Carlos Solís Navarro, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Vecino de Cuenca
Dice el Articulo 49 de nuestra Constitución, que los poderes públicos impulsarán las políticas que garanticen la plena autonomía personal y la inclusión social de las personas con discapacidad, en entornos universalmente accesibles. De mis paseos por Cuenca, puedo asegurar, que este derecho no está garantizado en multitud de lugares en nuestra ciudad.
Soy ingeniero de Caminos, de esa generación que tuvo que iniciar y desarrollar su carrera fuera de nuestras fronteras. He tenido la oportunidad de trabajar en el Reino Unido y en Australia principalmente. Hace poco más de un año, mi mujer y yo volvimos a España después de 11 años fuera, y nos instalamos en Cuenca, buscando calidad de vida y cercanía con la familia y amigos.
Mi experiencia profesional principalmente se ha enfocado en la mejora de carreteras y de sus elementos auxiliares en el entorno urbano, y de ahí el defecto profesional de convertir un paseo con tu mujer y tu bebé, en una inspección constante de todo lo que nos rodea.
Poco tiempo después de llegar a Cuenca, y con más frecuencia desde el nacimiento de nuestra hija, me empezó a acechar la sensación de que los paseos que hago a diario, fuera del Casco Antiguo, no son lo agradables de lo esperado de una ciudad Patrimonio de la Humanidad. Poco a poco, fui analizando qué me llevaba a tal conclusión.
Con la intención de aportar soluciones concretas, hoy me centro en el aspecto de la movilidad del viandante. En posteriores cartas, cubriré la iluminación, la vandalización de las fachadas y la falta de visión de las calles de Cuenca como lugar de encuentro de personas (más que de simple facilitador de movimientos de personas y vehículos). Estos aspectos contribuyen a dar un aspecto de dejadez y pobreza en ciertas zonas de la ciudad, que resalta con la belleza, limpieza e iluminación de otras.
Comenzaba la carta, con una referencia al derecho a la movilidad de las personas con discapacidad. En palabras simples, todas las personas tienen el derecho a poder andar por las calles de Cuenca, sin temor a que su paseo se vea interrumpido por obstáculos insalvables dependiendo de su capacidad motora.
Parece obvio y un imprescindible en una ciudad del primer mundo, que en los pasos de peatones se rebaje la altura del bordillo para crear una rampa hasta el nivel de la calzada para permitir el cruce de la carretera. Solo hace falta gastar 10 minutos de tu tiempo para encontrar legislación vigente sobre las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación para el acceso y la utilización de los espacios públicos urbanizados (Orden TMA/851/2021, de 23 de julio). De mis paseos por Cuenca, puedo decir que multitud de zonas no están acondicionadas de acuerdo con esta norma. Os muestro varios ejemplos.
La primera foto muestra el cruce de Doctor Galíndez con el Parque del Huécar, donde en los cuatro cruces hay que salvar un desnivel de unos 30 cm entre la acera y el cruce. Unos dirán que esas calles no son frecuentadas por personas con movilidad reducida y de ahí la no presencia de las rampas. No me entraña no haber visto nunca una silla de ruedas o una persona en andador, salvar esa diferencia de altura es imposible sin ayuda. Sin entrar
en detalles, la foto también captura la vandalización de la fachada. Todo esto a escasos 50 m de los restos de las murallas y comienzo del Casco Antiguo.
Los vecinos de la calle del Rio Turia, cerca del Parque de Villaromán, deben gozar de una agilidad extraordinaria y una capacidad motora sin limitaciones, a juzgar por la escasez de rampas a lo largo de toda la calle. Incluso el cruce a las espaldas de la Iglesia de San Román, carece de rampa. Al menos, el párroco de San Roman se ha acordado de las personas con más dificultades y tiene instalada varias rampas para acceder al templo.
Unos cuantos cientos de metros hacia el este, en la calle Valdecabras, se puede ver con frecuencia a una señorita en silla de ruedas circulando por la calzada, ya que por la acera le seria imposible salvar los bordillos sin rampa que se encuentran en lo paso de peatones. Más allá del riesgo para su integridad personal y de lo demandante en lo físico, sobre todo cuando tiene que hacer el trayecto cuesta arriba, la imagen denota una falta de sensibilidad por parte de los responsables de la urbanización de estas calles.
Los ingenieros de caminos nos caracterizamos por ser pragmáticos y resolutivos, y por buscar soluciones a problemas cotidianos. La solución es bastante simple en este caso. Para empezar, se necesita geolocalizar las zonas de baja accesibilidad y en contra de legislación vigente como Real Decreto 193/2023, de 21 de marzo, y de acuerdo con Orden TMA/851/2021, de 23 de julio.
Una vez identificadas las zonas a modificar, licitar un contrato para ejecutar las rampas y la instalación de pavimento táctil, si la ruta se encuentra en itinerario peatonal accesible. Este proyecto podría considerarse de bajo coste, de escasa complejidad técnica, pero de
gran impacto para los residentes. Puede que no sea el proyecto más “sexi” para concejales u oposición, pero mejorará la vida de los residentes y turistas.
Es irónico ver como avanzan otras obras en alas de mejorar la movilidad y accesibilidad. Grandes proyectos como las escaleras mecánicas al Casco Antiguo (15 millones de euros), o el paso peatonal bajo el puente de la Trinidad, al final de calle de los Tintes (600,000 euros). Mientras tanto, los básicos en otras zonas no están garantizados. Uno se pregunta cómo se priorizan los proyectos y los presupuestos, y si el bienestar del ciudadano está en el centro de estas decisiones.
El autor suizo Robert Walser decía que “en un bello y dilatado paseo se me ocurren mil ideas aprovechables y útiles. Encerrado en casa, me arruinaría y secaría miserablemente. Para mí pasear no sólo es sano y bello, sino también conveniente y útil”. A más que uno le valdría la pena pasear más por todas las zonas de Cuenca. De momento, yo seguiré escribiendo de mis paseos por Cuenca.