El pasado sábado 14 de marzo de 2020, recibíamos la noticia, que dicho sea de paso, todos esperábamos, relativa a la decisión por parte del Ayuntamiento de Cuenca, el Obispado y la Junta de Cofradías, de manera unánime, de suspender todos los desfiles procesionales de la Semana Santa de Cuenca y los actos públicos, como el Pregón, relacionados con los mismos. Ya las hermandades habían cancelado actos, conciertos y todo lo que la cuaresma trae consigo. No éramos ajenos a otras ciudades que en cascada ya habían tomado la decisión (Sevilla, Málaga, Alicante, Valladolid, Zamora, Murcia, Cartagena o Lorca).
La crisis del coronavirus ha suspendido la Semana Santa. Desde la guerra civil no había ocurrido un hecho de estas características. Sin perjuicio de las inclemencias meteorológicas que han afectado a los distintos desfiles, una pandemia, otra desgracia ha roto una tradición centenaria.
La diferencia está en que ya quedábamos prevenidos con tiempo suficiente para hacernos a la idea. Cuando existe riesgo de lluvia, siempre tenemos la incertidumbre de poder procesionar o no. En ese caso, los previos se han “disfrutado”: Cenas, puestas en andas, conciertos… Pero este año todos en casa, nutriéndonos de libros, vídeos, redes sociales, mitigando eso que tanto añoramos para que un día nos revistamos con la túnica y capuz y ocupemos el puesto que nos corresponde.
En Cuaresma nos preparamos para vivir el misterio de amor de Jesús. Ahora más que ningún año, somos actores del drama en el que hijo Dios muere para que nosotros vivamos. Concédenos Padre una verdadera contrición de los pecados y un sincero cambio de vida. No dejes de amparar nuestras almas en aflicción y en el combate que estamos atravesando en estos momentos.
Esto nos hace reflexionar sobre lo que es en sí la Semana Santa, o mejor dicho, cómo la vivimos. Nuestro Viernes Santo va a ser histórico: Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia, rezaremos el Vía Crucis y meditaremos con las Siete Palabras de Jesús en la cruz, en definitiva, se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento. La familia hará más piña en torno a la Palabra de Dios.
El Viernes Santo se medita el misterio de la muerte de Cristo y recordamos sus palabras en la Cruz, que en mensaje del papa Francisco: ”Todo está cumplido”, que significan ”que la obra de salvación se ha cumplido, que todas las Escrituras encuentran su cumplimiento en el amor de Cristo”. Y agrega: “Jesús, con su sacrificio, ha transformado la iniquidad más grande en el más grande amor”.
Dice un amigo mío que “En estos días que se acercan dejémonos guiar por el Apóstol y Evangelista para encontrarnos con el Señor. Quizá implique caer, bajarnos de los inútiles pedestales a los que nos hemos aupado en busca de glorias humanas. Pero esa caída será nuestro salto más grande.”
El silencio de la procesión del Santo Entierro se transportará a las dos procesiones que le preceden. La tensión previa a la salida quedará ensordecida por las oraciones en casa. Ni tambores, ni marchas, ni golpes de horquilla… La ciudad quedará muda. Las velas de las tulipas, el olor a cera e incienso, todo esperando a la Semana Santa 2021. Únicamente quedarán en la calle azulejos que algunas hermandades situaron a lo largo de los recorridos procesionales como testigos mudos de la pasión. Tampoco habrá fotógrafos que plasmen con sus cámaras el testimonio de los desfiles, ni tampoco el bullicio de la espera.
Será un Viernes Santo espiritual ante la imposibilidad del encuentro presencial con el Señor; aunque no haya procesiones la liturgia está ahí, pensemos que los desfiles son un complemento plástico, lo importante, es el Triduo sacro; es la culminación de todo el año litúrgico. Será un calvario para todos, aunque ínfimo en comparación con el de Jesús. Los Nazarenos, los Cristos y las Vírgenes guardarán en sus capillas velando al Santísimo. El Nazareno cayó, no una, ni dos, sino tres veces, y cargó sobre sí los dolores de todos, Él llegó a la gloria a través de su pasión; así nos enseña que es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. Para vivir este Viernes Santo, démosle a Dios el primer lugar, acompañemos a Jesús con nuestra oración, sacrificios y arrepentimiento de nuestros pecados. La cruz es el árbol de salvación. ¿Cómo no vamos a salir de esta pandemia? Seguiremos el ejemplo del Redentor, seremos su cirineo.
Madre: Permanece con nosotros y danos tu auxilio para que podamos convertir las luchas en victorias y los dolores en alegrías. Fortalécenos en este sufrimiento de pandemia.
Nuestro Obispo, en la homilía de este Viernes de Dolores comentó: “Confiemos en Él, en estos difíciles momentos…que sabe que el mundo no se le ha ido de las manos”.
Nuestros predecesores levantaron la Semana Santa tras la guerra civil, sin embargo, la diferencia está en que partían de la NADA, nosotros lo tenemos todo, sólo, y lo dejo caer, hay que darle una vuelta al sentido de las hermandades.
En 2021 seremos más fuertes, distintos. Nos queda poco menos de un año para el Viernes Santo. Se abrirá el portón del El Salvador …
“Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
Escribió también Pilato un título,
que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS.
Y muchos de
los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado
estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en
latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas:
Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos.
Respondió
Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
Cuando los soldados hubieron
crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para
cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido
de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes
sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura,
que dice: “Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron
suertes.”
Y así lo
hicieron los soldados. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana
de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su
madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde
aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre,
dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
Entonces
los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los
cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo
era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y
fuesen quitados de allí.
Vinieron,
pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que
había sido crucificado con él.
Mas cuando llegaron a Jesús, como le
vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le
abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
Y el que lo
vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad,
para que vosotros también creáis.
Porque
estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado
hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después
de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente
por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de
Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También
Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un
compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de
Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre
sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un
huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto
ninguno.
Allí, pues,
por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro
estaba cerca, pusieron a Jesús.
(Jn 17, 15-42)
¿Cuántos habrán marchado al Padre por esta pandemia? Rogamos una oración por el eterno descanso de sus almas. Dales Señor el descanso eterno. Y brille para ellos la Luz perpetua.
Como diría José Miguel Carretero en su pregón:
“En este momento final, pido a Dios por Cuenca.
Por su Semana Santa.
Por los hermanos que ya marcharon al Padre. Y por los que han de nacer. Y tú María, Madre nuestra ruega por nosotros.
Ahora y en nuestra muerte.
Cuando al fin seamos polvo enamorado y alma en vuelo.
Nazarenos de Cuenca, para siempre”.