«Estoy muy satisfecho con todo lo que he hecho pero todavía quiero montar algo nuevo, y lo voy a hacer»

Entrevista con José López Martínez, “Pepe”. Empresario de hostelería

Si te refieres a él por su nombre de pila pocos lo conocerán, pero si dices que has estado con Pepe ya sabe todo el mundo de quién se trata. Pepe es uno de los personajes más conocidos de esta ciudad, acaso porque no creo que haya un solo conquense que no haya tomado algo en alguno de los negocios de hostelería que durante 60 años ha regentado en Cuenca. Una ensalada de cangrejo real, una merluza de pincho traída expresamente de Mercamadrid, una buena carne de vaca madurada, una caña bien tirada con un aperitivo elegante, el saber hacer de Pepe ha creado escuela en Cuenca y nuestra hostelería le debe mucho porque abrió caminos antes no transitados. Y aunque ya es nonagenario sigue manteniendo intactas la ilusión y las ganas de seguir haciendo cosas nuevas. Nos recibió en uno de los negocios de la familia, el restaurante Ulises, que es su reducto vespertino alrededor de una mesa de cartas con amigos de siempre. El resultado de una larga y muy agradable conversación es el que sigue.

– ¿Donde nació, Pepe?

En Madrid en 1930, en la avenida de la plaza de toros antigua, en Felipe II, la última casa a la derecha, donde está ahora el Palacio de Deportes. Luego nos cambiamos a Narváez 21 y más tarde a la calle Menorca 6. Después mi padre puso un restaurante en Hermosilla 67.

– O sea que su familia era hostelera.

No, no eran hosteleros, montaron ese restaurante pero antes no se dedicaban a la hostelería.

– ¿A usted le gustó la hostelería desde pequeño?

Yo empecé a los 13 años de botones en el Hotel Palace, en 1943. Luego me cambié al Castellana Hilton y luego al Hotel Fénix. Estuve también trabajando mucho tiempo en el restaurante Camorra, que estaba en la Cuesta de las Perdices. También estuve un par de años en los servicios de hostelería para oficiales del Ministerio del Aire. 

– ¿Cómo le iba en aquella época?

En el Palace ganaba muchísimo dinero porque había clientes muy buenos y me pedían que les consiguieran entradas para los toros o para otros espectáculos y me daban muy buenas propinas. O vendiendo libros que se prohibieron, como «Lo que el viento se llevó» o «Cumbres borrascosas». Fíjate si ganaba dinero que iba a los recados en taxi. Mi padre estaba asustado y me sacó del Palace y me puso a trabajar de albañil, pero pronto volví al mundo de los hoteles y la hostelería.

– Había mucha picaresca en esa época, la gente se buscaba la vida como podía

Claro, era la época del estraperlo, había mucha escasez de muchísimas cosas y había que buscarse la vida como se podía para ganar algo de dinero.

“En el Palace ganaba muchísimo dinero porque había clientes muy buenos y me pedían que les consiguieran entradas para los toros o para otros espectáculos y me daban muy buenas propinas”

– ¿Y cómo llegó a Cuenca?

Porque tenía un amigo, Paco, que era de Cuenca y estaba trabajando de portero en Madrid y que luego fue el maitre del Hotel Torremangana, y me dijo que había que dar unos servicios en Cuenca y la ciudad me gustó. Conocí a Pedro Bonilla, hablé con él y montamos el Pitt’s, que fue el primer bar que yo tuve en Cuenca. 

– ¿Cuándo fue eso?

Al principio de los años 60, porque yo vine aquí con 29 ó 30 años.

– ¿Y desde entonces se quedó aquí?

No, me volví a Madrid un tiempo y estuve trabajando en algunos sitios y luego monté un bar en la calle Jardines que se llamaba La Choza, pero lo tuve que dejar y me volví a Cuenca y aquí llevo ya 60 años. Yo me casé a los 27 y vinimos a los dos o tres años de casarnos con mi hija Mari, que tenía meses. El resto de mis hijos ya los tuve aquí y mis nietos también han nacido aquí. Y dos bisnietos que tengo también y que viven en Zaragoza

– ¿Y cómo era Cuenca entonces?

Cuenca me gustó porque tenía ambiente y solera, me gustó mucho nada más conocerla y me decidí inmediatamente a montar un negocio pero no tenía dinero y hablé con Pedro Bonilla, le dije que el bar lo amortizábamos en un par de años y él puso el dinero. Entonces montamos el Pitt’s en la calle Fermín Caballero.

