Julia Flores Arenas gana el certamen nacional ‘Los versos del Júcar’

Julia Flores Arenas de Villarrobledo gana el III Certamen Nacional ‘Los versos del Júcar’ con el poema Epifanía de un olvido. El segundo premio es para la madrileña Gloria Fernández Sánchez con el poema Amanece en vacío.

Con más de 120 poemas presentados de todas partes del mundo, ‘Los versos del Júcar’ se ha consolidado como un espacio poético único en nuestra ciudad.

Ambos poemas pueden leerse en la siguente web y serán publicados en el próximo número de la revista Los Ojos del Júcar.

«Un verdadero lujo y placer», indica Los Ojos del Júcar, haber contado con un jurado tan profesional y maravilloso como el de este año: Rafael Escobar Sánchez, María Alcocer y José Ángel García

Agradecimientos infinitos a todos los colaboradores: Ecoturismo Cuenca, Coopera natura, Poesía para Náufragos y Diputación Provincial de Cuenca.

El día 3 de noviembre estarán a las 18:00 horas en la sede de la RACAL dentro del programa Poesía para náufragos junto a la ganadora. Se recitarán poemas participantes y contaremos interesantes novedades.

EPIFANÍA DE UN OLVIDO

Julia Flores Arenas

Tendido a la intemperie está el pueblo, olvidado de todos

excepto del olvido que medra anidando en sus huesos

sin más expectativas que la desesperanza.

Tendido a la intemperie de los días

como una sábana que lentamente pierde su color y textura,

que ya no alberga aromas de lavanda que velen

el descanso de aquellos que vivieron al amor de sus sueños.

Aquí está al raso. Las casas se desmigan en los ciclos lunares.

Las sujeta la hiedra como un verde corsé

que entra por sus puertas y ventanas

tragándose los ecos de memorias perdidas.

Todo se ha detenido en un instante que se enhebra con otro,

y otro, y otro. Pan y aceite en la mesa hechos piedra y ceniza.

El agua suena ronca en el hueco del pozo.

El patio se ha cubierto de olvido enmarañado.

Todo se ha convertido en bruma y desaliento.

Se fueron los vecinos poco a poco, con las miradas fijas,

cargados de ilusiones, llevando en la llanura de sus manos

horizontes difusos para una nueva vida. Con los pies doloridos,

en días interminables cuando de sol a sol se dejaron la piel.

Muy pocos se quedaron agotando los días en el pueblo,

mordiéndose los labios para apagar su grito.

Se quedaron tendidas las últimas coladas

en la orilla de un rio que no sabe volver.

Hoy solo es un cauce árido y seco, una grieta,

hendidura en la tierra donde habitan roedores entre piedras.

Está ahí el pueblo, tendido a la intemperie

bajo un manto de polvo que tapa sus heridas.

Los árboles mecieron los sueños del llanto de un bebé

que ya no ha dado aquí primeros pasos.

No se oyen sonajeros, ni la escuela recita los ríos y las tablas.

La cal de sus paredes yace sobre la tierra

de un patio deshojado entre aromas perdidos de tizas y colores.

La iglesia se ha cubierto de yedra y de ceniza.

Hogar de lagartijas y palomas. Huele a cera apagada, a incienso,

a suspiro y salmodia. Tañen hora tras hora las campanas calladas

sedientas de oración y de plegarias.

Está ahí, deshabitado ya, tendido en la intemperie de una vida

que pasa y lo despoja a pequeños mordiscos y arañazos

de tu nombre y tu seña. Nadie queda en sus calles.

El graznido del cuervo campea entre el silbido ronco del invierno infinito.

Se fue la primavera para siempre, aroma del rosal y del geranio.

Se perdió el renacer cuando crecía el trigo y doraba los campos.

Lo que queda del pueblo duerme un sueño silente

al lado de cipreses y de olivos que mantienen la vida bajo la tierra

mientras una esperanza hace nido en su pecho,

mientras alzan sus ojos hacia el cielo infinito,

el único que los guarda como vigía permanente.

AMANECE EN VACÍO

Gloria Fernández Sánchez

Amanece en vacío, solo el vientre del ave

recibe el fulgor tibio del mundo que renueva.

Mas la plaza, los campos en abrojo, aún lloran

la soledad del día, el pesar de la noche.

Aquel columpio grato que los niños buscaban

hoy solo el viento mueve, junto a la escuela ida.

Y el reloj detenido en la torre sin tiempo

se ensimisma arrobado, sin función permanece.

¿Para qué detenerme? Y se aleja aquel río,

donde las chicas dulces nadaban con sus mozos.

Caminan cual fantasmas las memorias del prado

en su orfandad de abriles, cosechas y venturas.