La accesibilidad universal en el espacio público es un objetivo en el que se ha avanzado notablemente en las últimas décadas, pero que aún cuenta con muchas tareas pendientes. Y en la ciudad de Cuenca, presenta sus propios retos: una orografía marcada por las elevadas cuestas, la abundancia de edificios antiguos como sede de lugares administrativos o de ocio, procesos que quedan a medias en espacios de nueva construcción y la falta de mantenimiento de los servicios que ya se prestan, además de la lentitud para acometer nuevas mejoras.
David Culebras y Ascensión López, el vicepresidente y la secretaria de Aspaym Cuenca, una organización que representa al colectivo de personas con discapacidad física en la provincia, nos dibujan un recorrido por la ciudad calzados en sus zapatos, uno en el que a la abundancia de escalones físicos se suman además otros figurados y más difíciles de percibir, como la falta de escucha y empatía. David y Ascensión son además el ejemplo de que los problemas de movilidad pueden manifestarse de diferentes formas: él va en silla de ruedas y ella en ocasiones recurre a este apoyo y en otras se ayuda de una muleta.
La parte antigua de Cuenca, una dura prueba
La parte más complicada de este recorrido se encuentra en su parte más antigua, el Casco Histórico. Ascensión expone que “nosotros no podemos subir a casi nada, ¿cómo subimos?”, y apunta a grandes citas de la vida conquense como Semana Santa o San Mateo, en las que, a las dificultades habituales en contextos con gran aglomeración de personas, se suma la imposibilidad de acceder y disfrutar como uno más del evento.
Además de lugar de encuentro, la parte vieja de la ciudad acoge gran parte de la oferta cultural. De la Catedral, una de sus joyas, denuncian la falta de una rampa para superar el tramo de escaleras, lo que obliga al acceso por la parte de arriba, a la altura de la posada de San José. Otro ejemplo es el Museo de las Ciencias, del que indican que “está adaptado muy bien”, pero al que no es posible acceder si no es por el ascensor del parking, en caso de que esté en funcionamiento.
Hasta el propio Ayuntamiento, en el que se instaló una rampa y es accesible en la mayoría de sus zonas, presenta estancias a priori vetadas para las personas en silla de ruedas. “Al Salón de Plenos no puedo subir”, afirma David, y añade que en caso de intentarlo se requeriría un gran esfuerzo.
La parte nueva, algunos logros y varias tareas pendientes
En los edificios modernos se ha avanzado en comparación a los antes mencionados, pero la lista de mejoras que garantizarían su uso autónomo sin importar la condición física parece que aún no acaba de completarse. Uno de los ejemplos más notables es el Auditorio, que está planteado para ser accesible pero aún así presenta carencias, subraya David, como que los baños adaptados solo se encuentren en la segunda planta o que no haya una rampa a los vestuarios. Pese a ello, valora los avances y que “nos han pedido consejo, cosa que agradecemos”.
El ocio deportivo en la capital conquense es otro desafío. El vicepresidente de la asociación señala los campos Joaquín Caparrós y Obispo Laplana a modo de muestra de las situaciones más comunes: “En el campo de Las Quinientas hicieron la rampa, pero voy a entrar dentro y escalones a los lados. Vas a “La Bene» y cuando vas a entrar, hay un escalón. Me lo han rebajado pero ahora se ha hecho un socavón y no se puede pasar. Por una cosa u otra hay inconvenientes.”
Y en los bares y comercios también queda camino que recorrer. David expresa que las personas con movilidad reducida van trazando su particular mapa de la ciudad, y evitan los lugares inaccesibles o sin espacios adaptados. Incluso en una tienda tan icónica del centro de Cuenca, como es Mango, cuenta con unos escalones a su entrada. Aunque se puede acceder por la parte trasera, tanto David como Ascensión coinciden en señalar la injusticia de no poder entrar a los establecimientos como el resto de ciudadanos. Asimismo, se detienen en los baños, ya que gran cantidad de bares y restaurantes no cuentan con sus instalaciones adaptadas.
En esta lista de tareas pendientes, además de calles, aceras y edificios, se incluyen los servicios de transporte. No todos los autobuses, indican, cuentan con rampas y cuando sí se dispone de estas, en muchas ocasiones adolecen de falta de mantenimiento, por lo que no están operativas. David se detiene igualmente en el caso de los taxis, por la dificultad para encontrar vehículos adaptados y por los precios de la carrera, que percibe que son más elevados cuando se atiende a personas con discapacidad física.
En cuanto a la mejoras ya emprendidas, señalan que en edificios públicos como el de Hacienda ya se puede acceder, que el Hospital de Cuenca cuenta desde hace un tiempo con habitaciones adaptadas, tras muchas presiones por parte del colectivo, o que en la mayoría de colegios las instalaciones están preparadas, aunque haya zonas que sigan siendo impracticables para una silla de ruedas. La incorporación de algunos cajeros automáticos adaptados como los de Globalcaja en la calle Alicante es otro de los triunfos. También hay avances en el casco antiguo, con las mejoras de accesibilidad en el Puente San Pablo.
Pero incluso cuando se soluciona un problema, otros aparecen: “Hay zonas que han hecho los pasos elevados en rebajes. (…) Lo han hecho en zonas modernas como subiendo al Museo Paleontológico, hay zonas que han hecho los elevados en los rebajes, eso es un peligro”, denuncia David. Y continúa: “Te hacen una plaza de discapacitados al lado de un paso de peatón y hay un escalón. Y dices, ¿cómo subo?”.
Para concluir, Ascensión y David apelan a la empatía de los conquenses, que serviría para evitar muchas situaciones problemáticas para ellos. Desde el uso irregular de plazas de parking para discapacitados, hasta las reticencias en las comunidades de vecinos para emprender mejoras en sus edificios.
Una de las últimas situaciones de este tipo, que afirman no entender, es la colocación de un macetero y una señal de prohibido en un acceso a la Plaza del Romero, para evitar, denuncian, que ingresen con su furgoneta. La asociación hace uso de un centro allí situado y necesitan que la descarga de personas, todas con un alto grado de discapacidad física, sea lo más cerca posible de la entrada.
Asunción lamenta que la suma de todos estos elementos, con el añadido de otros factores incontrolables como las inclemencias climáticas, “es una cadena, una rueda” que le lleva a decir “vale, pues no salgo de casa”. Y cree que “a Cuenca le ha venido grande muchas cosas de la discapacidad”. Aun con todo, ambos siguen planeando acciones futuras para concienciar a la sociedad y mejorar la accesibilidad en la ciudad Cuenca, como la elaboración de una lista detallada de las zonas que presentan problemas.