La Unión Balompédica Conquense ha logrado un punto este sábado en La Fuensanta frente al Illescas en un partido que quedó aplazado la semana pasada por varios positivos de COVID-19 en el conjunto conquense. Escribimos que ha logrado un punto y no que ha perdido dos porque el conjunto local conseguía las tablas en los estertores del tiempo reglamentario. En el minuto 87 un gol de José Vega ponía el 1-1, si no taumatúrgico sí que balsámico, cuando casi todo el mundo daba por hecha una preocupante derrota. Tras una brillante asistencia de Paco Tomás se fue por velocidad y se colocó solo por el portero para acertar en su remate. Menos mal.
Fue un gol oportuno y justiciero porque el conjunto de Jordi Fabregat había acumulado méritos a lo largo del encuentro para merecer, como mínimo, ese premio de consolación. Fueron ambiciosos y dominaron el juego durante gran parte del minutado, aunque en la segunda mitad acusaron un evidente bajón físico que trabó piernas e ideas.
Los blanquinegros fueron mejores sobre todo al inicio donde, al margen de alguna ocasión precoz de los toledanos, supieron acercarse con mucho peligro a la meta rival. Unas veces la falta de acierto, otras los fueras de juego, esos acercamientos no se traducían en gol, mientras se iba haciendo cada vez más temible el aforismo futbolístico de que quién perdona lo acaba pagando.
Y la Balompédica lo pagó. En el minuto 24 y en una contra Harta adelantó al Illescas. Con una combinación de velocidad y clase logró quedarse solo ante Sierra, que poco pudo hacer para evitar el tanto.
El gol sentó cambió la dinámica del encuentro. El Conquense lo siguió intentando y sumó varias claras pero fue desde entonces un equipo más desordenado y ansioso, adjetivos que en nada ayudaban a su precariedad física tras unos días complicados por las bajas. Los visitantes supieron leer bien esas carencias y se encomendaron a las contras para terminar de rematar el trabajo.
A punto estuvieron de conseguirlo en varias ocasiones antes y después del descanso. Fue su falta de acierto la que mantuvo vivo a un Conquense renqueante pero ambicioso, que se mantuvo la fe y la garra hasta el arreón final y definitivo.