– ¿Qué tipo de negocio era?

Era un local de copas pero con mucha solera. Dábamos muchos aperitivos, que era algo que en Cuenca no se hacía.

– ¿Y después de eso?

Luego monté el Club Pepe y luego me quedé con La Playa. Primero me marché a trabajar a La Playa porque se la había quedado Pedro Bonilla y yo trabajaba a sueldo más un porcentaje de la venta. Después se quedó Cachito con ella y más adelante ya me la quedé yo hasta ahora. También me quedé con el hostal de Cañete porque me lo pidieron.

“Cuenca me gustó porque tenía ambiente y solera, me gustó mucho  nada más conocerla y me decidí inmediatamente a montar un negocio”

– En la discoteca Pepe fue pionero en montar sesiones para los chicos jóvenes los domingos por la mañana.

Sí, se llenaba hasta la bandera, eran a las 12 de la mañana y no servíamos alcohol pero los chavales se lo pasaban en grande. Funcionaba de maravilla, sólo con lo del domingo por la mañana cubría gastos. Por la noche se trabajaba los fines de semana al principio y luego ya más días de la semana. 

– ¿Entonces se trasnochaba como se trasnocha ahora, que se le hace a la gente de día?

No, entonces había otros horarios. Además las chicas no salían por la noche y tampoco había tantos locales como hay ahora.

– Estamos hablando de los 60 y los 70, en los que la situación del país y de la ciudad no era como ahora, había mucha menos libertad para hacer según qué cosas. ¿Usted tuvo problemas con la policía?

No, la policía en general no se metía conmigo pero sí había uno que era muy beato e iba el Pitt’s y decía que había que tener más luz, que se tenía que poder leer el periódico en la mesa. Quién iba a ir a una discoteca así. Ese sí que estaba encima de mí, hasta que le dieron puerta.

– Lo que yo siempre he visto es que ha montado todos sus locales, fueran del tipo que fueran, con mucho mimo, sin escatimar en gastos en decoración, en vajillas y cuberterías, en el vestuario de los camareros. Vamos, que ha montado siempre negocios con categoría.

Me ha gustado mucho la limpieza, esa era mi obsesión, incluso si veía que un cliente tiraba algo al suelo lo recogía. Y atender al público con mucho respeto. Yo tenía prohibido tratar a los clientes de tú, aunque fueran amigos de los camareros. 

– Usted empezó como empresario del mundo de la noche pero luego entro también en el de la restauranción, compatibilizando ambos.

El primer restaurante que monté fue en la gasolinera de Pedro Alegría, a la salida de la carretera de Madrid. Y después ya entré en La Playa, donde el restaurante pero también una zona de discoteca que funcionó muy bien.

“Yo tenía prohibido tratar a los clientes de tú, aunque fueran amigos de los camareros”

– Un momento muy importante creo que fue cuando La Playa, además del restaurante y la discoteca, se convierte en el salón de bodas más importante de Cuenca. 

Sí, empezamos a hacer bodas que no se habían visto en Cuenca y desde entonces hasta ahora La Playa ha sido una referencia en cuestión de eventos. Yo he dado bodas buenísimas, bodas en las que las angulas se servían a discreción, no un plato, se ponía una fuente y la gente repetía lo que quería.

– Usted siempre ha apostado por la calidad.

Sí, por la calidad y por el servicio. Yo me iba a Madrid a por el género para traerme lo mejor y en mis locales de noche siempre se han servido bebidas de calidad.

– Otro local emblemático que montó fue La Taberna de Pepe.

Sí, pero Cuenca no le dio a ese local la importancia que tenía. Aunque hubo épocas que funcionó muy bien y tenía clientes muy buenos. 

– Además de la hostelería usted también ha tenido otras pasiones como el fútbol y la Balompédica.

Sí, yo fui presidente de la Balompédica. Estaba en Palma de Mallorca con un amigo de vacaciones y me llamó Carlos Lacort para que me quedara como presidente. Yo le dije que no me metiera en líos y me negué. Pero luego me puse a charlar con ese amigo con el que estaba y me convenció, así que llamé a Carlos y le dije «ya hay presidente, no te preocupes».

– ¿Y le costó mucha tela aquello?

Sí, mucho, pero bueno a todo el que ha estado allí le ha costado dinero.

