Entre los meses de septiembre y junio, desde Infocam, el Servicio de Prevención de Incendios Forestales de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, se llevan a cabo quemas prescritas en diversos puntos de la región, en colaboración con bomberos forestales de Geacam y, en ocasiones, también con las BRIF.
Aunque ese sea su nombre técnico, también se las conoce como «quemas controladas», y se realizan por varios motivos, como explican José Félix Mateo e Iván Castellano, técnicos de prevención y extinción de incendios del Plan Infocam.
Se llevan realizando desde el año 2012 en la región, y en la provincia hay dos brigadas más especializadas en este tipo de intervenciones, situadas en los municipios de Campillos-Paravientos y Albendea. Aunque los profesionales van en aumento debido a las labores de formación que realizan a otros bomberos forestales. Además, también realizan charlas divulgativas en diversas localidades junto a los EPRIF (Equipos de Prevención Integral de Incendios Forestales).
Por ejemplo, sirven para quemar restos, eliminar combustible para potenciales incendios en verano, para limpiar áreas de contención y de defensa (zonas que sirven para delimitar e incluso detener el fuego o para servir de vías de evacuación para los bomberos forestales), regeneración de pastos, investigación, y, en ocasiones puntuales, para eliminar o favorecer el crecimiento de alguna especie concreta.
Además, en municipios como el de Huete y Santa Cruz de Moya se han hecho para proteger el casco urbano. «Al final es minimizar un riesgo en la población. En vez de que lo queme la gente, lo hacemos nosotros de manera controlada y se evitan problemas», afirma Félix Mateo. También se actúa, comenta Castellano, en zonas en las que estadísticamente caen más rayos que generan incendios, evitando así futuros problemas.
Proceso de las quemas
Las quemas prescritas se llevan a cabo, en su mayoría, en la parte noreste de la provincia, incluyendo zonas de la Serranía y la Alcarria. Para ello, se divide el terreno en parcelas y se generan pequeños fuegos controlados que funcionan «como una vacuna» contra posibles fuegos de intensidades parecidas en el futuro. «Ganamos en eficacia y seguridad», sentencia Castellano.
Para decidir en qué zonas se actúa se deben tener en cuenta distintas variables: meteorología, cantidad y calidad del combustible presente, el momento del día, lluvias pasadas y futuras… Todo ello dependerá del objetivo de la quema.
En cualquier caso, explica Iván Castellano, se trata de fuegos «de baja intensidad», en los que se puede ver cómo se comporta según las características orográficas y de vegetación y cómo actuar en consecuencia. Con esto, los bomberos forestales también se entrenan para el verano, habiendo aprendido qué hacer en casos similares.
«Antes de ir tenemos programas informáticos y simuladores que nos dicen cómo se comportará el fuego», explican, sabiendo así, contando además con su propia experiencia sobre el terreno, qué se pueden esperar más o menos sobre el terreno. Eso sí, si en la realidad el fuego no se comporta según lo previsto, se corta inmediatamente, afirman los técnicos.
Una vez delimitada la parcela que, de media, suele ser de entre una y tres hectáreas (aunque se pueden llegar a las seis o siete), se prende el fuego, se observa y se controla. Dependiendo del tipo de vegetación (no es lo mismo una zona de herbáceas que con árboles) y del suelo (hay diferencia entre zonas llanas y con desnivel), estas labores suelen durar al menos una hora.
Además, se tienen en cuenta las variables del comportamiento del fuego: intensidad calorífica, longitud de la llama y altitud de la llama, además de velocidad y direccionalidad. Sabiendo lo que se quiere, hay ciertas técnicas para que llegue a una altura determinada y así, por ejemplo, soflame las primeras ramas de los árboles y así se evite que, en el futuro, nuevas llamas puedan quemarlas de verdad. «Es lo mismo que haríamos con una motosierra», afirma Félix Mateo. «Mantenemos la continuidad vertical de la zona y evitamos que llegue al dosel arbóreo».
Otro de los ejercicios que se realizan durante estas quemas prescritas es el control del humo ya que, aunque se genere menos que en un incendio grande y de menor densidad, se trabaja para evitar que llegue a poblaciones y carreteras.
Una vez ha finalizado la quema, se procura que los restos queden bien esparcidos y apagados para evitar posibles rebrotes del fuego. «No quemamos y nos vamos, tenemos camiones con autobombas para regar y refrescar bien toda la zona, igual que en un incendio. No nos vamos hasta asegurarnos de que la reproducción del fuego es prácticamente nula», afirma Mateo.
Otros tipos de limpieza
Anualmente, explican los técnicos, se realizan quemas prescritas en unas 60 hectáreas en todo el territorio provincial, y en torno a las 300 en toda Castilla-La Mancha. Esto supone un pequeño porcentaje del total, ya que en la provincia, se realizan labores de prevención y limpieza en unas 2.000 hectáreas en Cuenca y alrededor de las 8.000 en la región.
