Hay empates que saben a derrota y el del REBI Cuenca este viernes frente al Villa de Aranda en El Sargal es uno de ellos. Más allá de los cálculos sobre cómo se complican las opciones para clasificarse para la Liga Asobal, las tablas a 24 dejan un regusto amargo porque a falta de apenas veinte segundos del final el equipo local tuvo la opción de ganar el partido con un 7 metros que no consiguió transformar Hackbarth.
Pero es que antes de llegar ahí, mucho antes, el conjunto conquense despilfarró la ventaja de cinco goles (15-10) con la que había llegado al descanso tras un nefasto arranque de la segunda mitad. Tampoco supo conservar otra de tres goles (23-20) con la que afrontaba los siete últimos minutos. La sensación de afición y equipo es que se podía y debía haber ganado con holgura a un rival que, más allá de destellos y mucho pundonor, hubiera sido asequible. Y, sí, el arbitraje fue cuanto menos discutible, caótico en sus criterios, más desconcertante que perjudicial, pero por encima de todo eso, el cuadro de Lidio Jiménez se ha dejado empatar.
El partido había empezado de una manera muy diferente. Tras esos instantes iniciales con las habituales prudencia e igualdad, el Rebi Cuenca supo ir imponiendo su calidad y abriéndose brecha en el marcador. Pedro Tonicher aportó desde el primer momento en portería y en ataque Pozzer, Hackbarth o Tchitombi iban aprovechando las ocasiones que les brinda. El Aranda resistía como podía, pero a falta de diez minutos para el descanso los conquenses ya ganaban por 12-8 y eso que la falta en acierto de algunos atacantes, como Neves, impedían que la ventaja fuera aún mayor. Los de Cuenca se gustaban y gustaban atemperaban al gusto y se iban con esa renta de cinco goles a descansar.
Pero lo que se prometía un paseo militar fue más bien una cruenta batalla. El inicio de la segunda mitad fue una suerte de Pear Harbol balonmanístico. Tras un gol de Sergio López, los burgaleses se enchufaron y firmaron un parcial de 0-5 en el que mucho tuvo que ver su guardameta Pau Guitart, que fue de menos a más, y un Cuenca desconcertante y desconcertado, muy fallón en ataque, atascado, sin capacidad para mover el balón y encontrar alternativas. En el minuto 49 reinaba el empate a 16 en los luminosos.
El empate llegó tras un tiempo muerto de Lidio Jiménez que surtió efecto, aunque no fuese inmediato ni perenne ni exagerado. El Cuenca recuperó algo de gol y, aunque no pudo escapar del ritmo de correcalles que beneficiaba a los arandinos, sí que aprovechó alguna superioridad para volver a meterse en el partido, a fuerza de 7 metros. Empates o ligeras ventajas de los visitantes marcaron los siguientes minutos, como el 20-20 del 47.
Hubo entonces una buena reacción local de Cuenca, que hizo pensar que la broma se había acabado. Un parcial de 3-0 con paradas en seis minutos que catalizaban la vibración de El Sargal. Pero el sino de la noche era complicarse la vida y el tramo final fue una sucesión de fallos en seis metros, tiros sin ángulo y ataques extinguiéndose en el pasivo. Ni siquiera los paradones de Tonicher podían evitar el desastre. El final ya está contado en el inicio. Tras el el penalti no aprovechado el Aranda aún tuvo una apresurada ocasión de ganar y redondear la campanada: no pudo ser. Hubiese sido quizá un castigo ya excesivo. El punto perdido -porque se perdió un punto más que ganar otro- ya era suficiente recordatorio de que quien juega con fuego termina quemándose. A veces a lo bonzo.