– Volviendo a la hostelería, ¿hay algún negocio que le hubiera gustado montar y que se ha quedado con las ganas de hacer?

No me he quedado porque voy a hacerlo. Tengo una finquilla cerca de Villalba y quiero hacer algo allí, a ver lo que me sale. Lo que pasa es que a ver si los bancos me dan crédito, porque yo tengo 92 años y a mí no me lo van a dar (risas).

– Usted ha vivido mucho.

Sí, he vivido mucho, las cosas claras, he ganado dinero y me lo he gastado. Yo he disfrutado de la vida, las cosas como son. 

– Ha cuidado mucho su imagen también, ¿verdad?

Si, me ha gustado vestir bien. A mí me llamaban en Cuenca «el elegante». Me ha gustado tener buena presencia porque era lo que yo quería transmitir en mis establecimientos.

– ¿Usted habrá pasado de todo, claro, momentos buenos y malos?

Claro, como todo el mundo. Pero debo decir que la banca conmigo se ha portado muy bien, porque yo no era nadie y siempre me dieron crédito, así que conmigo se han portado bien. Yo no he tenido enemigos, nunca, y tengo muchos amigos.

– Usted se convirtió en un conquense más. Se asentó aquí y sus hijos y nietos han nacido aquí.

Y mis bisnietos, yo tengo mucha historia aquí.

– ¿Y cómo ve a Cuenca ahora?

La juventud es distinta, se sale mucho por la noche y antes no se salía tanto, pero creo que la juventud en Cuenca es buena.

“Veo negocios en Cuenca que están muy bien montados, hay muy buenos establecimientos”

– ¿Y a nivel de hostelería cómo la ve?

Yo la veo muy bien, pegando fuerte. Veo negocios en Cuenca que están muy bien montados, hay muy buenos establecimientos. Antes no, nada más que eran las pipas y los cacahuetes al suelo. A mí me llamaban Pepe el de los canapés, porque yo fui el primero que los servía en Cuenca. La verdad es que yo lo que hacía luego lo iban introduciendo los demás establecimientos.

– ¿Usted cómo vivía? Porque la gente de la hostelería trabaja cuando los demás están de fiesta y descansa cuando los demás trabajan.

Yo cuando llegué a Cuenca estuve aproximadamente dos años sin librar un día. Mi mujer en la cocina y yo en la barra. Trabajábamos muchísimo.

– ¿Y le gustaba alternar en Cuenca o prefería irse a otros sitios?

Al principio no tenía amigos, pero luego hice amigos y alternaba igual aquí que en Madrid, donde iba mucho. Lo echaba de menos porque tenía a todos mis amigos allí y muchas noches salíamos y nos íbamos para Madrid.

– ¿Y había dinero en Cuenca, se movía dinero?

La verdad es que no sé si había dinero pero a la gente le gustaba alternar y trabajábamos muy bien. El Pitt’s estaba todos los días llenos y en el Pepe ya ni te cuento. Lo que pasa es que no he ahorrado porque he montado muchas cosas y he invertido mucho dinero, pero afortunadamente nunca me ha faltado el crédito y he podido afrontar todos los proyectos que he querido montar.

– Usted ha sido maestro de hosteleros y por sus negocios han pasado algunos empresarios o profesionales importantes de la hostelería de Cuenca.

Sí, han salido algunos muy buenos que luego han montado sus negocios o que han seguido trabajando muchos años en la hostelería. Por ejemplo, Santi y Ramón, que llevaron muchos años la Taberna de Jovi o Nacho, que tiene ahora el Recreo Peral y otros negocios. También te digo que ha habido algunos que han salido malos, pero bueno de eso hay en todos los sitios de hostelería, pero en general he tenido gente muy buena y algunos que han estado conmigo toda la vida.

– Usted siempre ha mantenido mucho la seriedad mientras trabajaba. Cuando estaba trabajando estaba trabajando. 

A mí en la barra nadie me habrá visto tomarme una copa, jamás. Donde yo he trabajado he respetado mucho al cliente.

– Y ahora su familia ha continuado con la hostelería.

Sí, mi hija Mari es la que me ha sucedido en los negocios, con La Playa, con Pitt’s. Ella es la que está al frente ahora.

– ¿Se siente satisfecho de lo que ha hecho durante estos años? Sí, muy satisfecho con todo lo que hecho, pero todavía no he terminado, aún me queda alguna cosa por hacer y la voy a hacer.