La provincia de Cuenca se encuentra inmersa ya en la cuarta ola de la pandemia, una vez superado el año desde que se detectaron los primeros casos positivos. Las empresas funerarias han sido testigos de primera mano de uno de los momentos más delicados de esta crisis sanitaria, los fallecimiento de los seres queridos. Para ellas, la situación ha resultado excepcional y ha puesto a prueba al propio personal y los procedimientos tradicionales que han sido puestos a prueba.
Ramón Huerta, administrador del Grupo Alborada, ha reconocido que «no tiene nada que ver» lo que se ha vivido durante la primera ola en la provincia de Cuenca con las siguientes. «En esta primera ola multiplicamos los servicios por cinco y hasta por seis en algunas semanas y hubo tres o cuatro semanas que era un infierno. Y eso sumado a la incertidumbre del momento, en el que no sabíamos lo que iba a durar, ni de vacunas,…pues fue muy distinto a lo que hemos vivido en las siguientes olas que en nuestra provincia, afortunadamente, no ha tenido nada que ver. Hablamos con otros compañeros y, por ejemplo, en la provincia de Valencia el peor momento que han vivido en cuanto a fallecimientos fue el pasado mes de enero. Muy distinto a nosotros que fueron los meses de marzo y abril del año pasado. Nuestra vivencia de aquellos meses no tiene nada que ver con lo que ha sido después en cuanto a fallecimiento con las siguientes olas. Tuvimos como otros sectores, la problemática de conseguir en aquel primer momento equipos de protección que hacían falta, incluso tuvimos que pedir el favor a empresas de otra región para el abastecimiento de féretros. Esto mismo es lo que hemos tenido que hacer nosotros en oleadas posteriores con otras provincias, hemos cedido nosotros material».
Huerta reconoce que «no estamos habituados a tratar estos casos». Las enfermedades infecto-contagiosas no son una novedad en la actividad laboral diaria de las empresas empresas del sector pero de manera coyuntural, no de forma masiva como ocurrió hace ahora un año. «Estábamos preparados para recibir algún servicio puntual, como ocurrió con el caso del Ébola, no para la avalancha de servicios que se nos vinieron encima y todos teniendo que se tratados como enfermedades infecto-contagiosas. Y aunque en aquellos primeros momentos hubiese sospecha, porque entonces ni siquiera venían con las pruebas hechas porque no daba tiempo. Pero nosotros, en cuanto a protección, en cuanto había sospecha ya se trataba como si tuviera covid. Después, de la primera ola lo que nos vino fue un descenso de servicios. En la provincia de Cuenca, en junio, fue un descenso de hasta el 50% de los servicios. Hubo un parón que nos permitió tomar aire. Como empresa hicimos un gran esfuerzo en tomar todas aquellas medidas que creíamos convenientes para adaptar protocolos e instalaciones para hacerlas lo más seguras posibles». A partir de entonces, el Grupo Alborada instaló equipos de control de temperatura en la entrada de los tanatorios, purificadores, equipos de ozono, «incluso establecimos un sistema para poder dar condolencias online pensando en todos los amigos y familiares que no se podían desplazar y, de alguna manera, pudieran arropar a la familia».
«Cosas que nunca nos hubiéramos imaginado«
El administrador de Alborada recuerda que fue «muy dura la primera ola donde reinaba la incertidumbre. No sabíamos cuánto tiempo se iba a prolongar todo esto ni qué iba a pasar. Ahora ya sabemos que hay una vacuna en marcha y no tiene nada que ver con lo que vivimos en un primer momento, afortunadamente. La gente, en general, acataba las instrucciones que se nos iban dando desde Sanidad en cuanto a aforos, velatorios,…. Las familias lo aceptaban con resignación y entendían la situación. Es doloroso porque hubo momentos en que no se podía ni velar, en otros momentos sólo podían asistir tres familiares como comitiva, cuando había familias que tenían cuatro o cinco hijos. Tenía que quedar algún hijo fuera de la comitiva para poder enterrar a su padre o su madre. Son cosas que nunca nos hubiéramos imaginado que pudiésemos vivir».
La pandemia ha cambiado las costumbres en nuestra forma de despedir a los seres queridos y lo ha hecho, además, de la mano de restricciones que han ido cambiando a velocidad de vértigo. «Creo que, en general, las medidas se han ido adaptando según iba variando la situación. Podemos decir que en algún momento la reducción era demasiada pero entiendo que es muy difícil. Y depende de las familias, ahora ya se facilitan mucho las cosas. Porque siete u ocho familiares sí podían ir a comprar juntos a un supermercado pero no podía velar a su padre, había familias que no lo entendían fácilmente».
Por último, Ramón Huerta considera «incomprensible» que las funerarias no sean incluidas en los protocolos de vacunación para los sectores de riesgo. «Desde las asociaciones del sector se les ha hecho saber a las administraciones que nosotros somos un sector que estamos en contacto con fallecidos por covid y no entendemos que a este sector no se le haya incluido como se ha hecho con el profesorado, veterinarios,…Nosotros no nos podemos quedar en casa. Somos un sector que tenemos que estar abiertos 24 horas para hacer nuestro trabajo. Y que se nos diga que no se nos incluye como estos sectores, no le encuentro sentido ninguno. Incluso hay estudios en los que parece ser que el momento más peligroso, de más contagio, era en el momento de fallecimiento. Estamos incluso en uno de los peores momentos, en el que más se puede dar el contagio. Salvo la comunidad autónoma de Cataluña, y Madrid, donde sí se ha vacunado al sector funerario, en el resto de comunidades no se ha hecho».