Este jueves la psicóloga Rocío Ramos-Paúl, conocida por protagonizar el programa de televisión ‘Supernanny’, impartirá una charla informativa dirigida a padres y educadores de Cuenca capital. La actividad está programada a las 18:30 horas en el Centro Cultural Aguirre y pone el foco en evitar el consumo de alcohol en menores. En esta entrevista, aborda aspectos relacionados con la temática del encuentro así como otros relacionados con la crianza de los jóvenes en la adolescencia.
¿A quién va dirigido el encuentro de este jueves? ¿Cuáles son los objetivos?
El encuentro es para saber cómo hablar de alcohol con tu hijo adolescente o con tu hijo menor de edad. Cabe cualquier padre que le interese, tanto el que los tenga en edades que van de botellón, como en los años previos. También los padres que tengan hijos de dos o tres años y quieran saber qué va a pasar.
¿A partir de qué edad empiezan ahora los adolescentes a hacer botellón? ¿Cada vez más jóvenes?
No. El estudio en el que nosotros nos fijamos dice que 13,8 años de media. Cuando empezamos con esta campaña hace una década, la cifra de este mismo estudio estaba en los 13 años, o sea que ha subido. Y luego también es verdad que va en aumento una pequeña corriente que habla de chavales que no consumen ni una gota de alcohol, son abstemios.
Sí es verdad que el alcohol se sigue asociando al ocio en grupo. Entonces ahí la hemos liado, porque tienen unas edades, sobre todo entre catorce y dieciséis. En esa etapa la autoestima depende de cómo se van identificando con el grupo. Y si el ocio es el botellón… la tenemos liada.
«Los adolescentes ahora son más impulsivos y tienen más ira que hace un tiempo»
¿También en jóvenes un poco más mayores?
Con 17 y 18 años les suelo decir a los padres, que me río mucho con ellos, que el grupo tiene menos peso porque aparecen las parejas y se van a dar paseos con ellas y a hacer planes.
Y además es que tienen una edad en la que les es muy difícil decir que no o parar, porque son especialmente impulsivos. Y quizá eso sí que lo tenemos ahora, adolescentes con más impusividad y más ira que hace un tiempo.
Como tienen que desarrollar el ‘Párate, piensa y actúa’. Es decir, pararse y pensar que les van a castigar si beben, o no beber porque al día siguiente tienen un partido. Y buscar un plan alternativo, como darse un paseo. Dicen directamente que sí aunque hayan salido de casa pensando que no iban a beber, y una vez que dicen que sí, no van a pararlo. Y entonces entramos en el atracón, empiezan a beber y no paran.
¿La estrategia que recomienda que los padres enseñen a los hijos es el ‘Párate, piensa y actúa’, imagino que desde antes de que lleguen esas edades conflictivas?
No es mío, ya me gustaría a mí. Pero sí, es la forma en la que trabajamos en el despacho con los que son impulsivos. Porque hay un momento, y este es el suyo, en el que todos tienen que desarrollar la responsabilidad. Entonces, tienen que aprender que primero hay que pasar por el cerebro. Y no está de moda pasar por el cerebro, está de moda y hacer lo que les apetece o como lo dicen ellos, ‘lo que les sale’.
Hay que entender que hay gente que hasta los 25 o 31 años no desarrollan esa capacidad de pararse, pensar y luego actuar. Pero a ellos les toca adquirir esa habilidad y es muy difícil que con esa edad de inicio de consumo que se den cuenta de las consecuencias que tiene para ellos el consumo de alcohol.
«Hay que poner límites y normas a los adolescentes: si las ven justas, las cumplirán aunque protesten»
Sobre todo porque el alcohol es especialmente destructivo cuando hay ciertos hábitos y a largo plazo.
Claro. Una de los deberes que yo mando a los padres es intentar enterarse de lo que sus hijos hacen en la calle. Y para eso no pueden estar interrogando porque entonces se cierran en banda. Ni tampoco sentando cátedra y dando lecciones de vida permanentemente porque parecerás un catedrático más que su padre.
Hay que ir buscando y encontrando huecos donde no se discuta con los hijos. Y a partir de ahí generar un hábito una rutina. Y presentarles otro tipo de ocio, porque cuando educamos, lo hacemos para largo plazo. Por ejemplo, si consigo que mi hija venga conmigo los domingos por la mañana a andar o a correr y después la invito a desayunar, por un lado le estoy generando un hobby de deporte y por otro estoy creando un entorno donde pueda comunicarme con ella relajadamente.
Ahí hay que sentarse y escucharles, porque los adolescentes siempre tienen un botoncito en el que de repente empiezan a hablar y lo cuentan todo. Ahí solo hay que escuchar, no juzgar. Y dos días después y en tercera persona, sacarles el tema. Por ejemplo: «Me han contado los padres de alguien del instituto, o he leído una noticia sobre el alcohol. Qué mal, ¿no? ¿Tú qué opinas?» Y a partir de ahí ir a lo más chiquitito.
Otro ejemplo, si hay en casa un adolescente de catorce años que está pidiendo constantemente cosas como una paga, salir hasta más tarde, unas zapatillas de marca o un teléfono: hay que hacer lo mismo de siempre pero con cosas distintas. ¿Quieres llegar más tarde? Fenomenal, podemos hablarlo. Y así estoy poniendo límites y normas, que es lo que necesitan, y que si ven justas las van a cumplir aunque protesten. Por ejemplo, a cambio de llegar un día un poco más tarde pueden recoger el armario y ocuparse de hacer la cena un día.
