El alcohol es uno de los principales factores de riesgo de carga de enfermedad en España y, además de ser una sustancia adictiva que puede ocasionar dependencia, contribuye al desarrollo de múltiples problemas de salud y lesiones, incluyendo enfermedades cardiovasculares, hepáticas, neuropsiquiátricas y enfermedades transmisibles, entre otras. Asimismo, es la sustancia psicoactiva más consumida por la población en España según la Encuesta sobre alcohol y drogas en España (EDADES 2022) realizada a población de 15 a 64 años, según el Ministerio de Sanidad. Por ese motivo se celebra todos los años el Día Mundial Sin Alcohol el 15 de noviembre.
Para muchos es una forma de desconectar de los problemas de la vida, y recurren a la forma más fácil de olvidar las cosas. Este era el caso de Jaime (nombre ficticio), un conquense que comenzó con el alcoholismo sin darse cuenta, pues se tomaba tres cervezas de primeras y seguía con 10 copas para liberar estrés del trabajo. Cuenta que con el tiempo «te van pasando situaciones», no sabía como llegaba a su casa, empezó a tener discusiones con su mujer y en su negocio estaba cabreado. «Yo no era una persona que bebía todos los días. Podía estar dos o tres meses sin beber, pero cuando lo hacía mi cabeza no sabía cortar, y te das cuenta de que eres un alcohólico», señala.
Insiste en que hay muchos tipos de adicción a esta sustancia, el más común es el beber cada día. Sin embargo, el suyo era una vez cada mucho tiempo, «pero cuando bebía, llegaba a mi casa sin saber cómo, me había caído o me tenía que llevar alguien, y en una de esas te puedas quedar en el sitio», sostiene el conquense. Afirma que durante una jornada de trabajo, si algo no iba bien, «empezaba a beber a las cinco de la tarde y no paraba hasta las cinco de la mañana y no sabía lo que bebía, incluso muchas veces me iba solo a beber. Y otros días también me ponía agresivo, me cambiaba la personalidad y la persona, cuando sabes que tú no eres así».
Jaime asegura que llevaba unos seis años intentando dejar de beber por su cuenta, pero no lo conseguía. Probó ir a un psicólogo y parar por voluntad propia, pero después de una temporada sin probar gota de alcohol, tuvo una recaída. Fue entonces cuando decidió ir Acoral, la Asociación Conquense para la Rehabilitación de Alcohólicos. Gracias a otro compañero que participaba en las terapias en grupo se animó a apuntarse y se integró desde el primer momento. Dos años después, confiesa que «es lo mejor que he podido hacer», pues admite que no ha necesitado medicación y lo tiene «bastante controlado», ya que «hablas con otra gente igual aunque con su propia situación». Asimismo, señala que es muy importante también tener un buen vínculo de amigos que sepan lo que te pasa «y que no te digan «échate una», porque eso para una persona como yo es un problema». Por suerte, dice, él lo tiene. «Si yo tuviese otro circulo distinto, me hubiese ido por otro lado, porque si no caes de nuevo».
El conquense admite que en la asociación ha aprendido a gestionar los problemas de otra manera y se siente «más tranquilo». «Si ahora un día estoy mal y tengo que cerrar mi negocio lo hago», señala. Asimismo, asegura que «si en el día de mañana puedo ayudar a alguien en la misma situación yo encantado, igual que lo han hecho conmigo». Por ello, anima a aquellas personas que tengan este problema con el alcohol es «ir al médico, a las Unidades de Conductas Adictivas (UCA), que allí verán si realmente es grave, pero sobre todo que no tengan miedo a venir a la asociación, porque todos los de aquí hemos pasado por eso».
«Por las mañanas, hasta que no me tomaba un chupito no estaba tranquila»
Marciana es otra de las pacientes que acude a Acoral en busca de ayuda para revertir su adicción al alcohol. Ella empezó a beber a los 17 años en Brasil y cuando vino a España continuaba, ya que pensaba que era la solución para todos sus problemas. Hasta que se dio cuenta de lo que le pasaba pasaron muchos años. «Lo supe porque yo bebia y me olvidaba de las cosas. Por las mañanas, cuando no tenía alcohol, ya me temblaba el cuerpo de la necesidad y las ansias, y hasta que no me tomaba un chupito no estaba tranquila. Era necesario para arrancar el día, sino estaba nerviosa».
Asegura que a raíz de su alcoholismo empezó a tener problemas de salud, pero también emocional y social. «Un día era la alegría de la huerta y otro estaba decaída y triste, y volvía a beber para subirme la autoestima», señala. Lo que mas le afectó, dice, fue la soledad y alejarse de la familia «porque me decían que tenía un problema y yo no lo aceptaba, pero siempre han estado conmigo y querían que yo me sanara, aunque no me daba cuenta y creía que podía sola. Al final no he logrado hacerlo sola y he necesitado ayuda».
El día que lo cambió todo fue cuando no recordó cómo llegó a su casa y un familiar le dijo que tenía que para porque se iba a morir si seguía en esa situación. «Gracias a él, me llevó a su casa de Albacete y empecé a tratarme allí porque en Cuenca me daba vergüenza que la gente viera que yo tenía ese problema. Ahora ya no tengo ese sentimiento, al revés, me siento feliz y orgullosa de poder mandar ese mensaje a otras mujeres de que sí pueden salir de esto».
El 2 de abril hizo siete años que Marciana lleva recuperándose, mientras que en Acoral lleva cuatro participando en las terapias grupales. Afirma que normalmente las mujeres que van a la asociación y la ven «se sientes cómodas y yo procuro apoyarlas y arroparlas para poder salir». Asegura sentirse «plena y feliz, valoro cosas que antes no hacia. Y estoy agradecida a la vida por esta nueva oportunidad».
La función de Acoral
La asociación cuenta con terapia de grupo entre 18 y 20 personas. Según su presidente, José Fernández, los perfiles que acuden han ido variando, cuando antes había una media de edad, «ahora son personas mayores o muy jóvenes, entre los 23 y los 65 años». Se reúnen los lunes y jueves de cada semana en las que cada uno cuenta su experiencia diaria con el alcohol y, según les haya ido, van corrigiendo o manteniendo la conducta. Fernández asegura que la persona más joven que acude actualmente tiene 24 años.
El presidente de Acoral incide en que el problema del alcoholismo se ve cada vez más en edades más tempranas y no piden ayudan por sí mismos, sino que tiene que haber una persona que le de el empujón «o alguna situación de la vida que le coja miedo». «Lo importante es que cuando vengan que no lo dejen, o si dejan de venir que sigan en contacto con nosotros, decir que están bien, saludarnos, pero siempre tener un contacto, ya que si lo pierdes tarde o temprano vuelves a caer», asegura Fernández.
Destaca que desde hace algo más de un año va cada vez más gente preguntando para pedir ayuda e información. «Desde las UCAS están enviando a gente a la asociación y estamos detectando que a raíz de la pandemia se están dando cuenta de que tienen un familiar enfermo. En los dos últimos años ha aumentado unas 40 o 50 personas», sostiene el presidente.
José Fernández asegura que la parte más difícil «es entrar por la puerta, pero una vez lo que hace te vas adaptando». Garantiza que lo primero que hacen con aquellas personas que van es «dar la bienvenida, arroparla e intentar ayudarla lo más rápido posible en gestionar sus emociones, porque por ahí suelen venir las recaídas».