El Casco Antiguo de Cuenca cuenta con un hotel boutique con la denominación de Palacio de Bobadilla resultado de la rehabilitación llevada a cabo sobre un edificio antiguo ubicado en la calle Andrés de Cabrera,9. El proyecto está promovido el que fuera diputado nacional del PP por Cuenca y ministro de Justicia y Fomento, Rafael Catalá, junto a su mujer Lourdes López. El inmueble cuenta con nueve habitaciones en varias plantas y una superficie aproximada de 900 metros cuadrados. Redondo Arquitectos ha sido la empresa encargada de la profunda reforma que ha sido necesaria para transformar el vetusto edificio en un atractivo y moderno establecimiento hotelero.
La apertura al público está prevista para el próximo 1 de febrero tras una inversión total que ronda un millón de euros. Catalá ha indicado que el proyecto se gestó tras finalizar su etapa como diputado nacional por Cuenca y ministro. «En la provincia de Cuenca y en la ciudad, en particular, había generado muy buenas relaciones de amistad. La verdad es que me sentí siempre muy bien tratado, muy querido…y uno de mis compromisos fue seguir yendo por Cuenca, no desaparecer. Quería mantener los vínculos personales y me pareció que una de las maneras de fortalecer ese vínculo sería el intentar promover algún proyecto, un proyecto empresarial. Le estuve dando vueltas a cómo mantener vivo el vínculo con Cuenca y surgió la oportunidad». La propuesta surgió vinculada al sector turístico «dado el potencial que tiene Cuenca, el Casco Antiguo de Cuenca. La oferta de alojamientos turísticos tampoco es muy amplia y los hermanos Redondo, Miguel Ángel y Javier Redondo, me ayudaron a identificar una oportunidad que era la de adquirir un inmueble que a diferencia de otros establecimientos turísticos no era un piso sino un edificio completo que permitiría una rehabilitación completa del inmueble y, por otra parte, no generaría molestias con los vecinos, ya que un apartamento puntual en un bloque a veces genera tensiones».
El proyecto cuajó y hace aproximadamente tres años se procedió a la compra del inmueble para afrontar el posterior trabajo de restauración del edificio. «Creíamos que la oportunidad de rehabilitar un edificio en el Casco tenía también un sentido de recuperación de patrimonio, de crear un nuevo recurso turístico para la ciudad. En total, la inversión está en torno a un millón de euros aproximadamente. Hemos ido a buscar financiación bancaria lógicamente porque somos funcionarios, no somos ricos. También hemos acudido a unas líneas de ayuda de Castilla-La Mancha, Adelante Inversión, que es un fondo que convoca la Consejería de Economía y Empresas, cofinanciado con el FEDER, y hemos recibido una ayuda también por lo que tiene de inversión, de mejora de la productividad y rehabilitación de patrimonio y creación de empleo».
Nombre con trasfondo
Tras un intenso trabajo de acondicionamiento, el próximo 1 de febrero es la fecha elegida para la apertura al público de este nuevo recurso turístico de la ciudad. «Es el día en el que empezamos a estar operativos 100%. El proyecto se ha llevado a cabo a través de una empresa de la que soy el accionista pero Lourdes es el alma del proyecto tanto en convencerme para hacerlo como luego en toda la elección de materiales, proyectos, decoración… tiene mucho que ver en todo esto». Uno de los objetivos ha sido que el empleo generado por este iniciativa beneficiase a Cuenca y a las empresas conquenses. «El estudio de arquitectura que lo ha llevado a cabo es de Cuenca. La empresa constructora es de Cuenca. Los suministradores de materiales son todos conquenses. La carpintería, por ejemplo, es de Valera. Las camas y los colchones son de Motilla. Hemos intentado que todo se quede aquí».
