El último bienio ha sido para Cuenca -y para la humanidad- un periodo de sepelios frecuentes, en muchos casos solitarios, cruelmente íntimos, casi clandestinos. Un legado reciente que se respirará entre aromas de cera en el Entierro con mayúsculas, el de Cristo. Saldrá a las nueve de la noche de la Catedral al completo, precedido de los estandartes y guiones de las hermandades pasionistas conquenses.
Solemne en forma y fondo: enlutadas túnicas, elegantes Damas y ornamental uniforme de los Caballeros de Cuenca. También habrá amplia representación de autoridades civiles, eclesiásticas, universitarias y policiales. El desfile bajará por Alfonso VIII y Palafox, superando Calderón y girando por la calle del Agua hasta Los Tintes. Desde allí su brújula se imantará hacia El Salvador, destino de un final siempre especial que acostumbra a ocurrir pasada la medianoche.