Ana Muñoz- Viceconsejera de Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha
Recientemente hemos tenido conocimiento de la salvaje agresión cometida contra las pinturas rupestres de ‘La Rendija’, en Herencia (Ciudad Real). Al estupor que provoca, inicialmente, comprobar el grado de saña con el que los agresores han actuado, le sigue un enfado mayúsculo y las preguntas: qué no hemos hecho y qué podemos hacer para evitar este tipo de acciones.
El arte rupestre forma parte de nuestro patrimonio cultural. Es un bien frágil por su naturaleza y por su ubicación. Realizado con pigmentos naturales sobre rocas a la intemperie, se encuentra sometido a los elementos y, por ello, su pervivencia hasta la actualidad podría considerarse casi un milagro. En el transcurso de los varios miles de años que han pasado desde que se imaginaron y pintaron los ideogramas prehistóricos, la gran mayoría de los que se debieron realizar se han perdido con toda seguridad. Emociona pensar que en un momento histórico en el que aún no existía la escritura, nuestros antepasados reflejaban sus pensamientos, sus intenciones, sus recuerdos de esta manera, con un lenguaje propio comprensible para sus semejantes. Probablemente, las pinturas rupestres prehistóricas formarían parte de un proceso de comunicación que serviría para favorecer la cohesión social del grupo de hombres y mujeres que habitaron nuestras sierras y llanos.
Tierras que son nuestras ahora, pero que debemos legar para continuar habitándolas como especie. El arte rupestre forma parte de nuestro bagaje cultural que es la base del desarrollo del ser humano. Patrimonio cultural es también el conocimiento científico y técnico; nuestras fiestas populares; la creación artística…
Podemos disfrutar de todo ello o no, pero tenemos la obligación de protegerlo y conservarlo. Y esta obligación nos incumbe a toda la ciudadanía, a todas las personas. Para aquellas que no lo entiendan añadiré que es nuestra memoria. La personal y la colectiva, la que nos permite enseñar a escribir y comunicarnos a través de satélites colgados en el espacio.
Es nuestra obligación, por tanto, denunciar lo que ha sucedido en Herencia y denunciar a las personas concretas que han perpetrado este delito. El arte rupestre está protegido por la legislación con la máxima figura de protección posible, la de bien de interés cultural. Y la agresión contra el patrimonio histórico es delito según el Código Penal. Estos hechos no son producto de una salida de tono de un grupo de chiquillos. No se evitan construyendo muros y rejas. Es evidente la intencionalidad y el dolo con los que han actuado los agresores al acudir al sitio con botes de pintura y rellenar de forma grosera todo el panel rocoso pintando sobre las manifestaciones prehistóricas. Debe quedar claro de una vez por todas que estas agresiones contra el arte rupestre, contra el patrimonio histórico y cultural, son delincuencia y que las personas que han realizado estas pintadas no son ignorantes, son delincuentes.
Mientras seguimos educando en el respeto y en la valoración de nuestro patrimonio cultural al tiempo que trabajamos en su protección, conservación y puesta en valor, debemos informar a nuestros conciudadanos y conciudadanas que este tipo de agresiones no pueden consentirse. No basta con afearle al sujeto en cuestión la acción o el comentario al que la infravalora. Hay que ponerlo al nivel que le corresponde. Es un delito, son delincuentes y atentan contra nuestra propiedad colectiva, el patrimonio cultural.