El 27 de marzo, en pleno confinamiento, nevó levemente sobre la ciudad de Cuenca. Por ese motivo, y porque era el Día del Teatro, Marisa Rubio y Águeda Lucas, dos conquenses que compartían cada día práctica deportiva casera por videoconferencia, decidieron ponerse unos gorros de invierno, unas bufandas y unos guantes antes de comenzar su entrenamiento. La idea era “hacernos una foto y unos vídeos, por hacer la gracia con amigos y compañeros”.
A partir de esa primera experiencia casual, Marisa sugirió que podían continuar disfrazándose de alguna forma todos los días. Y así lo hicieron, día tras día con la única excepción de los domingos, hasta el pasado viernes, 29 de mayo, cuando decidieron poner fin a la iniciativa. Hasta 55 disfraces diferentes.
“Los hemos hecho de lunes a sábado sin fallar ni un día, vinculado al crossfit que practicábamos en casa por las mañanas con los WODs que nos mandaba Alberto, el entrenador de nuestro Box (XcellentBox Cuenca)”, detalla Águeda. Cada jornada compartían en sus redes sociales una fotografía de su vestimenta, ayudando a poner una nota de color al obligado encierro doméstico.
Los primeros días optaron por un atrezo muy sencillo, como caretas, porque realmente pensaban que no iban a durar tanto. También documentaron para el recuerdo sus entrenamientos con ropa deportiva. Luego se acordaron de una fiesta que les encanta y a la que suelen asistir, las Fallas de Valencia, cuya suspensión les dolía mucho, por lo que se vistieron de falleras como recuerdo y exaltación de esa tradición. Y a partir de ahí comenzaron con lo que han venido llamar en “disfraces-homenaje”. Atuendos temáticos con los que mostraban su reconocimiento y agradecimiento a algún colectivo.
El primero, “estaba claro”, fue el de los sanitarios y toda la gente que estaba luchando contra el coronavirus en los centros sanitarios. Como no querían a dejar a nadie fuera y su deseo era que la representación fuese lo más amplia posible compartieron una lluvia de ideas para elaborar un listado de grupos a representar. También consultaron los días internacionales que están marcados ya en el calendario, como el Día del Autismo, que fue el primero de ese estilo. Y en ocasiones también tiraron de improvisación.
Había dos condicionantes para la selección de los atuendos. Uno instrumental: el disfraz debía poder componerse con el material que tenían en casas y leñeras ya que con el confinamiento y las tiendas cerradas no había posibilidad de adquirir ropas o complementos adrede para la iniciativa.
“Todo el material que hemos usado en los disfraces, todo, estaba en nuestras casas, armarios, leñeras… Hemos tirado de imaginación sobre todo”, enfatizan. Resaltan Lucas y Rubio que se han dado cuenta de que con “una bata, tipo médico, una camisa blanca y algo parecido a una capa negra, se pueden hacer maravillas”. Les ayudo también su bagaje en campamentos y carnavales trabajando la creatividad y “consiguiendo mucho con poco”.
El otro condicionante era de carácter iconográfico: los disfraces deberían ser reconocibles para el gran público sin demasiadas explicaciones. Admiten que en algunos casos han caído en la representación tópica, pero siempre con el objetivo de que se entendiera.
Así, durante estos días se han transformado en niñas de Primera Comunión, graduadas académicas, miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, panaderas, personajes de obras de arte, embarazadas, cocineras, abuela (y abuelo), chulapas, cocineras, músicas, nadadoras, docentes, abejas, reporteras, serranas, abogadas y un largo etcétera.
Las reacciones, como es lógico no se hicieron esperar. En el ámbito doméstico relatan que sus padres “han flipado un poco por todo el lío o caos que conllevaba a veces buscar el material, pero luego por ejemplo hacían sugerencias o ayudaban a buscar cosas”. Sus amigos saben que “les gusta mucho la farándula” así que no se han sorprendido, pero sí que ha habido días que les han felicitado o se han reído mucho.
“Y en general en las redes sociales ha habido gente que todos los días nos comentaba algo o ponían emoticonos”. Al principio Águeda no se creía mucho que hubiera gente a la que le importara esto, pero poco a poco han ido viendo que había bastantes personas que veían las fotos. Incluso algunos que estaban expectantes por cada día se vestían, “A raíz de los comentarios y de que ha habido muchas personas que nos han dicho que esta iniciativa les hacía sonreír durante el confinamiento, decidimos seguir sí o sí cada semana, relatan. Marisa destaca también que gente de los colectivos representados les mostraba su agradecimiento.
“No esperábamos esta repercusión, al principio más bien lo hacíamos por nosotras, por entretenernos y pasar un rato divertido antes del deporte, pero poco a poco hemos ido viendo que tenía más repercusión de las que pensábamos. Entonces casi se convirtió en una “obligación” atender a nuestro público”, ríen.
El caso, concluyen, “es que lo hemos pasado genial, pensando, creando y viendo la respuesta de la gente porque”. Se dieron cuenta de que “era muy importante en unas semanas en que no se podía salir ni ver a nadie animar y alegrar a la gente, sacarle una sonrisa”.