pugna de colores, lo
sencillo y lo complejo, la luz y la tiniebla, lo que nace y lo que
acaba, lo verdadero y lo mentiroso, la tierra, el fuego, el agua,
la vida y, sobre todo, la noche de la que todos venimos.
Estuve muy cerca de convertirme en un soñador
experto. La iglesia encendida no era exactamente la lámpara
maravillosa, pero en el fulgor había suficientes contraseñas
para contemplar un laberinto que sugiere esa señales
misteriosas de nuestra memoria, de nuestra memoria mítica
.