El doctor en Arqueología e Historia, Santiago Domínguez, y el editor de fotografía y cineasta, Dorian Sanz, son los dos conquenses que se han embarcado en la aventura documental más «quijotesca» de sus vidas, como ellos mismos la definen. Después de estrenar una serie de tres documentales en los Cines Odeón de Cuenca sobre las comunidades indígenas de Groenlandia, Paraguay y el norte de Europa, finalmente promocionan el lanzamiento en directo a través de CMM Media Play.
De producción cien por cien conquense, los tres largometrajes de ARES Arqueología y Patrimonio Cultural y DOJO Producciones captan de la manera más fiel posible el modo de vida de las escasas poblaciones que quedan en el planeta que siguen viviendo como cazadores recolectores: los inuit de Groenlandia, los ayoreo de Paraguay y los sami de Europa. Cuentan con la voz del locutor conquense Pablo Ibánez y la banda sonora del compositor musical Sergio Bascuñana.
«El interés de Trump tiene poco sentido»
Al principio grababan cortos y se llamaban «Cuadernos de campo», pero a partir de 2017 decidieron darle mayor envergadura al proyecto de divulgación y, a raíz de la tesis doctoral de Santiago, empezaron por Groenlandia. No deja de ser en la actualidad un icono de la negociación internacional y la tierra deseada por el reelegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con el inconveniente de que forma parte de Dinamarca. Pues bien, la isla más grande del mundo después de Australia, con el 80 por ciento de su superficie cubierta de hielo, no solo es rica en minerales y puede ser un importante enclave de la seguridad americana, como identifica The New York Times entre los intereses del magnate, sino que alberga una de las últimas etnias de cazadores recolectores del neolítico, cuya identidad la hace única y recoge una tradición milenaria. «Es improbable que el presidente americano vaya a poder comprar la isla, tiene poco sentido», ha señalado Sanz.
En primer lugar, Domínguez ha explicado que es una cultura que se basa en la comunidad, tanto la pesca del bacalao como la caza de los caribúes se hace en comunidad, superan juntos las adversidades y todo se comparte y se redistribuye. Además, su costumbre es hospitalaria y abren sus casas cuando perciben que la intención es hablar de su cultura al mundo sin buscar «la foto sensacionalista». Su modo de vivir es nómada, el territorio no lo sienten suyo. Según ha argumentado, se trata de una cultura como identidad, toda la vida y la forma de entenderse gira en torno a la caza, en un estado de igualdad con los animales, incluso ellos mismos se consideran un agente más del mundo, «son seres muy espirituales».
«Es una película sobre la antropología humana»
Santiago Domínguez y Dorian Sanz han estado grabando durante un mes en Groenlandia, donde han visitado los poblados de Sisinuit y Sargannguaq. «Hemos cazado con los inuit, les hemos acompañado sin necesidad de disfrazarles, no íbamos a un hotel y preferíamos dormir en sus barcos para empaparnos de su modo de vida, era lo más parecido a sentirse Indiana Jones», ha bromeado Sanz.
El largometraje reflexiona sobre quiénes son esos hombres, su forma de pensar, sus costumbres. «Nosotros después de un tiempo echamos de menos nuestro colchón o un refresco, ellos tienen menos necesidades», ha confesado. Piensa que en nuestra sociedad somos «menos productivos» porque necesitamos ocho horas de jornada laboral para conseguir el sustento, «ellos cazan una vez por semana y disfrutan del tiempo libre y de la comunidad». Aun así, sufren guerras entre tribus o enfermedades comunes con mayor gravedad, pues «para quien vive de miel silvestre un poco de chocolate puede provocar una diabetes».
«Dentro de unos cuantos años cuando avance la globalización quedará poco de esta película que no es de aventura ni de viajes», ha insistido Domínguez. Así, el hecho de dar voz y ser foro para este grupo de indígenas, que también hacen suyas las costumbres de sus abuelos, hace que «El último confín», como se denomina el documental, rememore la esencia original humana. Se ha preguntado qué resultado vendrá con la industria, las redes sociales o los mass media cuando «lo que hemos sido durante 6 millones de años ha dado el triunfo a la especie» y tan solo quedan unos vestigios.
En los otros dos casos, la producción audiovisual refleja la autenticidad de los ayoreo en Paraguay que lucharon con arcos y flechas contra excavadoras de metal, como quiso plasmar Ridley Scott en Avatar, y la cercanía de los sumi desde el norte del mismo continente europeo. Ya están pensando en su próximo destino, el desierto de África, «con un 80 por ciento de posibilidades». Pese al bajo presupuesto, se han mostrado orgullosos de que la calidad de la imagen no tenga nada que envidiar a la del cine actual y siguen investigando sobre quién es la persona y cuánto le conviene replantear su escala de valores.