Desde hace unas cuantas décadas, la cultura anglosajona (y sobre todo estadounidense) ha monopolizado las celebraciones del Día de Todos los Santos. Es cierto que cada vez hay más corrientes alternativas que celebran el Día de Muertos mexicano o el Samhain celta, pero el dominio de Halloween es incontestable.
Aún así, en España en general y en Cuenca en particular, siempre ha habido tradiciones para conmemorar a los fallecidos. Celebraciones profanas y populares el día 1 de noviembre que pasaban al respeto religioso por los fallecidos el día 2. Día de Todos los Difuntos o, como se le conoce en distintos puntos de la provincia el «Día de los Finaos» en Chillarón o «Noche de los Finaos» en Casas de Benítez.
Muchas de estas tradiciones son comunes por toda la provincia, como doblar las campanas de la iglesia a media noche o durante buena parte de la misma, narrar historias sobre espectros o entes sobrenaturales (como la leyenda serrana de «El Hombre de la capa negra»), o no salir de casa para guardarse de las ánimas del Purgatorio.
En ocasiones, estas historias o dobles de campana iban acompañados de versos o dichos populares, como este de El Picazo: Campanas de mi lugar / tú me quieres bien de veras. / Cantaste cuando nací / y llorarás cuando me muera.
También es curioso ver cómo varían en pequeños detalles unas de otras y cómo muchas de ellas han llegado a Cuenca capital debido al éxodo rural de décadas pasadas.
Evidentemente, dirigirse al cementerio a rezar y llorar por los difuntos, decorar las tumbas y encender farolillos o lamparillas por su recuerdo, también destacan entre las prácticas más comunes y, que en mayor o menor medida, se sigue respetando.
Pero hay tradiciones que, en su mayoría, o se han perdido o son residuales. Sobre todo las religiosas. Las profanas y las que tienen que ver con alimentos en general se mantienen.
Aunque no salgan todas aquí y no en todas las localidades, estas son las más comunes de la provincia, recopiladas en diversas fuentes documentales que se añadirán al final y con aportaciones de experiencias personales recopiladas tras un llamamiento en el grupo de Facebook ‘Descubriendo Cuenca’, a cuyos miembros agradecemos sinceramente su participación:
Puches
Posiblemente sea la tradición más común de la provincia, pues esta receta de gachas dulces se encuentra en todas las comarcas conquenses. Hay registros y tradición en La Mancha (Mota del Cuervo) , La Manchuela (Ledaña, El Picazo), Alcarria (Albalate de las Nogueras, Huete, Saceda-Trasierra) y Serranía (Abia de la Obispalía, Chillarón, Cuenca, Las Majadas, Mariana), como poco.
Aceite, harina, agua, azúcar, anís molido y picatostes. Puede que ralladura de naranja, o con torreznos en vez de pan, pero la esencia es la misma. Reunirse la tarde-noche del día 1 de noviembre a comerlos en familia o con amigos. Con los sobrantes (o haciendo una tanda específica para ello sin azúcar) se cubrían las cerraduras por varios motivos: para proteger las entradas de las ánimas y que no pudieran entrar, para los llamar la atención de las muchachas del pueblo, o simplemente como broma porque, independientemente de la razón, por la mañana tocaba rascar el pastiche que se formaba.
Por otro lado, hay tradición oral que cuenta que, en alguna zona de La Alcarria, la pintura de alguna casa se cambiaba cada 2 de noviembre. Pues con los puches sobrantes de la noche anterior se hacía «guerra» y las paredes quedaban llenas de restos.
Chocolate
Además de los puches, otra tradición «gastronómica» de estas fechas es juntarse a tomar chocolate caliente. En algunos sitios por la noche y en otros por la tarde. Unas veces es en casa de alguno de los miembros del grupo y es la madre la que lo prepara, otras veces en lugares abandonados (como las jóvenes de Albalate de las Nogueras). En cualquier caso, el factor de reunión es indiscutible.
En el ya mencionado Albalate, en Villamayor de Santiago o en Cuevas de Velasco el chocolate se acompañaba (y se sigue haciendo) con churros, en Chillarón con bollos, en otras localidades con torta… Como pasa con todo, depende del lugar e incluso del hogar.
Lamparillas
Como se ha comentado antes, la fabricación de lamparillas, farolillos, lluminetes o cualquier otra forma de llamarlas era muy común, ya fuera para dejarla dentro de casa, en las ventanas o en el cementerio. Hay registros de ellas en lugares como Saelices, El Picazo, Huete y Cuenca capital, entre otros lugares.