¿Está bien dejarles salir de fiesta pero yendo a recogerles?
Sí, en determinadas ciudades sí. Lo que no hay que hacer es estar todo el rato con el control en la cabeza, como tienen muchas padres. Una opción es por ejemplo que a mitad de salida envíen una nota de voz y así oímos el estado en el que está. Y sólo ir a buscarlo si no dan respuesta.
¿Y si ha bebido?
He tenido que hablar previamente de las consecuencias, en esos buenos ratos que comentaba antes. Y decirles que legalmente no pueden beber, y si vienen bebidos, por ejemplo quitarles el móvil una semana, o dejarles sin salir o retirar la paga una semana y sólo dejarles recogerla si no vuelven bebidos.
El castigo está fatal visto pero a mi me encanta. Es decir, le tengo que hacer responsable para que tú entiendas que tienes beneficios siempre y cuando cumplas con tus responsabilidades.
«El castigo tiene que ser proporcional a la conducta, que disguste al niño y lo más inmediato posible»
Supongo que hay que intentar equilibrar los castigos y que sean proporcionados.
Los castigos son fantásticos como forma de aprender pero no puede ser lo único que apliques. Tienen tres características: la intensidad tienen que ser proporcional a la conducta, no puede ser por llegar una hora tarde quitar tres meses el móvil. Tiene que ser algo que al niño le disguste: bien por retirar algo que le guste, o bien por imponer algo que no le guste. Y por último, tiene que ser los más inmediato posible.
Ahora se ha puesto de moda llamar ‘consecuencia’ a los castigos. Pero bueno, pueden llamarles como quieran porque técnicamente estamos hablando de lo mismo.
¿Cómo sabe un padre que el hijo tiene un problema con el alcohol?
Los menores son menores y no pueden consumir.
Entiendo que la teoría es la política de consumo cero, lo que pasa es que parece difícil conseguir llevarlo a la práctica en un adolescente de 15 años.
Contamos con es, con que van a experimentar con lo que les gusta a los adultos, con que están solos y prueban cosas nuevas… hay un perfil que suelo dar con el que hay que empezar a actuar. Un chaval que deja de salir con sus amigos habituales, deja de entrenar, ir a pintura, no conoce muy bien a sus nuevos amigos, baja el rendimiento académico.
Y una cosa clave, que acaba el domingo y ya está pensando en qué se va a poner o dónde va a salir en la fiesta del siguiente fin de semana. Eso si es su único interés, porque interés en eso tienen todos los adolescentes. Cuando hay ese giro, yo me preocuparía. Porque si consume lo vas a ver con que te dé un beso por la noche o con una nota de voz cuando esté de fiesta. Pero el cambio de hábitos me parece una vuelta de tuerca más.
«La autoestima de los chavales depende de la integración en el grupo»
Hablando de la autoestima, ¿tienen los jóvenes de ahora más presión por los móviles y las redes sociales?
Hay muchos factores. La clave está en entender que la autoestima de los chavales depende de la integración en el grupo. Y que harán cualquier cosa para integrarse en el grupo y subir su autoestima. Pero eso ha pasado siempre. El grupo tiene mucha fuerza, pero eso no quiere decir que los padres desaparezcan. A veces parecen invisibles pero no lo son.
Hasta los trece y catorce años sus padres son supehéroes y quieren estar con ellos todo el rato, pero a partir de esa edad y sobre todo en verano se transforman en una especie de monstruo que no conoces. Pero es que lo tienen que hacer, no está mal. Identificarse con otros y pensar que todo lo que hacen sus padres no sirve porque es viejuno.
¿Qué recomendaciones da para el consumo de redes sociales e internet en adolescentes?
Necesitaríamos una conferencia nueva. Hay muchas variables, porque no es lo mismo uno de 14 años que todavía controlas que con 16, donde no hay control posible. No es lo mismo un chaval vulnerable que otro que no lo es, o meterse en Tiktok e Instagram para hablar con sus amigos que para mirar videos que le digan cómo tiene que ser.
Para el uso de redes sociales hay que hacer lo mismo que para el consumo de alcohol. Y si hace falta recordar de quién es el móvil, y cuando lo use mal, quitárselo.
Es su tercer encuentro con familias de Cuenca. ¿Hay diferencias en Cuenca o ciudades pequeñas con lo que se demanda o los problemas que surgen con los que hay en ciudades más grandes?
No, yo creo que no. Lo que sí que cambia son las situaciones propias y características de cada entorno. Cuenca es más pequeño que Madrid o Barcelona, pero también he ido a ciudades más pequeñas que Cuenca. Hay cosas buenas, por ejemplo, que los padres se puedan poner en contacto entre ellos, o que el botellón pueda estar más focalizado.
Recuerdo en las primeras conferencias que dimos en León que la Policía Local había quitado botellas y luego los padres iban a reclamarlas. En ese sentido hemos avanzado mucho. En Madrid por ejemplo si les cortas la hora no les afecta en exceso, es decir, que si la hora tope son las ocho, empiezan a beber a las tres de la tarde para que sus padres no les pillen.
Los adolescentes, nos guste o no, y aunque parezca que ahora es completamente distinto, se producen las mismas situaciones con otros factores. Es una etapa muy bonita, muy espontánea, de defender lo que se considera justo y de empezar a definirse a todos los niveles, tanto ideológicos como de filosofía del vida. Pero a base muchas veces de dierenciarse de los padres. Pero es como el sarampión, se pasa.