Han sido en torno a 60 personas alejadas de los focos las que han realizado en el hospital Virgen de la Luz un trabajo discreto pero fundamental contra el coronavirus. «Hemos estado casi matando el virus a escobazos, como aquel que dice», por eso las llaman ‘coronakillers’.
Esther Carrascosa es limpiadora y miembro del comité de empresa del hospital. No duda en señalar que se han vivido momentos «muy duros» y recuerda con tristeza lo mucho que les costó que les hicieran las pruebas ya que «no nos consideraban personal de riesgo».
Tras los padecimientos vividos recuerda con orgullo la satisfacción por la labor realizada y por haber contribuido de forma eficaz a combatir una pandemia desde primera línea, literalmente, en las peores circunstancias. «Ha habido momentos de mucha tensión porque ha habido mucho caos y ha sido muy estresante. No sabíamos nada, cada día nos cambiaban de protocolo, había mucha gente que tenía miedo al convivir con gente de riesgo…Al principio, nos dieron un curso sobre COVID-19 con las normas que teníamos que seguir. Pero en los peores momentos, el protocolo no servía de nada. Aunque hemos tenido EPIs desde el principio cada día nos cambiaban cómo las teníamos que utilizar. Al principio era cada habitación un EPI, luego ya era sólo para las confirmadas…Había muchísimo lío, la gente asustada…»
Carrascosa reconoce con pena el escaso reconocimiento sufrido en determinados momentos. «Nos dejan un poquito de lado, por decirlo finamente. Somos como lo último. Nos decían que las limpiadoras no éramos de riesgo. ¿Pero cómo no lo vamos a ser si estamos en medio de todo el berenjenal? Además, incluso dicho por el Ministerio de Sanidad, muy fuerte. Se supone que nosotras mantenemos la distancia de seguridad con los enfermos y eso no es cierto porque las habitaciones no son muy grandes, había dos enfermos por habitación y, por ejemplo, tienes que limpiar la barandilla de la cama. ¿Cómo vas a limpiar la barandilla de la cama y mantener 1,5 metros de distancia respecto al enfermo?».
Dadas las condiciones inherentes al trabajo realizado, finalmente el virus alcanzó a las profesionales de la limpieza en el Virgen de la Luz. «Creo que en torno a diez personas nos hemos infectado de unas sesenta que hemos estado. No lo puedo decir seguro pero creo que son diez. En personal de limpieza estaremos en torno a 60 personas, más o menos. Entre nosotros y centros de salud, aunque es cierto que la gente de los centros durante el COVID han estado trabajando en el hospital. También contrataron a gente. En el aspecto de personal, hemos estado bastante bien comparado con otras situaciones».
«Los sanitarios se extrañaban cuando les decíamos que no nos hacían pruebas»
Estas mismas fuentes aseguran que «nos costó mucho que nos hicieran las pruebas. Se luchó bastante porque no nos consideraban personal de riesgo ni somos personal sanitario, aunque trabajemos en el hospital, y fuimos las últimas. Tuvimos que pelear bastante». El colectivo tuvo que activar todos los medios a su alcance. «Se envió un escrito desde el sindicato, me consta que la empresa habló varias veces con dirección…y el comité hemos sido pesadas, machacando y machacando para que la empresa también presionara a dirección porque son, al final, a quien le hacen más caso. A nosotras, dirección no nos hizo ni caso, tengo que decir. Ni siquiera nos contestaron al escrito que se les mandó. Es cierto que los sanitarios se extrañaban cuando les decíamos que no nos habían hecho las pruebas. Nos decían que ¿Cómo no os han hecho las pruebas a vosotras que estáis aquí metidas todo el día? En ese sentido, la única queja que tengo es de dirección».
Las condiciones de trabajo exigidas en una pandemia han supuesto un obstáculo adicional para la actividad laboral de estas profesionales. «Las EPIs son bastante molestas. Lo llevas durante un montón de horas, da muchísimo calor. Llevábamos una mascarilla FFP2 y encima nos poníamos una mascarilla quirúrgica porque la FFP2 las teníamos que reutilizar varios días. Con las gafas apenas ves porque se empañan con el sudor. Las circunstancias horribles. Pasar de una habitación a otra viendo a la gente cómo está, la UCI…la gente se iba agotada y psicológicamente muy tocada».
Esther Carrascosa echa la vista atrás, junto a sus compañeras, y «nos sentimos muy orgullosas de lo que hacemos. Muchas veces no estamos valoradas pero en estos momentos creo que se nos valora un poco más. Se han dado cuenta que si no hubiéramos hecho lo que hemos hecho, esto hubiera sido un caos porque el hospital era como una zona de guerra. Era algo así. El quirófano, que lo habían preparado como UCI, era como una zona de guerra todo lleno de plásticos para aislarlo, litros de lejía,..»
«Siempre hemos estado cerca de enfermedades infecciosas. Estamos acostumbradas»
En relación con el trato mantenido con el resto de profesionales del hospital, Carrascosa afirma que «hay de todo, como en todos los sitios. No te voy a decir que todo el mundo súper bien. ni todo el mundo mal. Hay de todo. En general, el trato es bueno. También es verdad que ellos estaban en tensión como nosotros y hay momentos que se choca. Es lógico. Pero tengo que decir que, personalmente, bien con la mayoría. Con los que no tan bien son los mismos y las mismas de siempre, haya o no pandemia».
Una vez pasada la época más crítica, el colectivo afronta la jornada laboral con una dosis adicional de tranquilidad… pero sin alardes. «Ahora sigue habiendo cierto miedo, aún hay gente ingresada con positivo. La persona que está en la séptima planta, que es la que han dejado para el covid, pues sigue estando casi en la misma situación que antes aunque no con tanto estrés. También es verdad que siempre hemos estado cerca de las infecciones porque toda la vida ha habido tuberculosis, infecciones bacterianas,…. estamos acostumbradas, Lo que pasa es que ha sido el caos, todo al mismo tiempo, un ir y venir de gente,…yo lo tengo grabado como si estuviéramos en la guerra. La comparación en mi mente es esa».