El diseñador conquense Eduardo Ortega se pasa a las mascarillas

Ante la situación excepcional que la Covid-19 ha supuesto económicamente, sectores como el de la moda se reinventan para hacer frente a la crisis.

La Covid-19 ha afectado a todos los niveles y actores. Algunos resultan más evidentes que otros o al menos los tenemos más en mente, pero sectores como el de la moda han sufrido unas graves consecuencias que les obligan a reinventarse. Tal es el caso del diseñador conquense Eduardo Ortega cuyo ámbito habitual es el de los vestidos de flamenca, pero que ahora ha tenido que adaptarse a una nueva normalidad confeccionando mascarillas.

Ortega tiene 24 años y es estudiante de Diseño de Moda en la Escuela Metrópolis de Sevilla. Compagina su formación con el trabajo autónomo como diseñador bajo la firma «Señorito Ortega». Actualmente se encuentra en Cuenca, por lo que se ha visto obligado a paralizar su producción de vestidos en Sevilla. La actual situación de inactividad, le ha llevado a modificar sus productos adaptándose a la realidad: el complemento de moda es la mascarilla.

El diseñador conquense siempre va acompañado de su máquina de coser y ante la necesidad de regresar a Cuenca y la total paralización de sus encargos habituales, se vio obligado  a cambiar el foco. «La mascarilla es la prenda de la que todo el mundo habla, pero a mí no me gusta su impersonalidad por lo que compré una colección de telas para confeccionarlas con un toque personal y distintivo». Asimismo, ha vivido la pandemia de cerca con el fallecimiento de su tío y considera que la contribución que desde el mundo de la moda puede hacer es en este sentido.

Sus mascarillas se comercializan por encargo. Se autopromociona por la red social Instagram, y a partir de ahí recibe llamadas desde diferentes puntos de España y de públicos de muy distintas edades. «Me han hecho pedidos desde Madrid, Málaga, Sevilla y Cuenca y de todos los tipos de edades: desde personas mayores de 70 años a mascarillas para niños pequeños» relata Ortega. La primera tanda se le agotó en unos días y ahora ha pasado a la confección tras el encargo para poder afrontar el pedido en tiempo y forma. El precio de las mascarillas es de 10 euros y han tenido una muy buena acogida tanto comercial como social desde el primer momento.

Los amigos siempre son lo primero y en este caso han sido «los conejillos de indias» para ejercer de modelos. «Hice un patrón y lo probé con mis amigos durante unos días para saber si era cómodo y factible ya que al ser algo nuevo y que no había trabajado necesitaba adaptarlo a mi rutina».

Para elaborarlas, ha seguido las recomendaciones sanitarias de hacerlas con tela 100% algodón y un filtro FFP reutilizable hasta diez lavados. «Tuve que informarme primero de todas las indicaciones para elaborar mascarillas porque se trata de una prenda que no solo requiere un diseño estilístico sino también sanitario» recuerda.

Pese a que ha retomado su actividad, lo cierto es que la frustración también está presente. «Todo ha pasado muy rápido y de un día para otro nos cerraron todo tipo de suministros que nosotros usamos para nuestro trabajo y yo tuve que parar toda mi producción y reinventarme de una forma totalmente inesperada».

La situación además no es muy halagüeña para el modista conquense ya que considera que hasta invierno no habrá grandes posibilidades. «La mayoría del trabajo tanto mío como de otros diseñadores se ha quedado colgado de perchas y parado hasta el año que viene por lo que va a haber poco material nuevo que sacar y la gente tampoco va a poder permitirse gastar mucho dinero en grandes trajes» se lamenta.

Sin embargo, mantiene la satisfacción de que más allá de que la prenda no le suscite especial ilusión, ha conseguido que «no seamos tan aburridos» y que, dentro de que el asunto es oscuro y apenas se nos ve la cara, ha conseguido «dar un poco de color a una situación como esta».

Aunque las mascarillas seguramente dejen de ser tendencia, la resiliencia de los sectores productivos no pasa de moda. Conquenses como Eduardo Ortega ponen de manifiesto que se pueden diseñar soluciones propias a los problemas colectivos.