Su fabricación también varía según la zona y las capacidades económicas de cada hogar. A las compradas se añadían las hechas con papel, con cuencos de aceite, agua o ambas para hacer farolillos flotantes; con cerillas o con velas…
Independientemente de su obtención y dónde se colocaran, todas tenían la misma intención: alumbrar a los vivos, acompañar a los difuntos, generar ambiente y, con algo de suerte, contener a los espectros.
Calabazas
Una variante más vistosa de las lamparillas, pues también se iluminaban con velas desde su interior. Sí, es cierto que esta tradición ha sobrevivido más tiempo debido a Halloween, pero elaborar lámparas con calabazas se lleva haciendo en la provincia desde, al menos, los años 50 del pasado siglo, mucho antes de la inclusión de la cultura y fiestas anglosajonas.
Ahora, la gente está acostumbrada a que tengan caras o formas de terror y se piensa que es algo venido de fuera, pero los rostros en las calabazas ya se hacían antes en nuestra provincia y en nuestro país. Esto era así en, por ejemplo, en Cuenca capital, Cuevas de Velasco, Fuentes Claras, Villamayor de Santiago, Huete, Mariana y Chillarón.
Aquí, la obtención de la materia prima también varía. Había quien las cultivaba, quien las compraba, quien las pedía… o quien se saltaba este paso y simplemente las cogía de alguna huerta sin vigilar.
Al igual que las lamparillas, tenían varias funciones. La más típica en nuestros días es la de ir de casa en casa pidiendo, una evolución de la Compañía de las Ánimas española y una variación del «Truco o Trato» estadounidense. Y, al igual que esta frasecilla, en localidades como Fuentelespino de Haro se recitaban versos como estos: Por las ánimas benditas / todos debemos rogar: / Que Dios las saque de penas / y las lleve a descansar.
Pero también podían dejarse para iluminar puertas y ventanas, en el monte para asustar desde lejos, o como broma dejándolas en la puerta de algún vecino, tocar el timbre y salir corriendo.
Esta tradición, como todas, tenía sus variantes. Por ejemplo, en Abia de la Obispalía los mozos intentaban tirar a pedradas las calabazas que se habían colgado, declarando ganadoras a las que sobrevivían intactas al amanecer; o, en el Barrio de las Quinientas que, en vez de hacerse con calabazas, las lámparas se hacían agujereando latas metal.
La Cofradía de las Ánimas
Posiblemente, la más antigua de todas las que se tratan aquí, pues la «Soldadesca de Ánimas» de Gascueña data de 1710, aunque la de Fuentelespino de Moya podría ser incluso anterior, no es seguro al no haber documentación tan exacta.
Soldadesca, Compañía, Cofradía en Campillo de Altobuey, Fuentelespino y Zarzuela, Cacería de nuevo en Gascueña, Animillas en Cañaveruelas, o símplemente «Las Ánimas» en Tarancón… Como se viene diciendo desde el principio, el nombre y los actos concretos pueden variar, pero la esencia es la misma.
Esta Cofradía se fundó en todo el territorio en «reacción espiritual a los tradicionales desenfrenos de carnaval», con el objetivo único en su inicio de recaudar sufragios en beneficio de las benditas Ánimas del Purgatorio. Las limosnas obtenidas de los vecinos las utilizaban los varones miembros de la Cofradía para comprar velas y sufragar misas y entierros, sobre todo para los pobres que no podían permitírselo y tenían la obligación de asistir a estos funerales.
Normalmente desfilaban el Día de Todos los Difuntos o el primer domingo de noviembre, dependiendo de la localización. Tanto en Tarancón como en Villanueva de Guadamejud, también se aceptaban otros objetos, que después se subastaban para seguir recaudando dinero. Este acto era tan conocido que, directamente, en Villanueva de Guadamejud se le llamaba «la subasta», sin relación nominal con la cofradía ni con las ánimas.
En Tarancón, a principios de siglo, la Asociación para la Recuperación de las Tradiciones intentó recuperar esta «procesión» con la participación de escolares, pero solo duró tres ediciones.
El puñao
Una variante de ir por las calles pidiendo de casa en casa, seguramente evolucionada de estas Compañías de las Ánimas, podría ser pedir «el puñao», en localidades como El Picazo.
