Luis Cañas, conquense de 93 años, acaba de completar el Camino de Santiago convirtiéndose sin duda en una de las personas más mayores en culminar los 100 kilómetros necesarios para recibir la compostela. En esta entrevista repasa algunos de los momentos vividos y da consejos a quienes están dudando si seguir su ejemplo.
Le recomiendo que haga el Camino de Santiago porque no se va a arrepentir.
Todavía no le he hecho la primera pregunta y ya me lo está recomendando.
Sí, y lo volverá a hacer otra vez.
Repetiré como usted, que no es la primera vez que peregrina a Santiago.
Efectivamente este no ha sido mi primer camino de Santiago. Yo empecé a los 80 años, cuando hice mi primer peregrinaje.
¿Cómo empezó todo?
Se iban a ir mi hijo y mis nietos y dije, ¿y por qué no me voy y vamos la familia completa? Y como me encontraba con fuerzas, hicimos la primera con 80 años desde Sarria a Santiago, que es el Camino Francés, el mismo que he hecho ahora esta vez.
¿Cuántas veces ha hecho desde entonces el Camino?
En total cinco veces. Además del de 80 años y del que acabo de hacer ahora, también lo hice con 83 años el Camino Portugués, desde Valença do Minho a Santiago; con 87 años el del Norte, desde Villalba hasta Santiago; con 90 años el Primitivo, desde Lugo a Santiago.
¿Y cómo le vino con 80 años la idea de hacer el Camino de Santiago?
A mi siempre me ha gustado el campo, andar y pescar. Me pareció muy bien acompañarlos, porque iba a disfrutar acompañándolos e iba a ser muy bonito que lo hiciéramos las tres generaciones. Como me gustó tanto, me he ido animando a repetir.
¿Cuántos kilómetros hace en cada etapa?
Aproximadamente entre 17 y 20 kilómetros diarios últimamente, al principio hacía más. La etapa más larga que he hecho son 30 kilómetros. Ahora tengo un teléfono de esos que cuenta los pasos y todos los días me marcaba más de 32.000 pasos.
Lo perceptivo es que se hagan 100 kilómetros y que se justifiquen con sellos donde lo pides. Por ejemplo empecé esta vez desde Sarria y cuando llevaba ya un rato vi que había un mojón en el que ponía 100 kilómetros a Santiago. Vamos, todo ese tramo de propina.
¿Cómo se ha preparado?
No he hecho ninguna preparación. Mis amigos me decían que me preparara, pero yo la sensación que tenía es que lo podía hacer porque no me canso y subo las cuestas perfectamente, casi mejor que las bajadas. Para los peregrinos una cuesta abajo muy pronunciada es lo peor porque hace daño a los dedos de los pies, y como llevas peso en la mochila te hace daño. Aunque lleves muy ajustadas las botas, sientes como si alguien te estuviera empujando. Además, no vamos por asfalto. El 99% del tiempo son caminos, y muchas veces incluso sendas. Y además hay que tener cuidado con las piedras que ruedan para no caerte al suelo.
Realmente, cuesta más bajar que subir. Porque en las cuestas hacia arriba lo importante es coger tu ritmo e ir salvándolas poco a poco. Yo no descanso nunca a medias por muy grande que sea. Sólo lo hice una vez y era una parada obligatoria para rezar una oración en una hornacina que había en un lugar donde un peregrino belga murió a los 67 años de un infarto y no pudo llegar a Santiago.
¿Qué me recomienda para cuando vaya a hacer el Camino?
Usted, que es joven, no tiene nada más que andar. Lo que sí puedo hacer una recomendación es a los mayores como yo. Por ejemplo, usar los llanos para caminar descansando. La gente por regla general camina muy deprisa en los llanos, y no les da tiempo a descansar entre cuesta y cuesta.
