Bahamontes y Cuenca: del rival y aliado taranconero Ladis Soria al pinchazo con liderato de La Vuelta de 1957

El ciclista toledano, primer español en ganar un Tour de Francia, ha fallecido a los 95 años

Foto procedente de la Real Academia de Toledo, revista Temas Toledanos

El deporte nacional llora esta semana la muerte a los 95 años de Federico Martín Bahamontes, ‘El Aguila de Toledo’, el primer ciclista español que ganó el Tour de Francia. Su gesta en 1959 marcó el camino a otras figuras como el pricense Luis Ocaña, triunfador en 1973 en la competición gala.

La biografía vital y profesional de Bahamontes es tan extensa que incluye ligazones con Cuenca de diversa intensidad; de lo tangencial y lo anecdótico a lo mollar. A esta última categoría pertenece la figura de Ladislao Soria, quien fue primero su rival y más tarde compañero en sus carreras iniciales. Eran los años 40 y 50 del siglo XX cuando ambos estaban en torno a la veintena y pedaleaban en vueltas provinciales como las de Toledo y Albacete, la Regional de Castilla o los Campeonatos de Educación y Descanso. Pruebas de aficionados, promesas o semiprofesionales. 

Aunque nacido en la fronteriza localidad toledana de Santa Cruz de la Zarza, ‘Ladis’ o el ‘Tío Ladis’, como era conocido, residió gran parte de su vida en Tarancón, donde permaneció hasta su fallecimiento en 2020. Allí formó su familia y desarrolló su trabajo como taxista sin perder nunca el amor por el ciclismo, un deporte que fue para él mucho más que una pasión juvenil. Una de las múltiples pruebas de ello es el homenaje que en 2016 tributó el club ciclista Lamalena Bike a este taranconero de todo excepto de cuna. 

El investigador Angel Friginal Sánchez recordaba en un especial dedicado a Bahamontes en 1987 en la revista Temas Toledanos cómo la relación con Soria se tornó en alianza a pesar de comenzar como una enconada rivalidad. Sitúa la acción en torno a 1950. «Un tal Ladislao Soria se ha convertido en un digno rival con el que tiene que campar triunfos y decepciones. Ellos mismos se buscan por esa rivalidad tonta que mantienen y que hace que en numerosas carreras se aprovechen unos terceros, lo que irrita recíprocamente, aún más si cabe, a los dos colosos aficionados. Esto había que cortarlo, y hacer ver a ambos lo equivocados que están con sus particularés polémicas. Para ello, se desplazó a Toledo el hermano de Ladislao, a la sazón jefe de la estación de Aranjuez, quien expuso el caso a Federico, que aceptó, y desde ese punto, Soria y Bahamonde -así nombraban muchos periódicos al toledano, confundiendo el apellido de Bahamontes- barrieron y machacaron a todos cuantos rivales les salieron al paso, comparotiendo ambos gloria y dinero».

Accidente camino de Motilla

El autor pone como ejemplo de esa hermandad un episodio que se desarrolla en la localidad conquense de Motilla del Palancar y que Federico relató en numerosas ocasiones en primera persona. «En una de nuestras correrías, participamos en una carrera en Aranjuez, donde yo hice el primero, por delante de Soria. Horas después teníamos que hacer un largo desplazamiento a Motilla del Palancar, distante unos 200 kilómetros del «Real Sitio», sin ningún medio de locomoción a nuestro alcance más que el que nos proporcionaban nuestras bicicletas. Ladislao y yo no lo pensamos, y a dar pedales se ha dicho durante todo ese anochecer y consiguiente noche cerrada. Cuando llevábamos unos 140 kilómetros, un gran pedrusco en plena carretera que no acerté a ver y que pierdo el conocimiento. Eran las once de la noche en esas desiertas carreteras de entonces, estando varias horas sin volver en mí. Mi amigo y compañero Ladislao, que grita y grita pidiendo auxilio, sin que nadie escuche el S.O.S., por lo que creyéndome muerto, pro rrumpe en desconsolador llanto. Al notar que poco a poco me iba recuperando, nos abrazamos llorando, riendo y cantando, y así a las 5 de la madrugada, llevándome casi a rastras pudimos llegar a Motilla, y dándonos cobijo en un corral de la posada pude, aunque maltrecho, tomar la salida a las 9 de la mañana. Ladislao ganó la carrera, yo hice tercero, repartimos la «bolsa», y a pensar en otra aventura».

