La organización Aldeas Infantiles SOS, que tiene en Cuenca uno de sus sedes, ha realizado un estudio para evaluar el impacto psicológico del confinamiento y la pandemia en una muestra de 459 niños, niñas y adolescentes de sus programas de acogimiento -residencial y familiar- y de prevención. Sus resultados muestran que al 74% le preocupa que las personas cercanas a ellos se infecten con la enfermedad, al 66% le inquieta no poder visitar a sus familiares y amigos, al 53% que la vida no vuelva a ser la misma después de la pandemia y al 40% no poder volver a la escuela.
La gran mayoría de los niños, niñas y adolescentes consultados (93%) han señalado también que habían recibido información acerca de la COVID-19 y explicaciones sobre cómo actuar. Buena parte de ellos (78%) indicaron que se lavan las manos frecuentemente y más de la mitad (60%) afirmó que evita el contacto físico y respeta la distancia social de dos metros. El 43% aseguró usar mascarilla (antes de que su uso fuese obligatorio).
La organización de atención directa a la infancia, cuyo presidente en España es el conquense Pedro Puig, recuerda que la salud mental de los niños y las niñas es especialmente vulnerable en momentos de crisis como el actual. Si bien el alcance exacto que la COVID-19 y sus consecuencias puedan tener en la salud de los más pequeños es aún desconocido, se dispone de suficiente información para saber que su impacto psicológico ha de ser evaluado y detectado a tiempo con el fin de prevenir enfermedades de salud mental, especialmente en el caso de aquellos menores en situación de especial vulnerabilidad, como son los niños y las niñas privados del cuidado parental o en riesgo de estarlo.
Por eso, la organización asegura que es necesario controlar el estado de la salud mental de todos los niños y niñas durante y después de esta crisis sanitaria, y en especial de aquellos que tienen una medida de protección, y reclama medidas específicas para realizar mejoras en el sistema de salud que permitan identificar riesgos y abordarlos a tiempo.
Muchos de los casi 50.000 niños, niñas y adolescentes que crecen privados del cuidado de sus padres en España han vivido experiencias traumáticas en sus vidas y casi la mitad recibe algún tratamiento de salud mental. Ellos y ellas son los más vulnerables y requieren atención específica en las circunstancias que vivimos. “En su caso, como en el de los niños y niñas en situación de riesgo de perder el cuidado parental, es imprescindible realizar un seguimiento y evaluación a nivel psicológico que permita detectar el impacto de la pandemia, tratarlo y evitar problemas de salud mental a medio y largo plazo“, advierte Pedro Puig, presidente de Aldeas Infantiles SOS.
Salud mental infantil, la gran olvidada del sistema sanitario
La organización de atención directa a la infancia explica que los efectos de las pandemias a menudo se manifiestan a largo plazo y que la ausencia de respuestas apropiadas puede tener consecuencias emocionales traumáticas que persistan durante años. “La prevención y la detección de los factores de riesgo, así como la intervención temprana para evitar que estas se agudicen es fundamental”, afirma Pedro Puig.
Sin embargo, según señala Aldeas Infantiles SOS, la salud mental infantil es la gran olvidada del sistema sanitario español. Los especialistas de primer nivel, generalmente pediatras, no pueden hacer frente a la demanda desbordante por falta de recursos. Y las escasas unidades de salud mental para niños y adolescentes están colapsadas o quedan reservadas para casos de especial complejidad, no cubriendo las necesidades existentes.
Por eso, Aldeas Infantiles SOS demanda el incremento de los presupuestos destinados a salud mental y la apuesta por la prevención y la intervención temprana, reduciendo el tiempo que transcurre entre los primeros síntomas y el primer contacto terapéutico. La organización también subraya la necesidad de una coordinación permanente entre los equipos de atención primaria y los de salud mental; la incorporación de la especialidad de Psiquiatría Infantil; y la creación de equipos especializados en el diagnóstico y el tratamiento de los efectos derivados del maltrato en la infancia; además de campañas de sensibilización específicas para informar y combatir el estigma social que recae sobre estas enfermedades.
La salud y el bienestar son, además de un derecho de niños, niñas y adolescentes, un objetivo imprescindible para alcanzar el desarrollo sostenible en 2030 (ODS 3).