Hay que tener en cuenta que al Camino no se va andando, se va marchando deprisa. Pero también hay que saber disfrutar de los árboles centenarios, del ambiente y de las cosas tan preciosas que vas viendo. Eso sí, en las cuestas y tramos más técnicos hay que fijarse bien en el suelo para no tropezarse con las piedras.
Hay muchas personas que van a hacerlo y sufren heridas y ampollas en los pies.
A mi nunca me ha pasado. Ahora se me ha hecho una, pero en el dedo de la mano de llevar la garrota. En los cinco Caminos que he hecho, soy el único que lleva una garrota para ayudarse, ahora todo el mundo va con bastones técnicos de senderismo, y no saben que con la garrota también se va muy bien.
Tengo una anécdota buena de esta última vez, que vi a un hombre que también estaba peregrinando con una garrota, y cuando le dije que era la segunda que veía me dijeron por detrás: ¡Y nosotros también! Y resulta que era una asociación o un grupo de amigos de Madrid que se llamaba ‘El garrote’, y llevaban todos garrota.
¿En cuántas etapas ha completado esta vez los 100 kilómetros?
En una semana. En esta ocasión he hecho un día más porque la última etapa la quisimos dejar muy corta para ir pronto a Santiago y poder verlo con tiempo y que nos diesen la compostela sin tener que hacer mucha cola. El día que nos la dieron a nosotros también se la dieron a 1.200 personas. A parte, hay otros muchos que ya no van a recogerla porque ya la tienen.
De hecho, tengo entendido que fueron los primeros en cruzar ese día el Pórtico de la Gloria.
Ese fue mi hijo, que también se llama Luis como yo. A él le gusta mucho, todos los años hace el Camino y también va a oír las campanadas a la plaza del Obradoiro.
¿En qué fechas fueron a hacer el Camino?
El día 21 de septiembre regresamos a Cuenca, y empezamos la semana anterior. Nos hizo relativamente buen tiempo, sin mucho sol. Y sólo tuvimos dos días de lluvia, pero de esos que salen en Galicia que terminas calado aunque lleves chubasquero.
No se habrá cruzado con muchos peregrinos más mayores que usted.
No. He sido el peregrino más mayor. Y ya no sólo en esta peregrinación, en ninguna que se conozca. Mucha gente que se cruza conmigo por el Camino me pide una fotografía, y sobre todo los extranjeros, debe ser que les extraña más. También con grupos. En cuanto se enteraban de que tengo 93 años se empezaban a juntar y se turnaban para hacerse fotos conmigo.
Todos los peregrinos cuando nos cruzamos nos saludamos diciendo ¡buen camino! Y yo se lo dije a todo el mundo salvo a un hombre joven, alto y fuerte que iba arrastrando un pie, y no se lo dije por si se lo tomaba a mal. En su lugar, le exclamé: ¡Eso sí que es mérito! Y me dio las gracias.
Hubo un hombre que llevaba 18 años seguidos haciendo el Camino, y me pidió una foto porque según me dijo, tenía en su casa enmarcada una foto con un hombre que se cruzó en otra ocasión que tenía 91 años, y que ahora la iba a sustituir.
Con 93 años es muy difícil hacerlo, porque se tienen que dar dos situaciones muy difíciles, como son llegar a cumplir esa edad, y después estar en condiciones de poder ir y hacerlo.
Para eso hay que tener suerte y mantener un buen físico. Imagino que para eso tener un trabajo sedentario no ayuda.
Pues yo trabajé no llegó a tres años de maestro en Pineda de Cigüela, y después salieron unas oposiciones a la Cámara Oficial Agraria de Cuenca. En el año 53 había tres plazas de negociado y nos presentamos seis. Si eso saliera ahora se presentarían miles de personas. Ahí me jubilé, he trabajado 42 años. Yo me mantenía no por el trabajo, la clave ha sido siempre ir al campo, si no a pescar, a por hongos, espárragos o a pasear. Pero no se lo achaco a eso, creo que es más la constitución con la que nace uno.
