Cada año, cuando la Semana Santa empieza a asomar en el calendario, hay un gesto que en silencio inaugura la tradición. Es el momento en que un grupo de hermanos de la Hermandad del Prendimiento de Cuenca se adentra en el campo para recoger las ramas de olivo que, días después, acompañarán al Beso de Judas el Miércoles Santo, en su paso por las calles de la ciudad. Un detalle que, aunque a ojos del público pueda parecer sencillo, lleva detrás mucho más que un paseo por el campo.
Pedro Culebras lleva alrededor de veinte años dedicando su tiempo a esta tarea. No recuerda con exactitud cuándo fue la primera vez, pero sí sabe que desde entonces no ha faltado a ninguna cita. “Empezó porque hacía falta y yo tenía vehículo disponible, así que fui. Desde entonces, todos los años he ido, gracias a Dios. Y que Dios quiera que podamos seguir yendo”.
Para Pedro, esa jornada es mucho más que cortar ramas: es el momento en que, para él, realmente arranca la Semana Santa. Junto a sus compañeros, selecciona cada rama con cuidado, buscando que tengan la forma y la altura adecuadas para que el paso luzca en todo su esplendor. “Nuestro paso tiene que llevar una altura determinada, y cada rama tiene que ir orientada de una manera para que el conjunto quede bien. Es como ir dando forma al olivo, siempre pensando en cómo mejor acompañará a la imagen”.

El lugar habitual para la recogida es la zona de Albaladejo del Cuende, aunque a veces cambian de paraje según las circunstancias o la voluntad de los hermanos. “Normalmente donde vamos hay muchos olivos, así que se trata de ir mirando, seleccionando, y luego cortar y cargar”, cuenta Pedro, que reconoce que cada vez que ve las ramas colocadas en el paso siente algo “maravilloso”, la emoción de saber que su trabajo ha contribuido a crear ese instante tan especial.
Nacho Hernández: «Es algo que se vive de una forma muy especial»
La tradición se mantiene viva gracias a veteranos como él y a las nuevas generaciones que han sabido recoger el testigo. Nacho Hernández Martínez es uno de esos jóvenes que, desde hace ya ocho años, no falla a la cita. Comenzó casi por casualidad, invitado por otros hermanos. “Empecé a ir, y la verdad es que esto te va enganchando poco a poco. Ves las ramas, las eliges, y cada vez quieres aprender más”.
En su caso, fue otro hermano, Ignacio José Monleón, quien le enseñó a seleccionar las ramas adecuadas. “Cada año me decía: mira, esta está bien porque sube de esta manera, o esta otra gira hacia tal lado. Así, poco a poco, vas aprendiendo”.
Para Nacho, saber que esas ramas que él ha elegido serán las que arropen la imagen durante la procesión es una sensación difícil de describir: “Es una satisfacción muy grande. El saber que esas ramas que hoy, Domingo de Ramos, colocamos en nuestro misterio serán las que después acompañen la imagen el Miércoles Santo, es algo que se vive de una forma muy especial”.
El ambiente en el campo, la convivencia, las anécdotas y la ilusión de preparar cada detalle hacen que este gesto, que para muchos podría pasar desapercibido, se haya convertido en uno de los momentos más esperados por quienes forman parte de esta hermandad. Un símbolo de implicación y de tradición que, como Pedro dice, “hay que mantener de por vida”.
Más allá de la recogida, ambos coinciden en la importancia de la implicación de todos los hermanos. “Tenemos la suerte de que contamos con un grupo joven maravilloso, que siempre está dispuesto a ayudar”, destaca Pedro, quien también ha vivido la Semana Santa desde dentro, como miembro de la Junta de Diputación y como capataz.
Este año, cuando se cumplen 120 años del Prendimiento, tanto Pedro como Nacho se sienten orgullosos de formar parte de una historia que sigue escribiéndose cada primavera. Una historia que no solo se cuenta en procesiones y estampas, sino en cada rama de olivo que, con mimo, decora el paso y simboliza el esfuerzo, la unión y la fe de todos los que la hacen posible.











