El hallazgo de dos nuevos refugios antiaéreos de la Guerra Civil en Cuenca, destapados el 26 de noviembre de 2024, servirá para poner en valor una parte desconocida del subsuelo de la ciudad. Estas estructuras, excavadas en la roca con gran esfuerzo y limitados recursos, forman parte del entramado de refugios diseñados para proteger a la población de los bombardeos. Sin embargo, estos refugios quedaron inacabados porque finalmente no fueron necesarios: la llegada de refugiados a Cuenca fue menor de lo esperado. Aunque todavía no hay fechas en el horizonte, una vez recuperados, estos refugios pasarán a formar parte del proyecto turístico Cuenca Subterránea. El arqueólogo Michel Muñoz habla con Voces de Cuenca sobre los detalles de estos refugios.
El proceso de localización y apertura de estos refugios comenzó con una exhaustiva investigación documental. El arqueólogo Michel Muñoz -que junto a Santiago David Domínguez dirigió el proyecto-, ha explicado que ya se disponía de información previa sobre el túnel de Alfonso VIII. Sabían que, en su momento, se había intentado construir por debajo y por encima de la calle, pero las primeras pruebas no ofrecían claridad sobre lo que realmente había en el subsuelo.
«Al principio, creíamos que lo que íbamos a encontrar era parte del antiguo acueducto, ya que la documentación hablaba de las canaletas de piedra que se habían aprovechado en la construcción», comenta Muñoz. Sin embargo, tras investigar más a fondo, el equipo descubrió que lo que se hallaba en la pared no era parte del acueducto, sino simplemente materiales reutilizados. Al continuar explorando, los arqueólogos encontraron un medio arco, lo que dio un giro crucial al proyecto. «Cuando apareció la documentación adicional, nos dimos cuenta de que lo que habíamos encontrado podrían ser los refugios de la Guerra Civil», señala Muñoz. De ahí, el equipo comenzó a trazar los planes para abrir el espacio.
Cómo se construyeron
La apertura de los refugios se realizó con un enfoque cuidadoso, utilizando herramientas especializadas, como una taladradora para ir perforando la roca. «Cuando finalmente descubrimos el otro túnel, ya se veía con mayor claridad, porque se había tapiado en su momento», añade Muñoz. De este modo, los arqueólogos lograron abrir dos de los refugios, un hallazgo importante que proporciona una ventana al pasado de Cuenca durante los años más difíciles de la Guerra Civil.
Los primeros estudios realizados han revelado la presencia de huellas de perforaciones mineras en sus paredes, evidenciando el método utilizado para su construcción. De hecho, los refugios muestran aún en sus muros las marcas de grandes taladros, empleados para introducir explosivos y facilitar la excavación. Según Muñoz, el procedimiento de excavación consistía en perforar la roca con barrenos de gran tamaño, hacerlos estallar y retirar los escombros para continuar con la obra. Las marcas de estos taladros han quedado preservadas en las paredes de los refugios, lo que permite conocer con detalle la técnica utilizada en su construcción.
Hasta el momento, no se han encontrado objetos o restos materiales que puedan aportar más información sobre el uso que tuvieron estas estructuras. Los expertos señalan que este estudio ha sido una primera aproximación y que, cuando se acometa su acondicionamiento para su puesta en valor, podrían hallarse restos de la Guerra Civil o de la posguerra.
Características de los dos túneles
El primer refugio, ubicado cerca de la Torre del Gitano, cuenta con dos tramos, el más largo de 4,5 metros y un ancho uniforme de 1,5 metros. El segundo refugio, ubicado debajo de la entrada al parking del Casco Histórico, sigue el mismo diseño acodado que el primero, diseñado para que la onda expansiva de una bomba se desviara hacia la pared y no hacia las personas refugiadas. A diferencia del anterior, éste no está revestido y se pueden ver marcas de taladros en las paredes, que luego se rellenaban con dinamita. Ambos refugios quedaron incompletos debido a la falta de recursos y a que no hubo suficientes exiliados en Cuenca durante la Guerra Civil.