También hay que tener buena cabeza, no basta con el físico.
Yo estoy convencido de que si me pongo, el año que viene lo hago otra vez.
¿Lo va a volver a repetir?
Pues si lo repito, como el año que viene sí que lo haría, a lo mejor lo pruebo con 95 años. Pero si no lo consigo, no me importará volverme. Y a ver quién me dice algo.
¿Qué es lo que más le ha costado?
La cuesta que más me ha costado es la de Portomarín. Hay una cuesta que parece que va al cielo. Yo muchas veces no miro arriba, porque si no te desmoralizas.
Me imagino que tendrá un buen saco de anécdotas en todos estos Caminos que ha hecho.
Sí. Por ejemplo, unas monjitas que me recibieron en una ermita. Habían acogido el año anterior a mi hijo en la pandemia un día que no tenía donde dormir, y esta vez me llevó a presentármelas. Allí salieron a recibirme y mientras estaba hablando con ellas se juntaron otras 30 o 40 personas más y todos nos hicimos una fotografías. Las monjas me regalaron un pastel y se quedaron muy contentas porque le habían dado posada al peregrino.
¿Qué siente usted cuando llega a Santiago de Compostela?
La satisfacción de haber llegado es impagable. No pude abrazar al Santo como se hacía antes por los tiempos de pandemia en los que vivimos.
¿Qué es lo que destaca o le gusta más del Camino?
Lo que más me gusta del Camino es llegar. Y por supuesto la compañía, mi hijo ha sido un Cicerón. Porque es un apasionado del arte y me va enseñando y explicando todo; y como va todos los años conoce a muchísima gente. Y además es una cosa que compartimos nosotros.
Uno de los pueblos que más me gusta es Portomarín, que tiene una ermita a la que hay que llegar a través de unas escaleras que no tienen barandilla. Es un sitio muy complicado pero merece mucho la pena.
Lo que más me gusta es Santiago de Compostela. Además de que tiene muy buenas fotografías se come de maravilla. Las verduras y hortalizas que tienen allí no tienen nada que ver con las de aquí, saben completamente distinto.
De las cinco peregrinaciones que ha hecho, sólo ha repetido en esta ocasión. ¿Es su favorita?
No, lo hice para saber cómo estaba, porque todavía recuerdo cómo estaba cuando con 80 años hice el primero, y era un poco para comparar. Y claro, entonces me costó menos. Y además iba con mis nietos y fue más divertido. Quizá sí, este puede que sea mi favorito porque hay paisajes muy bonitos, y bosques tan frondosos que parecen túneles. Y además es el más duro de los que he hecho.
También me gusta mucho el Camino Portugués, porque tiene el aliciente de que se cambia de país y se pueden ver cosas de cuando aquello también era España. Mi hijo hizo todo ese camino desde Cádiz y dice que es precioso, que va por toda la costa desde Gibraltar. Él fue con su tienda de campaña y sus etapas son mucho más largas, hace muchas de 40 kilómetros e incluso tiene alguna de 54 kilómetros.
¿Y usted no se animaría a hacer un tramo del Camino de la Lana aquí en Cuenca?
Es que a mi me hace ilusión llegar a Santiago. Es como llegar a la meta y finalizar el reto. En una ruta lo más costoso son los últimos dos kilómetros, se hacen mucho más largos que los primeros.
La primera vez que hizo el Camino tenía 80 años. ¿Usted recomendaría a los mayores que siguieran su ejemplo?
Sí, y si no se deciden a hacerlo yo creo que se equivocan. Porque a lo mejor lo podrían hacer. Creo que más que de piernas, de lo que hay que estar fuerte es del pecho, como fallen los pulmones no se puede seguir. Y también tener buena cabeza y pensar que lo pueden hacer.
Y otra cosa, es que no te tiene que importar si te tienes que volver. Porque nadie que no vaya puede echártelo en cara, y los que van, no lo van a hacer.