El curso 2019-2020 se puede considerar como un curso especial. La llegada del coronavirus trastocó la realidad y la normalidad de muchas cosas -por no decir de todas-, entre ellas del sistema educativo. La forma de impartir clases por parte de los profesores pasó de ser presencial a ser online. Todo pasó a ser online.
Pero todo esto solo ocurrió tres meses después de que celebráramos la entrada de 2020 deseando que fuera un gran año. La COVID-19 rompió con lo cotidiano y todo tuvo que adaptarse a sus intentos de frenar la pandemia. Alumnos y profesores de distintas facultades de la UCLM en la capital conquense han hablado con Voces de Cuenca para expresar cómo de peculiar ha sido el curso desde la perspectiva académica a partir del mes de marzo.
Julia Olmo tiene 21 años y se acaba de graduar como periodista en la Facultad de Periodismo de Cuenca. Por otro lado está Marisol Gil de 24 años, que presentará el TFG ante el tribunal de la Facultad de Magisterio el próximo mes de diciembre. En cuanto a los profesores, José María Herranz de la Facultad de Periodismo y Jesús Molinero de Derecho han contado su experiencia.
Julia asegura que ella «odiaba las clases online porque era todo muy raro. Entre unas cosas y otras tenía que estar todo el día pegada al ordenador porque había que hacer todo por ahí». Marisol, por el contrario, cuenta que a ella le gustaba dar clases así, porque «tenías la comodidad de estar en casa», pero sí admite que se le hacían «algo más complicadas» porque tanto ella como sus compañeros intervenían mucho menos y «para las cosas prácticas no era lo mismo».
Desde la perspectiva docente, Jesús considera que el problema «se ha solventado muy bien» y cree que la obligatoriedad de tener que trabajar online «ha servido a muchos profesores para perderle el miedo a las plataformas» aunque admite que ha echado de menos un trato «más cercano y tener más contacto en persona»con sus alumnos.
El profesor de derecho continúa afirmando que para él «no ha afectado de igual manera de lo que puede haber afectado en otras carreras más prácticas como Bellas Artes o algunas ingenierías. Para nosotros ha sido relativamente fácil».
José María, por su parte, piensa que desde el confinamiento «todo ha sido muy distinto y extraño. El hecho de no tener presencialidad ha sido muy complicado. La interactividad en la clases ha sido mucho más deficiente y muchos alumnos no las han seguido igual porque estaban en su lugar de origen no tenían buena conexión a Internet». Pero pese a argumentar todo esto, Herranz, cree que «el mayor problema ha sido que el coronavirus ha llegado de repente, sin dejar mucho tiempo para reacciones. El próximo curso se puede afrontar de otra manera, si llega una situación así».
En cuanto a las plataformas utilizadas para dar clases y para tutorizar los Trabajos de Fin de Grado (TFG), tanto estudiantes como docentes coinciden en la utilización de Teams, una plataforma donde se podían hacer videoconferencias. Allí los profesores daban las clases. Para los TFG, más que por Teams, profesores y alumnos coinciden en que lo que más utilizaban era el «correo electrónico».
Pese a la obligatoriedad de hacer todo online, la joven estudiante de periodismo asegura que su tutor del TFG estuvo muy pendiente de ella. Marisol, al quedarle tan solo dos asignaturas y el trabajo final para terminar la carrera, cree que para ella «todo hubiera sido igual porque hubiera hecho casi todo online, aunque sí que es verdad que en algunos casos echas de menos un trato más cercano con el tutor». Jesús, por el contrario, no cree así y considera que «aunque los alumnos tenían Internet para buscar información para sus TFG, la Biblioteca estaba cerrada y creo que es ahí donde más perjudicado se ha visto el alumno».
Otra novedad que llegaba este año acompañada del coronavirus era la presentación de los TFG de forma online. Algo que José María piensa que «ha perjudicado a unos y beneficiado a otros. A la gente que tiene miedo escénico le ha venido bien, pero hay gente que se desenvuelve muy bien delante del tribunal y que necesita interactuar en sus trabajos». La estudiante de magisterio admite que ella es de las primeras: «Yo sufro mucho teniendo que hablar en público y en las exposiciones, me da pánico. Por lo que la idea de presentar el TFG a través del ordenador, me parecía genial».
Por su parte, Julia admite que tuvo «problemas a la hora de presentar el Trabajo de Fin de Grado», porque ella lo quería presentar haciendo la videoconferencia por el móvil, pero no funcionaba la aplicación y tuvo que hacerlo con el ordenador.
Alumnos sin ordenadores o sin conexión
No todos los estudiantes tienen ordenador o tienen conexión a Internet y esto se ha presentado como un quebradero de cabeza para las universidades. Jesús cuenta que «la universidad hizo un rastreo de los alumnos que no estaban conectados para poder facilitarles la conexión». José María, que ha calificado esto como «un problema» considera que lo único positivo que tenían estos alumnos era que «las clases se quedaban guardadas y podían verlas cuando quisieran».
Julia Olmo recuerda que «dieron un plazo a quien no tuviera ordenadores para solicitar los que había en la biblioteca y también coincidió con que Adobe puso todos sus programas gratis para que se los descargara quien quisiera».
Relación alumno-profesor
En cuanto a la relación entre profesores y alumnos, el docente de periodismo hablar de que al principio » las primeras semanas fueron de mucha confusión, todos los estudiantes estaban muy nerviosos porque pensaban que ibas a ir a fastidiarles, por lo que tuvimos que hacer más intensa la relación para no transmitirles eso y que estuvieran tranquilos».
Jesús explica que la relación alumno-profesor «se ha visto obligada a cambiar por la situación. Yo he hecho todo con correos», pero aunque haya sido todo menos personal, el titulado de derecho insiste en que en su carrera «todo se ha llevado muy bien».