Alrededor de 70 personas participaron el pasado sábado en la ‘Survival Zombie’ organizada por la Asociación Cultural Dados Colgados y la Asociación Nuevos Exploradores del Misterio en la localidad serrana de Tragacete. Al finalizar la noche, solo quedaban diecisiete civiles sin sucumbir a los no-muertos, cinco de ellos participando en todas las pruebas y juegos propuestos por la organización.
La noche comenzó con una explicación de las normas de la actividad y lo que los asistentes encontrarían por las calles del pueblo: pruebas en las que conseguir recompensas (o no), eventos con un tiempo establecido para hacer avanzar la trama y bares que utilizar como refugio seguro. Una vez todo claro, una pequeña actuación explicó el contexto de la situación: un experimento sale mal, los muertos no mueren y el ejército no es capaz de contenerlos, así que hay que pedir ayuda a los civiles. A partir de ahí: empieza el juego.
Con solo un mapa del pueblo y unas vagas instrucciones, los jugadores debían ir completando pruebas de búsqueda de objetos y recursos en una carrera contrarreloj. Si no se lograban los objetivos, la partida sería mucho más difícil. Y, con tal de superar las pruebas, alguno incluso saltó al río para recuperar un vial que se «había caído».
Todo esto, como es obvio, esquivando a unos zombies que parecían atletas profesionales, incluyendo entre ellos al alcalde de Tragacete, que causó terror entre sus vecinos con sus rápidas carreras. Tantos zombies había y tan rápido corrían que pronto todos los planes iniciales de los supervivientes se vinieron abajo, separándose de sus compañeros de aventuras en numerosas ocasiones y teniendo que formar nuevos grupos al momento con los supervivientes encontrados por el camino. El enemigo era común para todos, así que la colaboración fue necesaria, rápida y efectiva.
Los vecinos de la localidad que, en palabras de la organización se volcaron a ayudar y se mostraron siempre abiertos a participar, se divertían con el espectáculo desde las puertas de sus casas o desde las terrazas de los bares. Daban indicaciones a los supervivientes sobre en qué dirección se movía la horda de no-muertos, gritaban un falso «¡Cuidado!» para asustar a los corredores, y aplaudían o lamentaban el final de una persecución dependiendo del resultado de la misma.
De vez en cuando chispeaba ligeramente, aliviando el calor y el sudor de los corredores. Ya que, aunque las temperaturas no superaban los veinte grados, los zombies obligaban a correr mucho y rápido las cuestas del pueblo. Entre la oscuridad, las cuestas y la velocidad, hubo bastantes caídas que provocaron heridas y raspones, nada demasiado grave para no poder seguir jugando y nada que no estuviera dentro de lo previsto en el juego.
A eso de las 2:00 de la mañana, cuando faltaba media hora para el evento final y acabar con todos los zombies, solo quedaban cuatro supervivientes vivos, pues la horda había sido demasiado eficiente en su cacería. El resto de participantes, o se habían unido tras una sesión de maquillaje sangriento, o se habían ido a dormir para no tener que seguir corriendo.
Pero no eran solo cuatro, pues unos cuantos más se habían escondido de tal forma que nadie les había encontrado. Así que, los militares escoltaron a los supervivientes hasta la plaza de toros, mientras la horda caminaba lento (por el puro cansancio de las carreras) a su encuentro. Una vez encerrados en el ruedo, los no-muertos fueron expuestos a un gas letal, cayendo definitivamente y dando la oportunidad de escapar al reducido grupo de supervivientes.
El evento finalizó a las 3:00 de la madrugada con vítores y aplausos. Las dos asociaciones organizadoras agradecieron su participación a los jugadores, tanto locales como foráneos, y también al pueblo de Tragacete, que no es la primera vez que acepta participar en un evento cultural y de ocio alternativo (también ha sido sede de pasajes del terror y rutas teatralizadas).