Encima de la Capilla de los Caballeros de la Catedral de Cuenca se encuentra una estancia palaciega que pertenecía a la familia Carrillo de Albornoz, según los grafitis que hay en las paredes que demuestran su origen en el siglo XVI. A este antiguo palacio se accede a través de una escalinata de caracol, y que se utilizaba como casa o vivienda de los capellanes de esta familia. Ahora, el templo quiere rehabilitarlo para ser accesible al público y poder musealizarlo.
«La familia Carrillo de Albornoz no es que utilizaran este espacio como vivienda, yo creo que lo hicieron encima de la capilla ya que venían y se quedaban, como una pequeña demostración de poder para reunirse y descansar. Durante un tiempo sí que las habitaron los capellanes, pero tampoco en el sentido de vivir, sino para pasar el tiempo allí durante el siglo XVI. También las disfrutaron los campaneros y sacristanes de la Catedral hasta 1902 que cae la torre del Giraldo», cuenta el director de la Catedral, Miguel Ángel Albares.
A partir de entonces se quedó en desuso, y «nuestra intención es llamar la atención porque es un elemento arquitectónico muy interesante, por sus artesanados, la escalera de caracol… y queremos que todo el mundo lo pueda disfrutar», afirma Albares, que uno de sus objetivos además es convertirlo en un Museo de Tejidos para exhibir al público la colección de prendas textiles que tiene el templo. «Tenemos ropa litúrgica, mantos de la Virgen del Sagrario, muy interesantes desde el siglo XV hasta el XVIII. Son una colección textil y artística de primer orden, que lamentablemente no tenemos lugares donde exponerlo, pero nos gustaría que todo el mundo pudiera disfrutarlos, porque el trabajo en textil es un arte fantástico», señala el director de la Catedral.
Un antiguo palacio ahora abandonado
Esta estancia palaciega, conocida como la Casa de los Capellanes, destaca por el artesonado «que requiere una restauración rápida porque se va a caer, que están pintados con grotescos renacentistas», asegura el arqueólogo del templo, Santiago David Domínguez-Solera. También destaca los escudos de la familia y los grafitis, que «algunos son incluso de los propios Carrillo de Albornoz, ya que ponen sus nombres», dice el arqueólogo, que afirma que estas pinturas hay que estudiarlas con tiempo, ya que requiere dinero y un trabajo extenso de arqueología e historia. «Unas estancias palaciegas encima de una capilla te ayuda a entender cómo era la sociedad del momento, las jerarquías eclesiásticas».
Es ahora cuando la Catedral y los investigadores arqueólogos e historiadores ponen de manifiesto espacios «muy interesantes del tempo donde la gente no puede llegar. Nos hemos dado cuenta que hay que poner en valor el interés de este espacio», asegura Domínguez-Solera.
No es el único espacio del templo escondido, son muchos los rincones de la Catedral de Cuenca que no se conocen y quieren impulsarlos. Por ejemplo, «la Calle de la Limosna, una calle subterránea medieval que quedó oculta e inaccesible, pero está debajo de todas las capillas de la cabecera del templo, detrás de la muralla. Queremos hacerlo accesible o simplemente poner de manifiesto que hay espacios que no se pueden enseñar, pero que se conozcan», dice el arqueólogo.
«También la Girola; el cimborrio; las criptas funerarias, que algunas de ellas no tienen muertos y se podrían abrir y explicarlas; las cubiertas; la parte de arriba de los tejados, que también son transitables y ves la ciudad de forma maravillosa… Hay un montón de ideas, pero poco a poco».
Una rehabilitación muy costosa
Para rehabilitar este palacio hace falta mucho dinero, asegura Domínguez, Solera, «seguramente estemos hablando de que supere el millón de euros, porque no es solamente dejarlo bonito, sino restaurar toda la pintura, las carpinterías, técnicos que te digan si funcionan o no muchas cosas…».
Miguel Ángel Albares asegura que este espacio se les escapa de presupuesto, ya que con el de la propia Catedral ya se han ido realizando obras de restauración de cubiertas, como ahora la del claustro o el año pasado la de las capillas de la Virgen del Sagrario. «Para esta estancia nueva, se nos escaparía para hacerla en un breve espacio de tiempo, salvo que tengamos alguna ayuda institucional de quien le pueda interesar», asegura el director del templo conquense.
Albares afirma que lo que quieren es «sacar a la luz las posibilidades culturales, arquitectónicas y turísticas de un espacio que consideramos de todos, y sobre todo que redunda en la dinamización turística y cultural de Cuenca. Podemos convertir la Catedral de Cuenca en un referente como han hecho otras ciudades con las suyas en las que se han invertido dinero público para que las obras vayan a mejor ritmo».