El también taranconero Gonzalo Pelayo -divulgador de la historia conquense entre otras facetas de su inquietud intelectual- recordaba en un artículo en el programa oficial de las fiestas de Tarancón de 2015 que «juntos recorrieron durante años las tierras de media España participando en infinidad de pruebas de aquel duro ciclismo de alpargata y tubulares cruzados en el pecho y en el que como me han contado ambos, pasaron todas las penurias que hoy no se podrían ni imaginar, carentes de los medios más elementales que les llevaban en ocasiones a realizar los desplazamientos para participar en las carreras en sus mismas bicicletas de competición, con regreso incluido si ese día no habían sido capaces alguno de los dos de obtener premio en metálico».

Fueron varias las carreras en las que las labores de Soria como gregario fueron decisivas para el triunfo de Martín Bahamontes, según recordaba el propio campeón. La separación deportiva entre ambos prácticamente coincidió con la profesionalización del segundo. El taranconero no llegó a dar el gran salto a pesar de que su antiguo compañero siempre dijera de él que era «un gran corredor». Señalaba que «aunque no era un escalador, sí era rodador». El contacto entre ambos se mantuvo no obstante a lo largo de los años.

En su pregón de las Fiestas de Tarancón de 2014, Evilasio Martínez Bueno recordaba en la presencia de Bahamontes en el Circuito Ciclista de la localidad junto a otras referencias nacionales como Mariano Díaz y el equipo de La Casera. «¿Cómo conseguíamos que vinieran estas figuras? Sencillo: a las 7 de la mañana Emilio Fernández y Ruperto nos preparaban una ricas gachas y los equipos, que ya se lo sabían, no fallaba ni uno».

Las Vueltas

Con gachas o sin ellas, Bahamontes recorrería las carreteras conquenses, ya con la vitola de laureado en su palmarés, en diversas ediciones de la Vuelta Ciclista a España. La de 1955, que se corría por selecciones nacionales y regionales y no por equipos, incluyó en su itinerario las etapas Valencia-Cuenca y Cuenca-Madrid (esta con meta volante en Tarancón). El Águla Toledana ya había sido coronado previamente en el Tour como rey de la montaña, pero tuvo una actuación bastante discreta en aquella ronda española y en ambos trayectos.

Más brillante fue su papel en 1957. La octava etapa, Madrid-Cuenca, la ganó el francés Roger Walkowiak pero Bahamontes consiguió enfundarse en la capital conquense el maillot de líder. El periodista José Vicente Ávila recordaba en un programa en SER Cuenca que lo logró a pesar de sufrir un inoportuno pinchazo bajo el Puente de la Vía, ya en la ciudad, lo que le contrarió enormemente al disipar sus opciones de una victoria parcial. Con una jornada de descanso entre medias, el siguiente reto fue Cuenca-Valencia, tras el que el toledano mantendría el liderato, aunque finalmente terminase aquella Vuelta como segundo en una general que capitaneó el vizcaíno Jesús Loroño.

Un año después la capital conquense volvía a acoger lo que el cliché periodístico acuñó como la ‘serpiente multicolor’. Séptima etapa, Valencia-Cuenca. Octava, Cuenca.-Toledo. En la que partía de tierras levantinas, tal como señalaba Ávila, Bahamontes se mantuvo escapado unos quince kilómetros en la zona de Almodóvar del Pinar-Villar del Saz de Arcas, pero fue cazado por los belgas que trabajaban para su compatriota Gilbert Desmet, a la postre vencedor en la capital conquense. Y es que tampoco había prosperado otra intentona del castellanomanchego (entonces castellano nuevo) ya más cerca de la meta. Tampoco tuvo suerte en la siguiente jornada en la que quería lucirse al llegar a su tierra local si bien terminó aquella Vuelta como ganador de la montaña.

La Vuelta regresó a Cuenca en 1963, cuando la ciudad de las Casas Colgadas fue punto de salida de la penúltima etapa, con destino en Madrid. En aquella ronda, que ganó el también mítico francés Jacques Anquetil, no participó Bahamontes. Sí lo hizo en 1965, cuando la caravana ciclista arribó a las latitudes conquenses en su sexta entrega, Madrid-Cuenca. Encuadrado en el equipo Inuri-Margnat, era su último año de profesional y terminó décimo en la general sin destacar en su presencia por estos lares.

Bahamontes regresaría ya como exciclista a Cuenca en varias ocasiones ya fuera por razones personales o para actos deportivos o institucionales, causando siempre una gran expectación tras haber conseguido ascender uno de los puertos más difíciles, el que da derecho al podio en la memoria sentimental de los aficionados.