Es, afirman, «otra herramienta», como puede ser la limpieza mecánica, podando árboles y setos en otras zonas. «Los residuos forestales los eliminamos de una forma u otra», explica Félix Mateo, «puede ir a biomasa, la madera se aprovecha según su tamaño, los restos más finos los trituramos e integramos con el suelo… y con la quema se eliminan del todo y la ceniza mejora las condiciones del terreno».
Además, desde Infocam comprenden que los métodos y resultados no son siempre «agradables estéticamente», lo que también influye en la toma de decisiones a zonas en las que actuar y así se busca una «conciliación con la población» y que no les produzca rechazo al ver la vegetación tiznada, que no quemada ni muerta.
«Cuando se podan las ramas en el bosque se queda todo pelado, pero cuando se quema queda todo negro, y eso puede sorprender», argumenta Castellano. También explica que esta visión es temporal, ya que con las lluvias y el tiempo todo vuelve a su aspecto anterior, sin haber afectado a la vitalidad de las plantas de la zona.
También afirman que se suelen elegir municipios en los que la quema de restos agrícolas y forestales es habitual, para que así los habitantes de la zona no se asusten demasiado y estén acostumbrados al fuego. Y, para evitar los paisajes ennegrecidos, Mateo confirma que se suelen alejar de los caminos unos 50 metros «y así no se ve».
Zonas de actuación
Este tipo de actuaciones llevan realizándose desde hace tiempo en la zona de Campillos-Paravientos y Albendea, donde se encuentran las brigadas, además de las actuaciones cercanas a centros urbanos de Huete y Santa Cruz de Moya.
También se han hecho quemas prescritas en municipios como Villalba de la Sierra, Valdetórtola, La Cierva junto a la BRIF, Monteagudo de las Salinas… Multitud de localidades por la provincia.
Este año, por ejemplo, las actuaciones más importantes se están llevando a cabo cerca de Alcalá de la Vega, El Pozuelo y La Huérguina. Este último municipio, comentan los técnicos, es «muy interesante», debido a la cantidad de vegetación herbácea que presenta, su difícil eliminación debido a los aperos con los que se trabajan, la rapidez con la que arde y la calidad y fineza con la que rebrota.
Con estas quemas prescritas, se pueden conseguir entre ocho y diez años hasta que sea necesario volver a actuar en la misma zona. Aunque, de nuevo, esto variará dependiendo de las condiciones del terreno y la vegetación que presente (remarcan, por ejemplo, la rapidez de rebrote de la jara, el brezo y la coscoja). Los técnicos de prevención y extinción de incendios realizan labores de observación y estudio de estas zonas para comprobar su evolución y, en ocasiones, se ha tenido que volver a intervenir en un plazo de unos cuatro o cinco años.
Estas «zonas de mantenimiento», además, reciben otros tratamientos. Como el caso de Solera de Monteagudo, donde se actuó hace prácticamente diez años y, en la actualidad, se está repasando mecánicamente el área. Una observación que, según apunta, también sirve para comprobar el coste de estas actuaciones.
Actualmente, desde la Delegación de Desarrollo Sostenible, se ha realizado una campaña para concienciar y divulgar sobre las quemas prescritas. Además de crear señalización que se pondrá en las zonas de actuación, para avisar a la gente y evitar preocupaciones al ver humo o fuego en las zonas del monte en el que se estén llevando a cabo.
Quemas particulares
En esta época del año también son comunes las quemas de restos agrícolas en muchos municipios de la provincia. Esta tradicional práctica, aunque en ocasiones pueda resultar beneficiosa, también supone «una de las mayores causas de incendios forestales», recuerdan los técnicos.
Por ello, apuntan varias recomendaciones a la hora de quemar este tipo de restos. Por ejemplo, hacerlo a, al menos, diez metros de la vegetación que linda con el monte. «Con esto se podría reducir prácticamente a cero la cantidad de incendios que se forman por esta causa», explica Mateo.
Por otro lado, añade Castellano, al igual que los técnicos tienen en cuenta las condiciones meteorológicas, la zona a intervenir y las capacidades del equipo para gestionar el fuego, también es necesario hacerlo para la quema de restos. «Si es un día que las temperaturas son altas, hay mucho viento y lleva un mes sin llover… pues posiblemente va a tener un problema», argumenta.
Para ello, comentan los técnicos, existe la publicación de un boletín que se actualiza diaria y semanalmente con el riesgo potencial de incendios forestales. En él aparecen las temperaturas por horas, incidencias pasadas, qué se puede esperar en distintos escenarios, un avance por provincias, y un mapa por colores que representa el IPP (índice de Propagación Potencial) dependiendo de cada comarca de la región.
En las charlas divulgativas que se realizan junto a la EPRIF, además, también se incluyen temas de prevención. Por ejemplo, en el uso de cosechadoras en verano, otra de las causas comunes de incendios forestales en dicha época; o las seguridad en incendios de perfil urbano-forestal.