Según la organización, desde que empezó el año hasta el 30 de junio, los centros residenciales de Cáritas Diocesana de
Cuenca, dirigidos a personas en situación de sin hogar, en exclusión residenciales y migrantes, han acompañado a 37 personas desde distintos enfoques, ofreciéndoles un espacio acogedor y cubriendo las necesidades básicas, a la par que han llevado a cabo un itinerario de integración sociolaboral. Entre ellos, tres familiar y cuatro menores.
Destacan que los espacios residenciales, certificados con el sello de calidad por AENOR, cuenta con un equipo interdisciplinar, tanto técnicos como voluntarios que, poniendo en el centro a la persona, se fomentan sus potencialidades para ayudarles en el momento de máxima vulnerabilidad que atraviesan. Uno de los casos es el de Juan, de nacionalidad española y con formación superior que, por diversas vicisitudes de su vida, se vio abocado a vivir en la calle. Tras un largo recorrido por la geografía española, fue acogido por Cáritas Cuenca y, después de un trabajo conjunto potenciando las capacidades de Juan, en la actualidad se encuentra trabajando como titulado superior en una empresa de la provincia de Cuenca.
“Juan es uno de los muchos casos de éxito de integración de personas que, por distintas circunstancias en sus vidas han pisado fondo y han logrado salir hacia delante gracias al trabajo de la Iglesia Católica en la Diócesis de Cuenca, gracias al trabajo de Cáritas”, asegura Paz Ramírez, secretaria general de la entidad.
La búsqueda de vivienda, uno sus los mayores problemas
Desde Cáritas Cuenca señalan que los precios elevados que hay de la oferta de viviendas «dificultan de manera considerable que una persona con un salario normalizado pueda tener la oportunidad de ser independiente en su propia vivienda». Destacan dos casos de participantes, que «con su itinerario ya finalizado y con trabajo, siguen en búsqueda de vivienda».
Marimar Resusta, responsable del Área de Inclusión Social de Cáritas Diocesana de Cuenca, señala la importancia del trabajo en el proceso de integración, donde hay personas que tienen muchas dificultades, ya que, aunque muchas están preparadas y tienen formación, con frecuencia «están estigmatizadas por aspecto o forma de vivir, y cuesta que en algunos procesos laborales encuentran su sitio». «Hay mucha gente que lleva mucho tiempo en situación de calle, con todo lo que esto conlleva y con pocas habilidades sociales», concluye.