Armonía Concertada, arte y divino aposento

La combinación de un templo tardogótico de acústica perfecta, el arte informalista de Torner y la música tan exacta como anhelante de Josquin Desprez (1450-1521) creó la mística que hace tan auténtico este festival

Manuel Millán de las Heras

El Espacio Torner abrió sus puertas a la 60 edición de la SMR. Este templo reconvertido en un increíble espacio de arte contemporáneo y dedicado a uno de los grandes maestros de la vanguardia pictórica española, conserva toda su magia y su acústica, esa misma que le llevó a ser el gran centro de la música sinfónica y coral de nuestra ciudad hasta la construcción del Teatro Auditorio en 1994.

La combinación de un templo tardogótico de acústica perfecta, el arte informalista de Torner y la música tan exacta como anhelante de Josquin Desprez (1450-1521) creó la mística que hace tan auténtico este festival. El concierto de la agrupación argentina afincada en España, Armonía Concertada, se centró en la música del maestro franco-flamenco y sus adaptaciones para voces y vihuela, conservadas en los tratados de Luys de Narvaez y Miguel de Fuenllana en 1538 y 1554 respectivamente, además de adaptaciones realizadas por el propio vihuelista de la agrupación: Ariel Abramovich. El programa se completó con otras adaptaciones de composiciones españolas del siglo XVI (Morales y Peñalosa) realizadas a partir de partituras del propio Josquin.

“Arte y divino aposento” fue el título del concierto, en el que pudimos disfrutar los sonidos de la extraña vihuela en Re –un tono más grave que la más habitual vihuela en Mi— además de la común vihuela en Sol. Los timbres tenues pero firmes conseguidos por Abramovich se ensamblaron con las dos voces de la soprano María Kichr y el tenor Jonatan Alvarado. En un exquisito ejercicio de estilo, atacaban siempre la nota con suavidad, inflando poco a poco intensidad y eludiendo los vibratos. El resultado, la más sutil delicadeza, un empaste nítido y una dulzura espiritual, artística y divinamente aposentada. El bis de Juan Vázquez redondeó una noche encantada y me hizo recordar cuando, siendo un adolescente, salía de los conciertos de este templo y observaba el casco antiguo por la noche. La belleza llamando a la belleza.