Cuenca capital ha inaugurado este miércoles ‘La Victoria de la Unidad’, el monumento con el que homenajea a las víctimas de la COVID-19. Una multitud ha recibido a la obra de José Luis Martínez con una emocionante ovación a las 20:00 horas, como aquellas que en pleno confinamiento la ciudadanía ofrecía a los sanitarios.
La inauguración ha contado con una gran cantidad de público, así como con representantes políticos de todos los grupos del Ayuntamiento de Cuenca y la Diputación, así como con el alcalde, Darío Dolz, el vicepresidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, José Luis Martínez Guijarro, el obispo de Cuenca, José María Yanguas, y representantes de un amplio número de instituciones civiles y militares conquenses.
En la presentación, que ha sido cargo de Ramón Paje, párroco de la iglesia de San Julián en el barrio de la Fuente del Oro -que ha capitaneado esta iniciativa-, han tomado la palabra José Luis Martínez, la subinspectora de Policía Nacional Consuelo Martínez y la sanitaria e hija de una víctima mortal del COVID-19 Verónica Valverde. Además, ha contado con la actuación del Coro de Cámara Alonso Lobo.
Visiblemente emocionado, José Luis Martínez ha explicado cada uno de los detalles que componen el monumento, que se encuentra situado en una de las rotondas de la Ronda Oeste, concretamente la de ‘La Estrella’. Tiene una plataforma que refleja la ciudad mediante dos recursos narrativos, como son las piedras de las Hoces y unas ventanas desde las que asoman manos aplaudiendo, rezando, recordando a sus seres queridos y sosteniendo un cuenco como símbolo del cáliz del escudo de Cuenca. En uno de los laterales de la plataforma hay un crespón negro rodeado por estrellas que representan a aquellos que perdieron la vida por culpa del virus.
En la parte superior del monumento, en un extremo hay un sanitario que acompaña a una persona mayor enferma, para reencontrarse con su familia. En el otro extremo, una familia que se reúne tras haber superado la enfermedad, entre los que destaca la inocencia de un niño de puntillas. En el centro y entre ambas, la frontera entre dolencia y sanación, la marca un arco metálico en el que hay una persona con un ramo de flores despidiéndose de la atención en el Hospital.