«La construcción de los refugios fue un esfuerzo colectivo de la sociedad civil»
El arqueólogo Michel Muñoz ha explicado que la construcción de los refugios excavados en roca durante la Guerra Civil en Cuenca fue un esfuerzo colectivo de la sociedad civil, ante la falta de recursos y personal especializado. La Junta de Defensas Pasivas, organismo que actuaba como un ayuntamiento en tiempos de guerra, tuvo que recurrir a la mano de obra local para llevar a cabo estas estructuras de protección.
«A diferencia de otras infraestructuras militares, estos refugios no contaron con la supervisión de ingenieros del Ejército Republicano, ya que estos se encontraban desplegados en el frente. En su lugar, se recurrió a trabajadores con experiencia en minería, aprovechando la proximidad de explotaciones como la mina de Cemento Portland o la mina de caolín bajo el Cerro San Cristóbal».
Sin embargo, el esfuerzo no se limitó a los mineros. El desescombro y la limpieza de los refugios tras las detonaciones quedaron en manos de la población civil, con una gran participación de mujeres y niños. Testimonios recogidos hace años por los propios investigadores confirmaron que, en algunos casos, los niños que asistían a la escuela en la antigua Casa del Corregidor eran enviados por las tardes a retirar escombros después de las voladuras.
Alrededor de diecisiete refugios antiaéreos
Estos han sido los últimos refugios en salir a la luz pero, según Michel Muñoz, hay más en Cuenca. De hecho, el arqueólogo explica que existen varios refugios de la Guerra Civil en la capital conquense que permanecen sin abrir al público, muchos de ellos desconocidos por completo. Entre estos, uno de los más singulares se encuentra en el aparcamiento bajo el Hotel Torre Mangana, con acceso a un refugio de características similares a otros ya descubiertos. Además, en la calle Colón se encuentran más de estos refugios que aún no han sido explorados.
El número exacto de refugios construidos durante la Guerra Civil en Cuenca sigue siendo incierto, pero se calcula que podrían haber sido alrededor de diecisiete. De estos, solo dos están abiertos al público. El resto, según Muñoz, permanecen cerrados, y muchos de ellos se encuentran en propiedades privadas. Se sabe que algunos de estos refugios fueron construidos bajo las viviendas, aprovechando espacios como bodegas o cuevas ya existentes, transformadas para cumplir con su función protectora. El interés por preservar y dar a conocer estos refugios ha ido en aumento, aunque aún queda mucho trabajo por hacer para documentar y habilitar estos espacios como parte del patrimonio histórico de la ciudad.
La recuperación de los refugios de la Guerra Civil en Cuenca podría tener un impacto significativo tanto en la memoria histórica como en el desarrollo turístico de la ciudad. Aunque la memoria histórica no es un tema en el que muchos estén de acuerdo, la valorización de estos espacios tiene el potencial de transformar la oferta turística de la ciudad.
Aprovechamiento turístico
Uno de los mayores retos de Cuenca es aprovechar al máximo su patrimonio histórico. Según Michel Muñoz, la ciudad aún tiene muchas áreas desaprovechadas, especialmente en la parte baja, donde se encuentran una gran cantidad de recursos que, si se gestionan adecuadamente, podrían potenciar aún más el atractivo turístico del casco antiguo.
«La clave estaría en conectar y abrir al público diversos lugares como el refugio de Alfonso VIII, la Casa del Corregidor, San Andrés, el Almudí y otros espacios históricos. Además, la integración de estos refugios con zonas como el Puente de la Trinidad, el Barrio San Antón y el Alfar de Pedro Mercedes podría convertir toda la zona en un recorrido turístico completo, ofreciendo a los visitantes razones para quedarse más de un día en la ciudad», opina Muñoz. La propuesta de recuperar el Almudí como un punto de venta de productos locales o incluso como una aula museográfica, es solo uno de los ejemplos de cómo los espacios vacíos pueden convertirse en atractivos para el turismo, según el investigador. Además, la colaboración entre los hosteleros locales podría enriquecer la experiencia de los turistas, integrando el patrimonio con la cultura local.
En definitiva, según Muñoz, «con la planificación adecuada, Cuenca podría aprovechar su rico patrimonio histórico y transformarlo en un atractivo turístico que impulse la economía local y preserve la historia de la ciudad».







