Luz González Rubio es natural de Villaescusa de Haro. Periodista y cooperante en programas de desarrollo dirigido a mujeres y profesora visitante en Chicago (Estados Unidos) y Amsterdam (Países Bajos). Ha sido profesora de Lengua y Literatura. Entre sus obras publicadas, que le llevaron a recibir el Premio de Novela Histórica de Cuenca en 2016, figura «En Kabul vuelan cometas: Vida de una mujer sufi en Afganistán» (2004), que aún puede ser adquirida en librerías de la capital conquense como Lorca y Libreralia. Su conocimiento de la realidad de la mujer afgana, adquirido gracias a testimonios directos tras la ocupación soviética y el ascenso al poder de los muyaidines, le aportan una perspectiva privilegiada para analizar la actual encrucijada por la que atraviesa el país y el colectivo femenino bajo el yugo de los talibanes y una de las interpretaciones más integristas del islam.
¿Qué impresión le causa lo que que está viviendo Afganistán, y en concreto, en qué situación puede quedar actualmente la mujer en todo este proceso?
Es una tragedia, desde luego, pero hay muchas mujeres activas que no se van a dejar arrebatar sus derechos y que están trabajando ya en la clandestinidad, como lo han estado haciendo estos veinte años. No hay que idealizar estos veinte años pasados. Ha habido mujeres de clases altas o que han vuelto del exilio que, con el apoyo de ONGs, han conseguido estar algunas en el Parlamento. Pero han sido pocas y por motivos familiares. La situación no ha sido ideal para las mujeres y cuanto más pobres, peor. Además, en el ámbito rural no ha llegado esa liberación ni mucho menos. Por eso han estado trabajando en la clandestinidad y siguen estándolo. Han sufrido atentados, persecuciones,…algunas de las que han salido a la luz pública. Malala Yousafzai ya dijo hace años la importancia que tenía la educación para la liberación de la mujer. Allí en vez de preocuparse por la educación de la mujer, lo que han hecho es invertir y preocuparse en el armamento y la situación de la mujer ha dejado mucho que desear.
Al margen de su actividad literaria, su compromiso se materializa también con su participacion en asociaciones como Mujeres de Negro contra la Guerra.
Así es , tenemos conexiones con mujeres pacifistas y que apuestan por la no violencia en Turquía, Irak, Afganistán, Pakistán…Hay un movimiento muy fuerte en Afganistán que se llama RAWA y nos está trasladando esto: que están activas y que ha sido un engaño durante estos veinte años esto de que las tropas norteamericanas fueran a liberar a la mujer porque han ido a hacer negocio y por motivos geopolíticos. La mujer ha sido un pretexto.
Y tras estos antecedentes ¿Qué panorama se presenta ahora tras la toma por el poder por los talibanes, que encarnan una de las corrientes más integristas?
Es verdad que es una tragedia para estas mujeres. Muchísimas están pidiendo asilo pero los casos son muy variados porque no sólo están saliendo por vía aérea sino que también hay muchísimas mujeres que están cruzando las fronteras a pie hacia Pakistán, Irán…Los talibanes suponen lo más perjudicial o lo más extremo. Eso es verdad. Los talibanes son sunitas y pretenden imponer la sharía, una interpretación del Islam que no es aceptada por chiitas, ni otras corrientes del islam. Los pastunes, que es de donde surgen los talibán, son los que se han impuesto por razones militarista y tribales. Las mujeres nos piden esperanza porque no se puede permitir que los talibanes vuelvan como estuvieron hace veinte años. Ahora se va a contar con ayuda de movimientos de mujeres y pacifistas más que de la OTAN.
¿Qué fue lo que te llevó a escribir «En Kabul vuelan cometas: Vida de una mujer sufi en Afganistán» publicado en 2004?
Yo estaba entonces en Chicago trabajando en un programa de profesores visitantes. Tenía amigos y amigas refugiados afganos. A mí me enseñaban fotos y veía a mujeres llevando minifalda, la hermana de un amigo había sido directora de un hospital en Kabul. Entonces se veía una involución tan grande…estas mujeres tuvieron que exiliarse cuando se fueron los soviéticos. No eran afines a la Unión Soviética, porque también se convirtió en una potencia invasora, pero eran socialistas y tuvieron que irse cuando se fueron los soviéticos ante un régimen confesional. Entonces había aviadoras, directoras de tranvía…desde luego, no llevaban velo. Tuvieron que salir del país y fue una catástrofe no sólo para los talibanes sino para los muyaidines, que son chiitas. Son un peligro porque ahora están en el Vale de Panshir diciendo que van a sacar las armas y se van a oponer a este régimen talibán. Son a quienes más apoyaron los americanos para combatir a los soviéticos. Para luchar contra el comunismo, valía todo.
Afganistán es un país en el que parece que llueve sobre mojado de forma continua y un conflicto se solapa con otro conflicto.
Había una escritora que fue Premio Nobel, Doris Lessing, que era sufí. Pensaba que los muyaidines eran la solución y escribió hace treinta años que se desencantó cuando vio el trato a las mujeres. Las mujeres no valen anda en esa interpretación que hacían los muyaidines.
«Esto es una lección para todo Occidente de que la violencia y el armamentismo no es la solución»
Vista la experiencia de estos últimos veinte años, que ha demostrado que la intervención militar, por sí misma, no es la solución ¿Qué se puede hacer en favor de Afganistán y de la mujer en este país, que es uno de los colectivos más perjudicados?
Apoyar a los grupos de mujeres independientes, aprovechar los convenios, reclamar siempre diálogo y oponerse al uso de la fuerza, que ya ha habido bastante. Por otro lado, hacer todo lo posible para apoyar la acogida de quienes tengan en riesgo su vida. La solución, en este momento puntual, puede ser que salgan del país pero quizás sea más importante mantener estas redes que existen para ayudar desde dentro. Estos veinte años de escalada militar no han servido para nada.
¿Sería factible abrir alguna vía desde dentro del mundo musulmán para que no se viese como una injerencia extranjera?
El islam es plural, no es sólo la interpretación que se está haciendo de la sharía. Hay feministas islámicas. El papel secundario que se otorga a la mujer viene de determinada por una interpretación de esta religión. Es mi teoría basada en personas como Fátima Mernissi, escritora marroquí escritora de «Islam y Democracia». El islam es compatible con la democracia. A lo mejor hace falta una renovación, que se ha dado en otras religiones. El islam es muy amplio. El Corán sí dice que la mujer vale la mitad que un hombre pero hay que interpretarlo en el contexto histórico en el que se escribió el Islam. Aunque es cierto que lo que está ocurriendo ahora en Afganistán es una tragedia ún están funcionando esos movimientos clandestinos de mujeres que predican y piden la paz.
¿Tienen algo en común la época actual y su libro?
Mi libro hablaba de esto, de cambios. Era una mujer sufí que vive esa transición del régimen soviético al triunfo de los talibán. También analiza la importancia que tiene la espiritualidad, la solidaridad entre mujeres…y se está viendo. Otra premio Nobel, Svetlana Alexievich, denunciaba ya en aquella época la violencia en época soviética. Esto es una lección para todo Occidente de que la violencia y el armamentismo no es la solución. Que hay que ir por el camino de la paz y el diálogo.