«El estigma de estar en la cárcel dura hasta que te mueras»

La Facultad de Ciencias Sociales de Cuenca ha acogido un encuentro entre alumnos de Derecho y profesionales e internos del Centro Penitenciario

“La prisión en la Universidad”, así ha titulado sin titubeos la Facultad de Ciencias Sociales de Cuenca el encuentro que tuvo lugar el pasado 22 de noviembre entre alumnos de Derecho y profesionales e internos del Centro Penitenciario de Cuenca. Entender, acercar posturas y palpar las complejidades de lidiar con las vicisitudes de la vida penitenciaria han sido los pilares principales en los que se ha sustentado el encuentro.

Con gratitud, el salón de actos Gil de Albornoz ha acogido a los dos internos del Centro Penitenciario de Cuenca.  Ambos han contado a los asistentes cómo es un día habitual en un espacio de libertades coartadas, cómo afrontan sus salidas de prisión o a qué miedos, estigmas y prejuicios se enfrentan al caminar por la calle y convertirse en el foco de miradas hostiles. “Reconocer a la persona cuya experiencia vital le ha llevado a convertirse en recluso es también importante para saber el por qué del hecho delictivo producido y mejorar su reinserción”, ha matizado Javier de León, Catedrático de Derecho Penal y docente en la UCLM.

Ese dedo inquisidor que les apunta cuando caminan por la calle y que los reclusos identifican ha quedado patente al enunciar que, cuando salen, se encuentran menos seguros que dentro de la cárcel. “Me sentía más protegido dentro de la prisión porque al salir me sentía fuera de lugar y la gente me señalaba. (…) El estigma dura hasta que te mueras”, han confesado los reclusos. Armando de Carlos, director del Centro Penitenciario de Cuenca, ha recalcado que “el cumplimiento de la condena entre muros conlleva después una salida en libertad y el tiempo que pasan en prisión debe ser útil para preparar esa salida”.

La presión social se ve agravada cuando sesgamos la realidad de un preso que contempla el tic tac del reloj entre rejas. Alberto, subdirector de Régimen, ha detallado que “la sociedad solo piensa que si están en la cárcel es porque se lo merecen, no se fijan en que se encuentran en una relación de sujeción especial, con restricciones horarias, limitaciones en las comunicaciones, recepción de paquetes… Incluso pueden verse sancionados doblemente por su conducta. Por ejemplo, si a un interno se le pilla con droga se le sanciona penalmente y también administrativamente”.

Desde un punto de vista técnico, Armando de Carlos, director del Centro Penitenciario de Cuenca; Amara, subdirectora de Tratamiento, Alberto, subdirector de Régimen y Seguridad, Pedro, jefe de servicios, y Alberto, funcionario de Interior, han guiado a los alumnos por la compleja infraestructura penitenciaria y las funciones concretas que desempeñan. La conjunción entre el ámbito laboral y el académico ha sido posible gracias a la sinergia formada entre la UCLM y la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, iniciada hace unos meses.

Acercándonos a la imagen real del mundo carcelario y desmintiendo estereotipos y prejuicios mediatizados, la mesa redonda ha manifestado que “el mundo de prisiones viene muy sesgado por la cultura que tenemos, con una imagen que poco se corresponde con la verdad”. Los ponentes han detallado las particularidades de una prisión como la de Cuenca, de dimensiones reducidas, tal como cuenta Pedro, jefe de servicios: “Aquí el contacto con el interno es mucho más directo, es una relación más próxima y cordial, con un diálogo se resuelven muchos problemas. Mi trabajo se basa en dos pilares: ser justo y ser un buen comunicador, que el mensaje le llegue al preso”. Esto supone, tal como ha explicado Armando, “un valor extra en el intento de resocializar a los penados desde un lugar tan cercano, pero al mismo tiempo tan apartado de la sociedad”.

Uno de los puntos principales en los que se ha hecho hincapié es en la tendencia hacia el tercer grado en el sistema penitenciario español, dada la baja tasa de criminalidad nacional y las elevadas penas de prisión. “Se ha constatado que hay personas que entran en prisión que podrían cumplir condena en condición de tercer grado por ser delitos menores. Lo mayoritario sigue siendo el segundo grado”. Amara ha recalcado además que “en los terceros grados, los presos dicen que están sometidos a mayor presión, porque cualquier fallo fuera puede suponer regresar a un grado anterior y el reingreso en prisión”.

La función de los profesionales penitenciarios ha versado también sobre la transmisión del carácter vocacional del trabajo en la cárcel, pues pese a la gratitud que otorga el contacto humano existe un desgaste emocional insoslayable. Con todo, Alberto, funcionario del Interior, destaca que “es un aprendizaje continuo. Trabajamos con personas y eso es complicado porque cada uno tiene unas circunstancias y un carácter diferentes”. Además, añade que en Cuenca en particular crece la carga emocional, pues “puedes tener un contacto estrecho con el interno y hay que encontrar un equilibrio entre el régimen y el tratamiento, pero intentar ayudar al interno siempre dentro de los límites que marca la ley”.

Incluso se ha introducido una perspectiva de género, con una panorámica violeta de las desigualdades entre hombres y mujeres en prisión. La tendencia en la actualidad, tal como se ha retratado, nos conduce hacia la preminencia de actividades mixtas para que las internas disfruten de los espacios que antes tenían vetados por el simple hecho de ser mujeres.

Y es que el encuentro no ha podido culminar con un mejor broche final, pues los internos han confesado cuáles han sido los beneficios de vivir una experiencia de extrema dureza: “la cárcel me ha enseñado a escuchar. Me llevo la experiencia de mi reinserción, algo muy importante para los que tenemos alrededor, no solo para nosotros mismos”. Además, han añadido que “te das cuenta del esfuerzo que hacen los trabajadores y de la implicación que tienen todos, desde los funcionarios hasta el director”.

La actividad se ha coronado con una experiencia enriquecedora para ambas partes que auspicia su futura continuidad bajo el paraguas del Centro de Estudios Penitenciarios con sede inminente en Cuenca. Esto podrá erigirse como un avance para la búsqueda de fórmulas de comunicación que nos acerquen a esa parte de la sociedad que se encuentra entre muros que solo deben mantenerse con vocación de seguridad y no como aislamiento social.