La mascarilla se ha convertido en un elemento de protección que se ha instalado en el día a día para evitar la expansión del coronavirus. En el caso de las personas con dificultades de audición supone una complicación añadida que condiciona de forma inesperada la vida cotidiana. La mascarilla dificultan la audición al reducir el volumen y la articulación del sonido y, además, impiden leer los labios de quien está hablando.
Nerea Moreno, secretaria de la Asociación Cultural de Personas Sordas (ACSOC) de Cuenca, ha destacado desde su propia experiencia que las mascarillas suponen «un suplicio constante y diario para nosotros. Se oye peor, se articula peor el sonido y no se puede leer en los labios, que es algo que nos viene bien como apoyo. Supone una barreda adicional para poder comprender a la gente con la que estamos hablando».
Estas mismas fuentes han precisado que uno de los complementos que favorecen la comunicación es el lenguaje de signos, «lo que ocurre es que su uso está limitado porque no es conocido por todo el mundo. En cualquier caso, siempre nos viene bien y permite superar las dificultades que podemos encontrar con las mascarillas». La distancia social tampoco juega a favor, precisamente, de las personas sordas. «Quien está hablado contigo se puede quitar la mascarilla momentaneamente para poder entenderle mejor pero se tiene que separar y, entonces, se complica poder comprenderle».
Mascarillas semi-transparentes, posible alternativa
Moreno sostiene que estas dificultades son habituales en la vida diaria de las personas con problemas de audición aunque se están estudiando alternativas como las mascarillas con una parte transparente en la que se puede ver la boca y, por tanto, leer en los labios de quien está hablando. «Tampoco creas que es la solución definitiva porque se crea vaho y no se distingue bien».
María Del Saz, psicóloga de la Asociación de Padres y Amigos de Sordos (ASPAC) de Cuenca afirma, además, que las citadas mascarillas semitrasparentes «no están homologadas y, por tanto, no podemos generalizar su uso». Asimismo, ha indicado que la asociación se centra en usuarios con implantes cloqueares y con audífonos. «La mascarilla supone un problema porque reduce el volumen y complica la vocalización. En definitiva, se entiende peor y suponen una dificultad extra».
Además, Del Saz precisa que «no sólo se trata de que las mascarillas contribuyen a que las personas escuchen peor lo que les hablan sino que su uso elimina la información complementaria que pueden aportar leer los labios o la expresión facial. Normalmente, la mascarilla deja a la vista solo los ojos y ocultan la mayor parte de la cara. En estos casos, los gestos o la información no verbal que nos transmiten las manos o los brazos puede servir de ayuda».