En vez de limosnas como la Compañía o caramelos como en Halloween, en la primera mitad del siglo XX se daba lo que se tenía. Es decir, garbanzos, cañamones o torraos (garbanzos fritos).
Este «pasacalles» se acompañaba con el sonido de las carracas, ya fuese para alertar a los vecinos o, como la luz de las lamparillas, para mentener a raya a las ánimas.
Los Botijos de Chillarón
Seguramente una de las tradiciones más específicas y menos extendidas es la que recogió Miguel Osma Soria para la Revista de Folklore, «los botijos» de Chillarón de Cuenca. Una tradición muy común en esta localidad que se fue perdiendo a finales de los años 70 del siglo pasado.
Según marcaba la costumbre, las muchachas jóvenes del pueblo recogían durante el año botijos y otras piezas de cerámica de sus vecinos (que colaboraban desinteresadamente para mantener viva la fiesta) y los escondían a buen recaudo para que los muchachos no los rompiesen.
Llegada la tarde del 1 de noviembre, y después de adecentar las tumbas en el cementerio, las jóvenes sacaban los botijos y comenzaba un juego de cacería en el que los muchachos debían intentar romper las piezas de cerámica y ellas protegerlas, llegando incluso a romperlas ellas mismas si se veían acorraladas.
Esta fiesta, celebrada con alegría cada año, dejaba todas las calles del pueblo llenas de cascotes. Una vez acabada, ya casi con las últimas luces del día, comenzaba el recogimiento y silencio típicos de esa noche.
Con el paso de los años esa tradición evolucionó a un sencillo juego de puntería hasta acabar por perderse.
Al igual que con Los Botijos y el intento de recuperar la Cofradía en Tarancón, muchas tradiciones locales van quedando en el recuerdo. Unas se han perdido o están en peligro de extinción por falta de tiempo, por incredulidad, por falta de religiosidad, respeto o, simplemente, por desconocimiento.
Ya no ponen «El Tenorio» en la tele ni en el teatro, ya no doblan las campanas, ni se comparten recetas. Se prefiere ver una película hecha de manera industrial como muchas otras a contar leyendas como «El hombre de la capa» o contar lo que se encontró el vecino en la hera y que no tenía pinta de humano.
No es malo disfrutar y adaptar otras tradiciones a la vida actual, pero no por ello hay que dejar de transmitir las leyendas y tradiciones que se han vivido en la provincia durante tantos años.
Bibliografía
Gabaldón Navarro, Jesús. ¿Qué fue de nuestras ánimas? ¿Se recuperará de nuevo? O quedará en la memoria de los mayores, en tanto seguirá ampliando la fiesta de Halloween. Tarancón digital. https://www.tarancondigital.es/que-fue-de-nuestras-animas-se-recuperara-de-nuevo-o-quedara-en-la-memoria-de-los-mayores-en-tanto-seguira-ampliando-la-fiesta-de-haloween/
Jarabo Jordán, Cesáreo. Hermandad de Animas y Del Santismo de Gascueña. Scribd. https://es.scribd.com/document/427582025/148161879-Hermandad-de-Animas-y-Del-Santismo-de-Gascuena
Las tradiciones del ‘Dia de los Difuntos’ en la provincia. La Tribuna de Cuenca. https://www.latribunadecuenca.es/noticia/zd3a6f65a-98e2-3cb1-a0012eb5342d730b/201311/las-tradiciones-del-dia-de-los-difuntos-en-la-provincia
López, Jonatan. La Cofradía de las Benditas Ánimas y las Tortas de los Diablos La Tribuna de Cuenca. https://www.latribunadecuenca.es/noticia/zf8b91c9a-c8db-16d0-0460e4daedb2256a/201403/la-cofradia-de-las-benditas-animas-y-las-tortas-de-los-diablos
Osma Soria, Miguel. De Todos los Santos a Halloween: costumbres y creencias populares en Chillarón de Cuenca. https://funjdiaz.net/folklore/pdf/rf423.pdf
Un encuentro misterioso: la leyenda del hombre de la capa negra de Huélamo. Cadena SER. https://cadenaser.com/emisora/2019/12/10/ser_cuenca/1575981554_978251.html
Vicente Ávila, José. Los “Espectros de Cuenca”, de Goñi, entre leyendas, calabazas y puches. El blog de Cuencávila. https://elblogdecuencavila.com/?p=18672