Restos de bolsas de basuras, alguna de ellas abiertas y desperdigadas en medio de la calzada junto a otros desperdicios. Paquetes de sal rotos. Es el panorama que recibía en la mañana de este martes a los caminantes junto al comienzo del escalerón que sube a la ermita de San Julián ‘El Tranquilo’.
Al lado de esta zona hay un pequeño aparcamiento cuyas papeleras se encontraban a rebosar con cajas de pizzas y otros residuos. Son testimonios de las pequeñas fiestas y reuniones que por las tardes y noches acoge este lugar de grupos que se congregan para comer y beber al aire libre junto a sus vehículos, huyendo de la visibilidad de otros lugares más céntricos ahora que el Ayuntamiento ha prohibido el botellón.
El aspecto de esta zona inicial contrasta con el del resto del camino y el de la propia Ermita. Allí no hay suciedad, las papeleras vacías y las bolsas de plástico no compiten con la vegetación por policromar el paisaje.