El Palacio de Bobadilla, la denominación elegida para su puesta del largo, no es casual y está íntimamente ligado al lugar en el que está emplazado. «Uno de los desafíos era ponerle un nombre y acertar. Le dimos muchas vueltas. Leyendo la historia de Cuenca y preguntando a amigos conquenses identificamos que la calle Andrés de Cabrera está destinada a una persona muy importante en la época de los Reyes Católicos que se casó con Beatriz de Bobadilla. Como pasa tantas veces en la historia, los personajes relevantes a veces no salen a la luz. Ella era la mujer de confianza de la reina Isabel la Católica, fue una mujer de gran influencia. Nos pareció un guiño, un reconocimiento histórico a una mujer importante, a una mujer de Cuenca. Y había un guiño también al papel de la mujer muchas veces tapado por la cultura de otras épocas».
Catalá ha reconocido sentirse muy satisfecho con el resultado final. «Los arquitectos han hecho un trabajo extraordinario y la empresa constructora ha hecho un trabajo de ejecución fabuloso. Actuar sobre el patrimonio histórico no es nada fácil. Te tienes que someter a algunos controles lógicos. Hemos ido a un modelo de eficiencia energética, entre comillas, limitado. Hemos ido a un sistema de aerotermia, porque no puedes poner paneles solares en los tejados del Casco. Hemos podido racionalizar la fachada, hemos puesto madera en las ventanas, hemos mantenido las vigas antiguas que tenía el edificio… En mi opinión, creo que ha quedado muy bonito y es un edificio que mejora, que aporta a la estética del Casco , a la oferta turística, y creo que para los clientes va a ser muy satisfactorio».
Proceso detallado y pausado
Javier Redondo Soria, encargado de los trabajos junto a su hermano Miguel Ángel, rememora el inicio de un proyecto que ha contado con un plazo de ejecución de un año y medio. «Nos encontramos con un edificio que era de varios propietarios y estaba en un estado bastante precario. Faltaban zonas de forjado, tenía vigas y pilares podridos, en la planta baja el forjado estaba sujetado con puntales… Entonces, lo que hicimos fue una rehabilitación integral levantado los suelos, tirando tabiquerías, hemos reforzado toda la estructura, hemos hecho de hecho una cubierta nueva y, todas las instalaciones son nuevas. También hemos mejorado la accesibilidad, se ha instalado un ascensor y el resultado final es un complejo hotelero actual, adaptado a las necesidades actuales, con nuevas habitaciones bastante amplias, luminosas, en las que además se ha respetado mucho el edificio histórico».
Una de las señas de identidad es el artesonado que ha quedado a la vista en algunas de las dependencias. «Fue una sorpresa. Tiramos el falso techo de una cocina y nos encontramos con un artesanado maravilloso. Primero por nuestra forma de trabajar y segundo, también por las directrices que nos marcaba la propiedad, la idea era hacer algo moderno pero muy respetuoso con la tradición y la historia de la ciudad. Y en esa línea hemos ido conjugando un poco la tradición con un espacio moderno».
La naturaleza del proyecto ha obligado a un detallado y pausado proceso para alcanzar el objetivo planteado. «Desde el arranque de obra hasta tener todo acabado estamos hablando de año y medio. Al final, lo que ocurre que este tipo de intervenciones es que nos hemos encontrado sorpresas y, por lo general, no eran buenas. En el tema de la fachada, era amarilla e iba en contra un poco del criterio de la Plaza Mayor, de esa policromía cuando subes la calle. Estuvimos estudiándolo con Patrimonio, haciendo además catas de los colores previos, y se justificó ese cambio de color para precisamente favorecer esa policromía dentro de una gama armoniosa». Otro de los cambios se ha producido en la fachada. «Había pocos balcones, ventanas muy pequeñitas y no estaban dispuestas en cuadrícula. Estaban un poco aleatorias, con un diseño un poco más gótico, y era la única fachada de toda esa calle que seguía ese trazado. Entonces lo hemos cambiado para que cumpla las normas del Casco Antiguo en diseño de fachadas».







